Las urnas del miedo
Un final de campa?a inimaginable. Ni en la m¨¢s calenturienta mente de cualquier analista de la pol¨ªtica espa?ola pod¨ªa haber pasado por la imaginaci¨®n algo de la dimensi¨®n de lo que aconteci¨® en Madrid. Eran muchos los que supon¨ªan que el hilo que se hab¨ªa ido trazando de Perpi?¨¢n a Cuenca podr¨ªa acabar con un atentado sangriento. Tras el derrame mental que signific¨® el affaire Carod y su impacto emocional a uno y otro lado del Ebro, se supon¨ªa que la secuencia l¨®gicamente irracional de los terroristas en plena campa?a electoral ser¨ªa la de tratar de estar sanguinariamente presentes justo antes de las elecciones. Ten¨ªamos buena prueba de ello en numerosas contiendas electorales previas. Y es tambi¨¦n frecuente el uso de la violencia terrorista en otras citas electorales en todo el mundo. Pero lo de ayer en Madrid, con las dudas que a¨²n existen sobre la autor¨ªa real de la masacre, supera con creces cualquier c¨¢lculo del m¨¢s pesimista de los pesimistas, y alcanza ampliamente dimensiones de r¨¦cord en el escenario europeo.
?Cu¨¢l es la relaci¨®n entre elecciones y terrorismo? ?Qu¨¦ ganan los terroristas irrumpiendo en la campa?a electoral? Al margen de lo dif¨ªcil que resulta tratar de encontrar itinerarios mentales l¨®gicos para hechos como los que comentamos, porfiando, podr¨ªamos imaginar algunas posibles l¨ªneas de an¨¢lisis. En primer lugar se tratar¨ªa de demostrar que, aunque no exista fuerza pol¨ªtica significativa que sostenga las posiciones de los terroristas, su capacidad de influencia procede de otras fuentes y, por tanto, el mensaje est¨¢ claro: nos da igual qui¨¦n gane; ese no es nuestro problema; pero sea qui¨¦n sea, deber¨¢ contar con nosotros. En segundo lugar, se busca el atajo violento; no se puede esperar a que otras fuerzas pol¨ªticas que han renunciado expresamente a la violencia consigan por otras v¨ªas acercarse a los hipot¨¦ticos objetivos; se quiere demostrar que sin los terroristas no habr¨ªa soluci¨®n, ya que ellos son los h¨¦roes imprescindibles en cualquier atisbo de soluci¨®n. En tercer lugar, con la brutalidad sanguinaria se refuerza enormemente a aquel sector del abanico de fuerzas pol¨ªticas m¨¢s alejado de las posiciones pol¨ªticas de los terroristas, y con ello se borran de un plumazo las esperanzas de los que tratan de encontrar v¨ªas intermedias que reducen de hecho el protagonismo eg¨®latra de los terroristas. El argumento esgrimido siempre es el mismo: la sangre y el dolor. A pesar de todo ello, la historia nos dice que muy pocas veces se ha conseguido por esa v¨ªa avanzar en esas hipot¨¦ticas metas, y m¨¢s bien se ha conseguido justamente lo contrario, como demuestra por ejemplo el caso que a¨²n colea de Argentina.
Hace casi 24 a?os, el d¨ªa 2 de agosto de 1980, a las 10.25 horas, estall¨® un artefacto en la estaci¨®n de Bolonia y caus¨® 85 muertos. Hace unos meses apareci¨® un libro de Anna Lisa Torta, La citt¨¤ ferita (Il Mulino, 2003), que trata de analizar la memoria y el tratamiento p¨²blico de lo que ocurri¨® entonces y de los efectos posteriores de aquella tragedia. En el imaginario colectivo italiano, la strage di Bologna ha quedado inscrita como el momento ¨¢lgido de la llamada "estrategia de la tensi¨®n" que se inici¨® con la bomba de Piazza Fontana de 1969, sigui¨® con la bomba al tren Italicus en 1974, el secuestro de Aldo Moro, y tuvo su punto culminante en la ya mencionada estaci¨®n de la entonces ciudad roja, la Bolonia del PCI. Al margen de los motivos del atentado y de la identidad de sus autores, el atentado de Bolonia se acerca a lo que aconteci¨® ayer en la l¨ªnea f¨¦rrea Alcal¨¢-Madrid, golpeando a ese enclave proletario m¨ªtico en la memoria de los antifranquistas que es el Pozo del T¨ªo Raimundo y al que fuera su l¨ªder popular y jesuita, el padre Llanos. La tragedia de Bolonia impact¨® profundamente en la pol¨ªtica italiana, cercenando claramente las posibilidades de cambio que se hab¨ªan ido abriendo en el pa¨ªs. Cuando se cumplieron 20 a?os de la tragedia, el entonces primer ministro italiano, Giuliano Amato, admiti¨® que exist¨ªan numerosas dudas y misterios no desvelados, y que quiz¨¢ los dos militantes de extrema derecha encarcelados no eran los ¨²nicos implicados. Probablemente tardaremos a?os en saber qu¨¦ se oculta detr¨¢s de esas tramas del terror. Pero los terroristas, sean quienes sean, han conseguido parcialmente sus objetivos inmediatos. La campa?a empez¨® siendo de ETA y ha acabado con el terror omnipresente y el miedo en el cuerpo de la ciudadan¨ªa. Y del miedo s¨®lo sale autoritarismo y m¨¢s miedo.
La violencia pol¨ªtica se vuelve cada vez m¨¢s funcional. M¨¢s acorde con la estabilizaci¨®n autoritaria de algunos pa¨ªses. Ser¨¢ dif¨ªcil superar las im¨¢genes de estos d¨ªas. O las que probablemente nos deparar¨¢n los casi 200 f¨¦retros cubiertos con la bandera de Espa?a en la Feria de Madrid. No olvidaremos f¨¢cilmente este atentado porque el atentado de ayer es un atentado a la democracia. Un atentado a una forma de entender la democracia. Una forma plural y abierta, en la que no existan caminos vedados; en la que la disidencia pol¨ªtica y pac¨ªfica sea un valor. Disidencia en relaci¨®n con las bases constitucionales de un pa¨ªs, disidencia en relaci¨®n con la v¨ªa totalitaria que ETA representa o disidencia ante quienes quieren convertir a su fanatismo religioso a cualquiera que se oponga a sus designios. Los terroristas ya han votado y su voto es el del miedo. Miedo a pensar. Miedo a disentir. Miedo a expresarse con libertad. Miedo al di¨¢logo de los dem¨®cratas. Miedo a la unidad para avanzar hacia una sociedad en la que ya no tengan raz¨®n de ser. No podemos responder con miedo a esa provocaci¨®n. Acudir a las urnas y votar sin miedo es nuestra mejor respuesta.
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