Votemos, alma, votemos
Dijo Pericles que ning¨²n hombre es ¨²til si no participa en los asuntos de la Ciudad. Muestra del talante democr¨¢tico de aquel gran estadista; el cual, sin embargo, fuera de Atenas unos participaban mandando y otros obedeciendo. Principio de todo chanchullo, al estilo de confesado por el pol¨ªtico estadounidense John Adams apenas su pa¨ªs ech¨® a andar: "Donde terminan las elecciones anuales, all¨ª empieza la esclavitud".
Candor, cinismo, escepticismo y sinceridad con respecto a la pol¨ªtica, los encontramos a menudo en boca de los propios pol¨ªticos. "La destreza pol¨ªtica es la capacidad para anticipar qu¨¦ ocurrir¨¢ ma?ana, la semana pr¨®xima, el mes pr¨®ximo y el a?o pr¨®ximo. Y despu¨¦s la capacidad para explicar por qu¨¦ nada de lo dicho ocurri¨®". Lo escribi¨® Churchill, quien, por otra parte, no escatim¨® loas al hombre corriente que se acercaba a las urnas. Por su parte, John F. Kennedy afirm¨® en p¨²blico que "en democracia, la ignorancia de un solo votante perjudica la seguridad de todos". As¨ª pues, todos a votar. Eso tiene su gracia, por decirlo de alg¨²n modo. Sacado de contexto puede significar, por ejemplo, que Kennedy estaba empapado del esp¨ªritu de Pericles. O bien podr¨ªa ser interpretado, en puridad, como una defensa del voto restringido; pues en efecto, ?cu¨¢ntos votantes hay que saben lo que votan? Si para tener derecho de acceso a las urnas hubiera que pasar un laxo y sucinto examen, quedar¨ªa al descubierto que el voto se perpetra. Se elige a un partido y no a otro en contra de los propios intereses y cuando no, es porque nos ha salvado la ignorancia. Si del largo plazo hablamos, los mismos pol¨ªticos y lo que su ¨®rbita contiene -financieros y empresarios incluidos- votan a lo que salga sabi¨¦ndolo o sin saberlo. Un sencillo ejemplo, el PHN. Demos por bueno, y es mucho dar, que no todos los defensores de esta obra fara¨®nica act¨²an movidos por intereses de partido y/o de dinero. Idealismo, amor patrio. Pero ni los expertos se inclinan un¨¢nimemente a favor o en contra. El gran trasvase podr¨ªa resultar una bendici¨®n o una cat¨¢strofe ecol¨®gica. O bien, simplemente, un fiasco econ¨®mico, pues concluida la obra, es perfectamente posible que el recurso a las desaladoras sea ya m¨¢s barato y m¨¢s conveniente en todos los sentidos.
Generalmente, el voto es m¨¢s visceral que otra cosa. Es cuasi org¨¢nico. La indiferencia pol¨ªtica est¨¢ atizada por los medios de comunicaci¨®n, sea el mensaje directamente pol¨ªtico o lo sea de forma indirecta, que es acaso m¨¢s letal pues de eso se trata de reforzar un estado mental preexistente. El votante no se entera y lo atribuimos a una informaci¨®n indigente y distorsionada y a las muchas tentaciones con las que le asalta la sociedad de consumo. Todo eso es cierto, pero no es toda la verdad; pues para fomentar esa actitud, se cuenta ya con la argamasa. En gran parte, uno no se entera porque no se quiere enterar, as¨ª como el mayor hipocondr¨ªaco no es el que va de m¨¦dico en m¨¦dico, sino el que evita a los m¨¦dicos por alarmantes que sean los s¨ªntomas que padece. Por eso se ha dicho muchas veces que suele votarse no a favor de alguien sino contra alguien. Una amplia serie de impresiones falsas, de naturaleza instintiva, "obliga" a rehuir a un hombre o a un partido cuyas manifestaciones, bien o mal entendidas, perturban la paz interior. Se mata al mensajero de un rumor disonante; y si hay m¨¢s de un rumor de parecida intensidad y disonancia, uno se abstiene y oyendo o desoyendo a su conciencia no acude a las urnas. Caben gradaciones y matices, por supuesto, pero todo da en lo mismo. Nos hacen y nos deshacemos en proporci¨®n m¨¢s o menos incuantificable. El hombre es un animal pol¨ªtico por naturaleza, seg¨²n dijo Arist¨®teles, dando por sentado que el Estado es una creaci¨®n natural; pero eso no es incompatible con el hecho de que la pol¨ªtica, en los estados democr¨¢ticos, se sustente sobre la inopia de la gran mayor¨ªa de los electores.
La mentira le es tan necesaria al pol¨ªtico como el agua al pez. No habr¨ªa que esperar de ¨¦l que diga siempre la verdad, pues as¨ª no se llega ni a alcalde de una aldea. S¨ª cabe esperar que sepa mentir y que mienta por la causa en la que crea, siempre que ¨¦sta no sea obviamente inmoral y siempre que no se haga de ella un dogma. Tomemos un ejemplo cercano, el de Gerardo Camps, consejero de econom¨ªa de la CV. Seg¨²n la Universidad de Valencia, nuestra econom¨ªa auton¨®mica atraviesa una importante crisis. Varios sectores intensivos en mano de obra (mueble, cer¨¢mico, calzado, textil...) no pueden competir con la llamada "factor¨ªa del mundo", China y otros pa¨ªses cuyos salarios son de miseria, La productividad de nuestro tejido industrial es baja, pues hemos invertido poco en investigaci¨®n, desarrollo e innovaci¨®n. Pues bien, Gerardo Camps, pol¨ªtico y buen economista, niega la mayor, sin duda para calmar la ansiedad del empresariado y tambi¨¦n por razones pol¨ªticas. ?Sin duda? ?C¨®mo saberlo? Parece muy seguro de s¨ª mismo. "Estamos en un momento de clara expansi¨®n y la econom¨ªa valenciana crece a buen ritmo". Admite problemas (de los que s¨®lo he citado algunos) pero afirma que son coyunturales. ?Qu¨¦ pensar¨ªa el electorado si leyera? Seg¨²n el consejero, nuestros grandes clientes, Francia y Alemania, est¨¢n saliendo de su larga crisis. Qu¨¦ m¨¢s quisi¨¦ramos, por nosotros y por ellos. De momento, siguen en el pozo y sus econom¨ªas especialmente la alemana descansan sobre las exportaciones, contrariamente a la estadounidense, basada en el consumo interno. ?A qu¨¦ ritmo habr¨¢n de crecer nuestros clientes para permitirse el lujo de importar como anta?o? "Se aproxima una fase de estabilidad en la recuperaci¨®n del d¨®lar...". Primero los expertos dijeron que la ¨ªnfulas del euro le sentaban fatal a las mayores econom¨ªas europeas, luego que "la debilidad del d¨®lar empieza a gustar" y cuando el d¨®lar se puso a 1,28 euros cundi¨® la alarma, pero el BCE, se mantuvo terne y no baj¨® los tipos de inter¨¦s. La volatilidad de este mercado de divisas parece que va a durar, porque Estados Unidos necesita imperiosamente equilibrar una balanza de pagos desmadrada. Pero Camps no puede (no debe) mentir si sabe que vamos al matadero. ?Pol¨ªtica contra toda evidencia o sabidur¨ªa econ¨®mica que a nosotros se nos escapa? Ojal¨¢ fuera esto ¨²ltimo, que no est¨¢ el horno para bollos.
Entre tanto, votemos, alma, votemos.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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