Por qui¨¦n doblan las campanas
Doce horas antes de saltar por los aires los trenes de la muerte, me dirig¨ªa desde la estaci¨®n de Atocha al C¨ªrculo de Bellas Artes, en el centro de Madrid, para asistir a unas jornadas organizadas por Le Monde Diplomatique sobre el escenario pol¨ªtico internacional dominado por la amenaza terrorista. Madrid se inmovilizaba para ver, unos en el estadio de f¨²tbol y otros desde sus casas, el encuentro de su equipo con el de M¨²nich. Sin embargo, en Bellas Artes no quedaba un solo asiento libre y el p¨²blico (m¨¢s de 350 personas), en su mayor¨ªa joven, parec¨ªa m¨¢s impaciente por escuchar las opiniones de los ponentes que por contabilizar los goles del partido. Aqu¨ª estaban Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, Sami Na?r (catedr¨¢tico de la Universidad Carlos III) y Francisco Jarauta (Catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de Murcia) dispuestos a analizar, una vez fueron presentados por el valenciano Farr¨¢n Montesa (director de la edici¨®n en espa?ol de Le Monde Diplomatique), algunas consecuencias alarmantes en el resto del planeta de la pol¨ªtica exterior estadounidense.
El destino del planeta est¨¢ en manos de 500 millones de seres privilegiados que necesitan expoliar el patrimonio de todos, las riquezas y reservas naturales. Los dem¨¢s cuentan muy poco
Le Monde Diplomatique dedica la casi totalidad de sus p¨¢ginas de la edici¨®n de marzo al tema del terrorismo, la inseguridad y crisis generalizada en el mundo del trabajo, la producci¨®n, las finanzas y las relaciones sociales. La onda expansiva de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York actuaron como una piedra arrojada en un estanque, y esas ondas se ensanchan de una forma continua e imparable. S¨ª, un d¨ªa 11 al otro lado del Atl¨¢ntico, y tambi¨¦n un d¨ªa 11 a este lado del Atl¨¢ntico. Curiosa coincidencia.
Pero todos los reunidos ignor¨¢bamos el d¨ªa 10 lo que ocurrir¨ªa el d¨ªa siguiente. Ignacio Ramonet cerr¨® las intervenciones que ¨¦l mismo hab¨ªa abierto con una reflexi¨®n derivada de un art¨ªculo fat¨ªdicamente premonitorio titulado Antiterrorismo: "El terrorismo constituye una forma de lucha particularmente abyecta, dado que tiene como v¨ªctimas a civiles no combatientes. Ninguna causa, por justa que sea, justifica el recurso a ese despreciable m¨¦todo. Los atentados del 11 de septiembre de 2001, al igual que los mas recientes de Casablanca, Riad, Estambul, Mosc¨², Haifa o Jerusal¨¦n, solo pueden despertar repugnancia y aversi¨®n. Lo mismo que el empleo de ciertos gobiernos del 'terrorismo de Estado' a manera de represalia".
Y detallaba luego algunos excesos de los muchos perpetrados por el gobierno de George W. Bush. Ahora, en su exposici¨®n ante el p¨²blico reunido en Madrid, horas antes de que los trenes de la muerte sembraran de cad¨¢veres la capital de Espa?a, hablaba Ramonet de la guerra global desatada por los Estados Unidos en diversos frentes: el econ¨®mico, sin el que se hace imposible el expansionismo, el tecnol¨®gico, el social (socavando los cimientos mismos del Estado de Bienestar) y los frentes ecol¨®gico e ideol¨®gico sin olvidar, por supuesto, el frente abiertamente militar.
Una pol¨ªtica globalizadora en manos de una administraci¨®n marcada por el mesianismo, ebria de guerras preventivas, precisaba marginar a las Naciones Unidas. ?Para qu¨¦ otra ley ni otro polic¨ªa cuando el gran ordenador central de Washington marca objetivos, elabora programas y los ejecuta a la perfecci¨®n? quitemos, pues, palos atravesados en las ruedas del carro.
Y luego el mensaje de un pensamiento ¨²nico: si no est¨¢s conmigo, est¨¢s contra m¨ª.
Para Sami Na?r, que conoce Oriente medio como la palma de su mano, la meta de Bush no es otra que el control de todo el Mediterr¨¢neo, de norte a sur. Y no se limita a las aguas internacionales de este mar por el que desfilan incesantemente los buques de la VI Flota. Se refiere a control y la dominaci¨®n de los pa¨ªses ribere?os, tierra adentro.
Por su parte, el fil¨®sofo Jarauta ha entendido la nueva democracia exportada a la fuerza por los norteamericanos como un teatro en el que pocos, pero muy astutos actores, representan una obra en el vac¨ªo, es decir, sin representados. O lo que es lo mismo: nadie alcanza a ver nada a este lado del tel¨®n. La democracia se adultera y se reduce a una abstracci¨®n que en boca de los manipuladores, sin contenido expl¨ªcito alguno, es nada. Y as¨ª, el actor no habla, solo gesticula en el circo medi¨¢tico.
El destino del planeta est¨¢ hoy -¨¦sta parec¨ªa ser la conclusi¨®n- en manos de 500 millones de seres privilegiados que necesitan expoliar el patrimonio de todos, las riquezas y reservas naturales. Los dem¨¢s habitantes cuentan muy poco. De manera que podr¨ªamos preguntarnos si acaso es mejor ser un pa¨ªs sin recursos (petr¨®leo, gas) que disponer de ellos en abundancia para acabar siendo despose¨ªdo por la rapi?a de los poderosos. Un hambriento, en el sentido literal del t¨¦rmino, carece de energ¨ªas para algo m¨¢s que no sea extender la mano mendigando una moneda que unas veces recibir¨¢ como limosna y otras recibir¨¢ como un soborno.
Y horas m¨¢s tarde, a dos pasos de all¨ª, los trenes por los aires. En mi cabeza se juntaron y descoyuntaron frases terribles pronunciadas por el presidente Aznar cuando en uno de sus arrebatos de megaloman¨ªa se ufan¨®, tiempo atr¨¢s, de haber sacado a Espa?a del rinc¨®n de la Historia. Y vinieron a mi memoria frases de la oposici¨®n advirtiendo de mil modos que la guerra de Bush en Irak, respaldada con servil entusiasmo de mayordomo, era una guerra ilegal. Y la gente gritaba -c¨®mo olvidarlo- no a la guerra, pero Aznar deseaba reunirse en las Azores con los dos grandes capitanes para formar un tercio y atraer as¨ª una nueva amenaza terrorista, quiz¨¢ mucho m¨¢s letal, a nuestro arrinconado pa¨ªs, castigado desde hace demasiados a?os por el terrorismo de ETA.
Si ha sido esta vieja banda la autora material de la matanza, como si ha sido la nueva banda que antes o despu¨¦s puede hacer presencia en este rinc¨®n que somos de la Historia, importa poco a la hora de hacer balance del dolor de las v¨ªctimas y de su saldo tan elevado de muertes.
"Nadie puede dormir ya en el tren, vamos en silencio y aterrados", dijo sollozando una muchacha en un convoy semivac¨ªo al d¨ªa siguiente de la masacre. Ahora subir¨¢ siempre con miedo, y muy triste, pero tiene que seguir subiendo al mismo tren para acudir a su trabajo.
Los mismos que en las ventanas de sus modestas viviendas de la periferia de Madrid colgaron un d¨ªa carteles de no a la guerra, han pintado ahora otra leyenda que muestran temblorosos al mundo entero. Es un interrogante, el ¨²nico interrogante posible, despu¨¦s de saber por qui¨¦n doblan las campanas: ?por qu¨¦ nos ocurre esto a nosotros? ?qui¨¦n nos lo hace?
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