Tr¨¢mite administrativo del Depor

Noche insulsa de tr¨¢mites administrativos en Riazor, donde el Deportivo se llev¨® el triunfo sin necesidad de buscarlo demasiado. Ante un rival que hab¨ªa claudicado de antemano, el Depor se limit¨® a marcar un golito y a gestionar el choque con el menor esfuerzo posible. La gente se enoj¨® por momentos con la actitud de su equipo, pero no logr¨® nada a cambio. El Depor hab¨ªa salido simplemente a cumplir el horario.

John Toshack regres¨® a un estadio maldito para ¨¦l, donde vivi¨® d¨ªas amargos que marcaron el declive de su hasta entonces exitosa carrera. Riazor recibi¨® con la m¨¢s exquisita indiferencia al gal¨¦s, cuyas oportunidades laborales se reducen ahora a misiones imposibles como la de salvar a este Murcia repleto de viejos legionarios -Esn¨¢ider o Carreras- y que, se le mire por donde se le mire, s¨®lo muestra el horizonte de Segunda. En la desesperada situaci¨®n del Murcia, Toshack regres¨® a sus or¨ªgenes, al 5-3-2 que tan popular hizo en Espa?a y que ya hace a?os que cay¨® en desuso. Para poco m¨¢s sirvi¨® el dibujo al Murcia que para poner en pr¨¢ctica el viejo m¨¦todo de esperar a que suene la flauta. O sea, amontonamiento de gente en las inmediaciones del ¨¢rea propia y, si por fortuna sale un contragolpe, que sea lo que Dios quiera. Ya no resulta muy habitual en la Liga espa?ola, pero Toshack no debi¨® ver otra manera de salir de Riazor lo menos damnificado posible.

Al Deportivo le ocurri¨® lo peor que le puede ocurrir en esos casos al equipo de mayor entidad. El Depor se aburri¨® soberanamente, o, mejor dicho, ya sali¨® aburrido de la caseta. Era ese t¨ªpico partido ante un adversario flojo y en v¨ªsperas de un pomposo duelo europeo (ante el Milan) que suelen reservar los entrenadores para conceder su protagonismo a los meritorios. En el Depor incluso debutaba un jugador, Pablo Amo, que llevaba un a?o y medio esperando una oportunidad as¨ª en la Liga y que se encontr¨® con un choque casi tan c¨®modo como un entrenamiento. Por lo dem¨¢s, la presencia de sangre fresca apenas se not¨® en el aparato circulatorio del Depor, desganado y poco fluido. El cuadro de Irureta se limit¨® a cumplir estrictamente las obligaciones m¨ªnimas, confiado en que la ley del m¨¢s fuerte se impondr¨ªa inexorablemente. Y as¨ª ocurri¨®, al borde ya del descanso, cuando Capdevila culmin¨® una jugada ensayada a la salida de un c¨®rner. El lateral zurdo suele marcar de vez en cuando tantos as¨ª y, antes de lograr el de anoche, lo hab¨ªa perseguido con ah¨ªnco: le anularon otro gol y la madera le repeli¨® un remate.

Tan aburrido como su equipo, el p¨²blico quer¨ªa jarana y reclam¨® la presencia de Djalminha. Todo el mundo sabe que el brasile?o est¨¢ hambriento, pero no tard¨® mucho tiempo en perderse en la inapetencia general. Racaneando f¨²tbol y esfuerzos, el Depor hasta sufri¨® alg¨²n susto, pero se llev¨® sin problemas su triunfito gris y burocr¨¢tico.