La rebeli¨®n de la ciudadan¨ªa
Los ciudadanos fuimos a las urnas. La aburrida democracia que recetaba Barbara P. Salomon se ha convertido en la revuelta ciudadana que ejerce sus derechos, corrige arrogancias, advierte de excesos y recuerda que el ¨²nico r¨¦gimen leg¨ªtimo es la democracia.
Comenzamos a ser normales, aun en la tragedia. S¨®lo queremos verdad; algo tan sencillo como la verdad en su desnuda crudeza. Esta vez no nos enga?aron. Los tel¨¦fonos m¨®viles, los correos electr¨®nicos, la capacidad de acceder a la informaci¨®n m¨¢s all¨¢ de los ep¨ªgonos del r¨¦gimen ¨²nico, impidieron la gran mentira. Con estos medios, la noche del 23 de febrero de 1981, se me antoja, no se hubiera producido. No es el caso, pero tentaciones hubo estos d¨ªas de manipular, distraer, y aun de objetar cualquier protesta o pregunta por obvia que fuera. El autogolpe, desde las convenciones democr¨¢ticas est¨¢ en los manuales. Y visto lo actuado por m¨¢s de uno de "nuestros aliados" hubiera encontrado cobijo cualquier patra?a. Hay antecedentes. Y habr¨¢ consecuencias, como la de explicar el amasijo de intoxicaciones que alcanz¨® al propio Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Las elecciones del 14 de marzo dan un vencedor, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y el Partido Socialista. Y ning¨²n cheque en blanco, si vale la expresi¨®n. Como en las elecciones catalanas de 16 de noviembre, las combinaciones son posibles, y entramos, todos, en la normalidad m¨¢s democr¨¢tica. Esto es, que los pactos son necesarios, que la concertaci¨®n es la norma, y que el "blanco o negro" es s¨®lo el recuerdo del NO-DO y, por supuesto, de decenas de filmes entra?ables.
De tal suerte que gobiernos s¨®lidos, pese a los pron¨®sticos de algunos agoreros que s¨®lo auguraron fracasos pueden resultar ser los de la Catalunya de Maragall, y la Andaluc¨ªa revalidada de Chaves. Una posible alianza estrat¨¦gica que concierta a la mayor¨ªa de los ciudadanos de Espa?a, por cierto. El peso demogr¨¢fico no es lo ¨²nico; conviene retener tambi¨¦n el pol¨ªtico, frente al unitarismo derrotado o ante las voces disonantes de quienes no creyeron que la piel de toro es algo m¨¢s que la coyunda joseantoniano-falangista y alguna torcida interpretaci¨®n de Indalecio Prieto.
Un gobierno del cambio no solo es posible, y lo es por la voluntad soberana de la ciudadan¨ªa. Es adem¨¢s necesario. Para condenar la mentira, para condenar el que "todo vale". A esto hemos dicho no, con la serena energ¨ªa de una participaci¨®n ejemplar, y tambi¨¦n con las voces m¨¢s j¨®venes, entra?ables, y antiguas a la vez, de quienes no cre¨ªmos, nunca, que alguien pudiera pensar por nosotros. Al cabo, la factura de la guerra in¨ªcua, ilegal, y contraria a la tradici¨®n europea, ilustrada, kantiana, se ha representado en la mayor tragedia espa?ola desde la misma sinraz¨®n con que se liquidara la experiencia y las ilusiones republicanas. La historia no se repite. Algunos irresponsables, iletrados y falsarios pretendieron lo contrario. Sobre ellos recae la responsabilidad, y no ante ning¨²n dios ni historia alguna. Este horrible chapapote, como el otro, es suyo. Como el desprecio por el territorio y las ciudades, por la salud o la educaci¨®n de la ciudadan¨ªa. Pagaron lo suyo, si as¨ª cabe decir, en los Idus de este marzo triste y de rabia.
El nuevo gobierno requiere del di¨¢logo como instrumento. Del compromiso como norma. Y de echar sobre la mesa todos los problemas que realmente conciernen a la ciudadan¨ªa. Desde la transparencia siempre. Y en todo caso con la complicidad de la ciudadan¨ªa rebelde contra pron¨®stico que le a¨²pa al poder.
La Espa?a real, solidaria, que nos ha hecho a todos ciudadanos de Madrid el 11 de marzo, es una Espa?a plural. De nuestros antiguos pueblos, de los que nos sentimos orgullosos en sus virtudes y defectos, y de quienes se acercan en busca de libertad, de trabajo, de bienestar, como hicieran nuestras gentes hasta hace bien pocos a?os de Argelia a Alemania. As¨ª lo ha entendido la ciudadan¨ªa vasca, reponiendo a los socialistas en un lugar secular que puede competir con su adversario hist¨®rico, el nacionalismo democr¨¢tico vasco. As¨ª la ciudadan¨ªa catalana, reforzando el gobierno legal, leg¨ªtimo, y eficiente pese al acoso de los de siempre.
Una historia mixtificada, ajena al rigor, ha permitido este largo par¨¦ntesis de ocho a?os. Dej¨¦moslo por ahora en pesadilla, y alegr¨¦monos en lo apasionante y complicado, en libertad, que va a ser el gobierno de progreso que se anuncia para Espa?a. Habr¨¢ ¨¦ste de corresponder a una comparecencia democr¨¢tica en las urnas sin apenas precedentes.
Que retome el camino perdido en Investigaci¨®n, en Desarrollo e Innovaci¨®n. Que condene a las cavernas de donde no debieron emerger a quienes han obstaculizado la renovaci¨®n del tejido productivo, condenado a la inanici¨®n a las peque?as y medianas empresas, han saqueado sin compasi¨®n el territorio y el medio natural o impiden que progrese el cuidado de nuestra salud. En definitiva, reemprender la senda de progreso que merece nuestra gente, desde el uso razonable de los recursos, del agua o las infraestructuras, y que garantice el di¨¢logo con todas nuestras gentes, tan diversas como solidarias.
Y por supuesto con la tranquilidad que anunci¨®, hace casi cuatro a?os, Zapatero, que desde joven experiencia acumul¨® lustros para renovar el mensaje socialista y democr¨¢tico del pa¨ªs.
Y esto es para todos, que tiempo habr¨¢ de verificar lo ocurrido y por ocurrir en la Comunidad Valenciana...
Ricard P¨¦rez Casado es doctor en Historia.
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