"Busquen a mi hijita de tres a?os, la perd¨ª"
Nilsa Arrobo, herida ecuatoriana
Madrid
En la calle de T¨¦llez, paralela a las v¨ªas donde se produjeron las explosiones, hileras de personas procedentes del tren Guadalajara-Madrid, muchas de ellas llorando, caminaban en direcci¨®n a la Avenida de la Ciudad de Barcelona para ganar el metro y los autobuses que por ella circulan.
Desde las inmediaciones de las v¨ªas, sobre las que se hallaba un tren completamente reventado, alguien grita a los vecinos "Por favor, arrojen mantas por las ventanas, por favor h¨¢ganlo". Las mantas comienzan a bajar en bolsas y son recogidas por numerosos vecinos que corren con ellas hacia media decena de personas heridas que gimen en el suelo, envueltas en sangre y tierra. Una chica joven, rubia, con el pelo ensortijado, tiene espuma en la boca y sus ojos, color caramelo, idos. S¨®lo dice una palabra: "Pap¨¢". A su lado, un hombre joven, rubio, grueso, con una cazadora negra y un collar de cadena, expulsa sangre por la boca y dice que se llama Javi. Tirita con fuertes sacudidas y pide abrigo. Las mantas cumplen su primera funci¨®n. En el contorno hay muchos m¨¢s heridos, hasta cuarenta.
Nilsa es una joven madre ecuatoriana que yace tendida en el suelo. La acaban de envolver en una manta clara. Tiene una gran herida en la sien izquierda y se queja de fuertes dolores en el pecho y los hombros. Vive en la calle de Calera, en Vallecas, seg¨²n dice con voz queda. "Iba con mi ni?a, de tres a?os. La llevaba en mis brazos, sin carrito. Se llama Jennifer Fajardo Arrobo".
- ?Es rubia, trigue?a?
- "No, es morena, con el pelito rizado".
- ?La llevaba en cochecito?
- "No, la vest¨ªa con una casaquita rosa", comenta con los ojos detenidos en un punto detr¨¢s de los ojos de quien la mira. Es un gesto grave, de tristeza.
- "Busquen a mi hijita, por favor".
Un hombre maduro coge su mano. "La estamos buscando, le dice".
Ella le pide el tel¨¦fono m¨®vil para informar a su marido.
"Milton, cari?o", le dice conmovida, "no encuentro a la ni?a, viajaba en mis brazos... Qu¨¦ pena tan grande".
"?D¨®nde estoy? No lo s¨¦. Un se?or ac¨¢ dice que es un polideportivo, pero yo no lo s¨¦...".
Los traslados de los heridos se realizan con extrema lentitud. No hay asomo de coordinaci¨®n. Hasta pasadas las diez, no comienzan a llegar camillas con ruedas. Las plataformas de asiento de varios bancos met¨¢licos, que alguien, presumiblemente los bomberos, han cortado, sirven para trasladar a algunos heridos.
Nitxa espera casi dos horas hasta que es trasladada a una ambulancia, una vez que lo decide Carlos Blanco, uno de los escasos m¨¦dicos que ha de atender m¨¢s de 70 heridos del atentado -cinco de ellos mueren aqu¨ª-, echados sobre el pavimento del polideportivo.
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