El extra?amiento perpetuo
Argentina siente como propio el dolor que provocaron los terroristas en Madrid
Si la avenida de Mayo de Buenos Aires se vaciara ahora del dolor que la impregna, si se limpiaran sus escaparates de banderas espa?olas y crespones negros, si la multitud que se api?aba desde una acera a la otra durante el acto del pasado viernes se desvaneciera junto con los coches, el bullicio de los p¨¢jaros y las primeras hojas secas del pr¨®ximo oto?o, si s¨®lo quedara de pie en medio del atronador silencio el cuerpo de ese hombre reducido a huesos, orgulloso, de 85 a?os, con su melena blanca de le¨®n anciano, los ojos l¨ªquidos asomados a las bolsas prominentes, su historia bastar¨ªa para contar c¨®mo la vida zurci¨® con su misterioso hilo la transatl¨¢ntica distancia entre Argentina y Espa?a.
Luis Alberto Quesada estaba all¨ª como tantas otras veces. Ciudadano de todas las causas antifascistas, tom¨® las armas a los 16 a?os para combatir en defensa de la Rep¨²blica, pas¨® por los campos de concentraci¨®n en Francia, luch¨® y conspir¨® contra los nazis, regres¨® clandestinamente a Espa?a, le detuvieron, acusaron, torturaron, encarcelaron y, finalmente, fue condenado a muerte. Argentina le salv¨® la vida.
Quesada hab¨ªa nacido en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires. Hijo de andaluces, sus padres regresaron a Espa?a cuando el ni?o ten¨ªa tres a?os. Las denuncias de los intelectuales espa?oles y argentinos que ya resid¨ªan en Buenos Aires y los reclamos pol¨ªticos lograron que, finalmente, el r¨¦gimen de Franco reemplazara la pena de muerte por la de "extra?amiento perpetuo" y le expulsaran del pa¨ªs.
Ya en Argentina, el escritor, poeta y militante Quesada combati¨® a las dictaduras militares y particip¨® activamente en todas las manifestaciones en defensa de los derechos humanos. Cuando Espa?a recuper¨® sus libertades democr¨¢ticas le indultaron la pena y le devolvieron la nacionalidad espa?ola. El viernes estaba all¨ª, en la manifestaci¨®n convocada para mostrar el apoyo de los argentinos a las v¨ªctimas de los atentados de Madrid. Escuch¨® a la actriz Norma Aleandro decir: "Abrazamos al pueblo espa?ol y a las familias de cada una de las v¨ªctimas. Para cada una de esas familias el mundo se vino abajo, como se vino abajo en nuestras casas argentinas al escuchar la noticia". Y se sinti¨® abrazado por las palabras.
La senadora Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner, esposa del presidente, el Gabinete de ministros en pleno, los l¨ªderes de la oposici¨®n, los jefes de gobierno de la ciudad. Todos estaban all¨ª, en el palco de autoridades y junto a los ciudadanos. Los funcionarios de la Embajada espa?ola recibieron miles de mensajes de condolencia. Las l¨ªneas se colapsaron. A las puertas del edificio, alguien coloc¨® un primer ramo de flores. Las cintas del luto tocaban todos los comercios de la avenida de Mayo, la llamada Gran V¨ªa de Buenos Aires. Los recuerdos tambi¨¦n estaban all¨ª, en las esquinas desde donde se segu¨ªan las noticias de la Guerra Civil; en el hotel Castelar, donde se aloj¨® Garc¨ªa Lorca; el teatro Avenida, donde se consagr¨® Miguel de Molina; la tertulia del caf¨¦ Tortoni, en el restaurante Hispano...
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