El horror, de cerca / 2
Como la mayor¨ªa de las personas que tienen coraz¨®n, sentimientos, que desean vivir en paz, yo tampoco he podido dormir la noche del 11 de marzo. Siempre la misma pregunta: ?por qu¨¦? Ninguna respuesta. ?Para qu¨¦? Tampoco. No puedo entender nada.
A las 7.40 horas de ese d¨ªa, en un intervalo de dos segundos, dos explosiones atronadoras. A¨²n me encontraba en casa. De repente todo se torn¨® gris, oscuro, hay humo, mucho humo, huele a goma quemada ?Qu¨¦ pasa? En principio no me imagin¨¦ que era un atentado. Me asomo a la ventana y veo c¨®mo hombres, mujeres, j¨®venes con sus mochilas salen de los vagones, atraviesan las v¨ªas, gritan, est¨¢n desconcertados, desorientados, van sin rumbo, huyendo del horror.
Ruidos de ambulancias, muchas ambulancias, el sonido de la muerte. Empiezo a ser consciente de que es un atentado. Me acerco al lugar del suceso por si se pod¨ªa ayudar: mantas, agua, lo que fuera; lo que pod¨ªamos ofrecer era muy poco, poqu¨ªsimo, ante la magnitud de tanta tragedia. Me quedo fr¨ªa, paralizada. ?Estar¨ªa so?ando? ?Era una pel¨ªcula lo que estaba viendo?
Desgraciadamente, todo era real, demasiado real. Los vecinos que est¨¢bamos all¨ª no habl¨¢bamos. Nuestras caras, nuestros ojos, nuestras miradas, esas l¨¢grimas tan amargas, gritaban de dolor, de impotencia. Vagones destrozados, decenas de personas eran sacadas de esa trampa mortal que unos desalmados hab¨ªan preparado para causar el terror, el p¨¢nico, la muerte. Sobraban las palabras.
Y me pregunto: ?por qu¨¦? ?Por qu¨¦ tenemos que sufrir a la fuerza por culpa de gente con coraz¨®n de hielo, de hierro, fr¨ªos como t¨¦mpanos ante la desgracia ajena? ?C¨®mo aprender a vivir sin odio hacia los asesinos que, sean quienes sean, disponen libremente de la vida de los dem¨¢s?
Espero y deseo que despu¨¦s de que pase un tiempo de este desgraciado 11 de marzo nunca lo olvidemos y cada acto que se cometa de este tipo nos deje una huella. Una huella imborrable que haga posible que haya paz en el futuro de todos.
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