Emocionante
Est¨¢bamos acostumbrados a poner la tele en la hora perezosa de la siesta o en esas horas nocturnas de derrumbe y asistir a la verborrea de gente sin fuste, gente que no parece tener ning¨²n proyecto en la vida salvo ser famosa por el morro. Est¨¢bamos tan conformes con asistir a diario al espect¨¢culo de la estupidez que, inconscientemente, nos hab¨ªamos ido convenciendo de que Espa?a era, en parte, ese pa¨ªs de cazurros que a diario aparec¨ªan en pantalla. De pronto, sucedi¨® lo inesperado (aunque en el fondo no fuera tan imprevisible, ya que Madrid estaba en el punto de mira de unos y otros asesinos) y nos pegamos al televisor para intentar asimilar lo que estaba pasando, y empezamos a ver y escuchar a personajes que nos parecieron de un pa¨ªs distinto, mejor: personas con conocimientos m¨¦dicos, psicol¨®gicos, asistentes sociales, h¨¦roes por accidente; v¨ªctimas que hablan con la mirada perdida y se consuelan narrando, todav¨ªa sin dar cr¨¦dito, aquellos primeros momentos que permanecer¨¢n a¨²n mucho tiempo cruelmente presentes, como si a cada instante el horror sucediera de nuevo. Te emocionas hasta las l¨¢grimas, no s¨®lo por ver tu querida ciudad herida, no s¨®lo por imaginar que en tu estaci¨®n de Atocha, en ese cruce de caminos de ciudadanos del mundo entero, ha estallado el horror, te emocionas tambi¨¦n al comprobar la profesionalidad y la falta de histeria (que leg¨ªtimamente podr¨ªa haber existido) con que actuaron cada uno de los actores de esta historia; una eficacia y rapidez que dejar¨ªa mudos a los profesionales americanos que tuvieron que hacerse cargo del 11-S. Te emocionas al ver lo bien que se expresan, al escuchar las palabras de cualquiera de ellos, de Javier Quiroga, por ejemplo, del Samur, que fue el encargado de llamar a las familias y comunicarles lo peor y que ahora mira a la c¨¢mara y da el p¨¦same a todos ellos con una contenci¨®n dolorida. Te emocionas y piensas qu¨¦ bien han trabajado, con cu¨¢nto compromiso, como si los muertos fueran sus hijos, sus parejas, sus padres. Y qu¨¦ bien lo cuentan en un castellano digno y educado. Qu¨¦ alegr¨ªa escuchar a ciudadanos normales, que te ense?an cosas de la vida. Esta irrupci¨®n de la realidad deber¨ªa hacer reflexionar a profesionales de un medio tan popular como la televisi¨®n. Porque no siempre las moscas vamos a la mierda.
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