"Personas, gente"
"Personas, gente". As¨ª se refiere Mariano Rajoy a quienes el pasado s¨¢bado salieron a la calle a exigir al Gobierno, antes de las elecciones generales, la verdad sobre la autor¨ªa de los atentados de Madrid. Lo dice con puntos suspensivos porque sugiere que alguien manejaba en la sombra los hilos de esa protesta espont¨¢nea. No se da cuenta Rajoy de que, al menos por una vez, sus palabras no podr¨ªan ser m¨¢s precisas. Pues, efectivamente, "personas, gente" (aunque sin tanto punto suspensivo), cuya consigna era Paz, fue lo que se congreg¨® en la calle G¨¦nova, y despu¨¦s en Sol, en Atocha, frente al Congreso de los Diputados, durante toda la noche. Personas indignadas, gente harta. Espantados por unos atentados previsibles porque, cuando Aznar nos llev¨® por la fuerza a la guerra de Irak, un nuevo terrorismo nos amenaz¨®. Se lo dijimos muchas personas, mucha gente, cuando salimos a manifestar nuestro No a la guerra. Un 90% de la poblaci¨®n estaba en contra. Pero Aznar, en su infinita melagoman¨ªa de Cincinato tejano con los pies en la mesa, hizo o¨ªdos sordos. Y ahora son "personas, gente" quienes, si no han muerto, se han quedado sordos por la onda expansiva de las bombas. "Personas, gente" como la que mor¨ªa o quedaba mutilada y sorda cuando bombardeaban Bagdad. Contra ese espanto nos manifest¨¢bamos, entonces y ahora. ?O es que el ni?o iraqu¨ª sin brazos, que despu¨¦s pasearon por las televisiones con camisa y corbatita, en una escalofriante manipulaci¨®n final de su humillaci¨®n, vale menos que un ni?o de El Pozo? Esas personas, esta gente, son nuestros "intereses ocultos", se?or Rajoy. Pero si lo que quiere decir es que pretend¨ªamos echarles del Gobierno, tambi¨¦n tiene raz¨®n. Por todo lo anterior. Y por el esc¨¢ndalo posterior: su falta de respeto a los muertos, sus mentiras descaradas, su manipulaci¨®n informativa, ¨¦sa s¨ª electoralista.
Con la satisfacci¨®n de que nuestra reacci¨®n en las calles pudiera haber ayudado a desenmascarar ese atropello, y aun habiendo sufrido la incomprensi¨®n de algunos de los nuestros y hasta recibido rumores de graves aunque veladas amenazas, no pudo haber alegr¨ªa cuando les echamos a patadas de urna, pero s¨ª alivio. Nos quitamos un peso, in¨¦dito en la Espa?a posfranquista, al conseguir desalojar democr¨¢ticamente a los belicistas, a los mentirosos. Pero nos ha costado sangre, la de Madrid y la de Bagdad. Y algo m¨¢s que sangre. El Gobierno del PP ha hecho un uso autoritarista de la mayor¨ªa absoluta, ha ejercido un 'ordeno y mando' soberbio y cuartelario y ha ido imponiendo un estado de censura que ha traspasado sus ¨®rganos y ha impregnado de temor a toda la sociedad y a los medios de comunicaci¨®n. Por primera vez en mucho tiempo se ha vuelto a o¨ªr en las calles el grito de "libertad de expresi¨®n".
Me consta que en el ¨²ltimo a?o ha habido "personas, gente" represaliadas por el ejercicio de este derecho: la cosa estaba muy fea y ning¨²n peri¨®dico, televisi¨®n o radio escap¨® a la censura y, en consecuencia, a la autocensura. Los disidentes pac¨ªficos, los independientes, el pensamiento libre fueron sus v¨ªctimas. Y en los d¨ªas previos al 14-M se intent¨® silenciar a los embajadores, a los periodistas, a los ¨®rganos policiales y judiciales. Busc¨¢bamos informaci¨®n en la BBC, como se hac¨ªa con Franco, porque los medios de comunicaci¨®n enga?aban a una ciudadan¨ªa despreciada o hab¨ªan sido enga?ados a conciencia por el Gobierno: eso se llama golpe de Estado medi¨¢tico, y si a ellos no les gusta esta calificaci¨®n, a nosotros, mucho menos.
Se?ora Del Castillo, el d¨ªa despu¨¦s de las elecciones recib¨ª un SMS (mensaje) de un amigo muy joven. Me dec¨ªa que por primera vez en su vida se sent¨ªa orgulloso de su pa¨ªs ("parece que hay una mayor¨ªa a la que no gustan las dictaduras, ni pol¨ªticas, ni medi¨¢ticas", a?ad¨ªa). Yo, que para mi discutible fortuna ya voy siendo mayorcita, me sent¨ªa muy orgullosa de ¨¦l y de muchos otros a los que vi reaccionar el viernes y el s¨¢bado anteriores a las elecciones. Por nadie se vieron manipulados, sino por ustedes, quiz¨¢ por vez primera asist¨ªan a una representaci¨®n tan evidente y grotesca de su instrumentalizaci¨®n, y sus tel¨¦fonos m¨®viles no pararon de pasar SMS, en una lib¨¦rrima toma de conciencia de sus derechos y sus deberes democr¨¢ticos a la que yo no hab¨ªa asistido antes. Y, en efecto, se?ora Del Castillo, muchas "personas, gente" abstencionista hemos votado: contra usted y los suyos. Quien tendr¨¢ que recordarlo es Zapatero.
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