La 'guerra en red' de Al Qaeda
La Primera Guerra Mundial culmin¨® el modelo b¨¦lico tradicional de la guerra de frentes que los armamentos desarrollados a lo largo del siglo XIX, especialmente en el campo de la artiller¨ªa (por los alemanes) y de las ametralladoras (por los brit¨¢nicos), hab¨ªan hecho posible. Era, en cierto modo, una guerra est¨¢tica que tuvo su paradigma en el prolongado y sangriento estancamiento de frentes en la batalla de Verd¨²n. Por sus caracter¨ªsticas estrat¨¦gicas y t¨¦cnicas, la Primera Guerra Mundial fue, de hecho, la ¨²ltima guerra del siglo XIX. Distinto fue el caso de la Segunda Guerra Mundial, pues la blitzkrieg de los ej¨¦rcitos alemanes fue todo menos est¨¢tica y el estancamiento no lleg¨® hasta las puertas de Stalingrado, que dio una inflexi¨®n decisiva a la guerra. Ni lo fue la invasi¨®n aliada de Italia desde Sicilia, ni la campa?a norteafricana, ni la guerra del Pac¨ªfico. Fue, adem¨¢s, a diferencia de la Gran Guerra (?qu¨¦ hip¨¦rbole tan rid¨ªcula, a partir de lo visto despu¨¦s!), una guerra universal o planetaria, que afect¨® a los cinco continentes, aunque el continente americano se vio libre de bombardeos. Fue, propiamente, una guerra multifrontal que desbord¨® los escenarios acotados en la anterior. Este modelo s¨®lo pod¨ªa superarse con la imaginaci¨®n fantacient¨ªfica de una guerra de los mundos, al estilo de Orson Welles, o bien con una guerra en red. El conflicto c¨®smico no ha tenido lugar, felizmente, pero estamos ya inmersos, casi sin habernos enterado, en una guerra en red.
Despu¨¦s de que Manuel Castells nos haya ilustrado convincentemente acerca de la sociedad-red y del Estado-red, no es raro que haya surgido el modelo b¨¦lico de la guerra en red, a la altura de los nuevos tiempos. Y lo curioso es que no haya brotado de ¨¦lites tecnol¨®gicas muy sofisticadas, sino en el seno de una cultura preindustrial y de una secta isl¨¢mica tan conservadora y antimodernista como la wahhab¨ª, fundada en el siglo XVIII por Muhammad ibn Abd al-Wahhab y cuya ala m¨¢s intransigente y militarizada lidera hoy Osama Bin Laden desde una cueva oscura de Afganist¨¢n.
Es cierto que la estructura de la guerra en red hab¨ªa sido ensayada desde mucho antes y, por no salir de Asia, recordemos la estructura en red de las famosas tr¨ªadas chinas, que desempe?aron su papel en la guerra de los b¨®xers contra la dominaci¨®n colonial de Occidente. La estructura tri¨¢dica constituye un modelo expansivo dotado de relativa seguridad, que crece como las c¨¦lulas cancerosas en el tejido org¨¢nico, infiltr¨¢ndose eficazmente y de modo sordo en el cuerpo social. Espero que nadie se escandalice si establezco un parang¨®n entre esta estructura en red y la estructura comunicativa de Internet, con sus nodos de conexi¨®n, su capilaridad y su capacidad expansiva de car¨¢cter exponencial. De hecho, Al Qaeda, que significa en ¨¢rabe la base, parece una r¨¦plica organizativa de tipo medieval a la modernidad estructural del ciberespacio global. Su globalidad no pasa por una red de fibra ¨®ptica, sino por los contactos fugaces y capilares en Salou, Hamburgo o Miami. Se trata de una estructura propia de la sociedad de la movilidad, que tanto ha glosado Virilio y que desmiente a Negroponte, cuando nos asegura con ingenuo tecnocentrismo que la movilidad de los bits ha reemplazado hoy definitivamente a la movilidad de las mol¨¦culas. En este modelo, la tradicional guerra de frentes ha sido sustituida por la guerra multipolar, por la intervenci¨®n local sorpresiva, por la incursi¨®n invisible, por el salto instant¨¢neo sobre objetivos juzgados como enemigos (?son enemigos los trabajadores que viajan en un tren en direcci¨®n a su destino laboral?).
Las potencias occidentales, de fundamentaci¨®n hist¨®rica cristiana y jud¨ªa, est¨¢n intentando defenderse contra el reto insidioso de la guerra en red del islamismo radical con ofensivas de tipo militar (como la de Afganist¨¢n), policial, diplom¨¢tico, financiero y medi¨¢tico. Pero no se han decidido a iniciar una ofensiva cultural que, aunque la m¨¢s lenta en resultados, es la m¨¢s segura a largo plazo. Si contemplamos la historia reciente de Turqu¨ªa, veremos c¨®mo Kemal Ataturk cre¨® un Estado republicano laico y moderno no s¨®lo gracias al poder militar, sino sobre todo gracias a su revoluci¨®n cultural. No s¨®lo aboli¨® un sultanato isl¨¢mico de corte teocr¨¢tico, sino que reform¨® las escuelas, emancip¨® a la mujer y tom¨® una serie de medidas culturales que hicieron saltar al pa¨ªs de su medievalismo hacia la modernidad, cambio que ha hecho posible su candidatura actual a la Uni¨®n Europea.
La guerra en red tambi¨¦n es un eco de la deslocalizaci¨®n tan de moda en el mundo moderno de los negocios. En realidad, en esta era de la globalizaci¨®n, su territorio es necesariamente el territorio deslocalizado de sus objetivos m¨®viles, dispersos y oportunistas. Al ciberespacio virtual han opuesto una actualizaci¨®n de la alfombra persa voladora, que hoy est¨¢ aqu¨ª y ma?ana est¨¢ all¨ª, atravesando fronteras de modo opaco e invisible.
En definitiva, en el tablero mundial aparecen ahora enfrentadas dos estrategias opuestas, la de la frontalidad y la de la capilaridad en red. La segunda tiene mayores connotaciones religiosas, pues es congruente con la relaci¨®n personalizada del individuo con su Dios/Al¨¢, aunque pretenda imponer por la fuerza sus convicciones teocr¨¢ticas a las masas. La primera es m¨¢s torpe de movimientos y menos el¨¢stica. Y, sobre todo, no ha comprendido que la gran batalla contra el fanatismo se resolver¨¢, sobre todo, en el terreno de la confrontaci¨®n cultural.
Rom¨¢n Gubern es catedr¨¢tico de Comunicaci¨®n Audiovisual de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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