Primeras lecciones de Madrid
La guerra. Realmente la guerra. Una guerra extra?a, sin duda. Una guerra sin campo de batalla. Una guerra sin l¨ªnea del frente donde estamos todos, cada uno por su parte y en su piel, una especie de frente por s¨ª mismo. Una guerra de un tipo nuevo. Una guerra despu¨¦s de la guerra seg¨²n Clausewitz y todos los te¨®ricos cl¨¢sicos de la guerra tradicional. Una guerra en la que, por primera vez, el adversario no pide nada, no tiene fines declarados y permanece sin rostro, inasible. Una guerra por nada. Una guerra nihilista. Pero una guerra, al fin y al cabo. ?Qui¨¦n puede dudar hoy que estamos, m¨¢s que nunca, y sin haberlo querido, en guerra? ?Qui¨¦n puede ignorar que esta guerra a¨²n no ha llegado a los extremos de su l¨®gica, de sus armas virtuales?
Europa. Eran numerosos los que, en Europa, pensaron que el 11-S era una guerra estadounidense que no nos concern¨ªa m¨¢s que de lejos. Pues bien, error, evidentemente. Terrible y burdo error. Era con la democracia, y no con Estados Unidos, con quien la hab¨ªa tomado Al Qaeda. O m¨¢s bien con Estados Unidos, s¨ª, pero en cuanto s¨ªmbolo del sue?o, de la civilizaci¨®n, de los democr¨¢ticos. Hoy, la otra encarnaci¨®n del sue?o. Hoy, esta vieja Europa que en opini¨®n de los terroristas no es m¨¢s que la otra cara de la "noticia". Europa, para Al Qaeda, es Estados Unidos, pero m¨¢s fr¨¢gil. Londres, Mil¨¢n, Par¨ªs, son Nueva York, la misma Nueva York, aunque a¨²n m¨¢s abierta y, por lo tanto, m¨¢s vulnerable. Por eso los europeos est¨¢n hoy en el coraz¨®n de la tormenta terrorista. Por eso el pr¨®ximo atentado tendr¨¢ lugar probablemente no en Jerusal¨¦n o Boston, sino en una de las grandes ciudades de Europa.
Irak. Otro error. Otra a?agaza. Y para los listillos que unos d¨ªas despu¨¦s se tranquilizaban repitiendo "todo esto son las consecuencias de la guerra de Irak; Aznar no ha hecho m¨¢s que pagar su postura de lacayo de Bush en la guerra de Irak"; para el munichismo espont¨¢neo de quienes se frotaban las manos pensando "Europa, de acuerdo. Pero hay Europa y Europa. Qu¨¦ inspirados estuvimos al mantenernos al margen de la aventura", feas sorpresas en perspectiva. Por mi parte, yo no he cambiado de opini¨®n sobre el inmenso absurdo que fue esta guerra de Irak. Pero esto, no hay que cansarse de repetirlo, no tiene relaci¨®n con eso. Y, habiendo estudiado un poco la ret¨®rica y el funcionamiento de Al Qaeda, habiendo observado de cerca algunas secuencias de su historia m¨¢s reciente, no creo equivocarme al afirmar que igual que la organizaci¨®n de Bin Laden no hace distinciones entre la vieja y la nueva Europa, del mismo modo no distingue, y no distinguir¨¢, entre Europa "dura" y Europa "blanda", entre la Europa "americanizada" y la que, en Irak, tom¨® el partido de la "paz". La apuesta de la historia no es Irak, sino "los jud¨ªos y los cruzados". El problema de este nuevo terrorismo por franquicias de Al Qaeda es golpear a Europa, sin hacer diferencias, no importa d¨®nde, en los lugares y fechas en que parezca menos dif¨ªcil.
?Los blancos? Lo que demuestra este 11-S madrile?o es que ya no hay, en este asunto, verdaderos blancos. El antiguo terrorismo estaba dirigido contra hombres. Instituciones. Lugares que son s¨ªmbolos m¨¢s o menos elocuentes. Hasta el 11-S neoyorquino, del que se pod¨ªa pensar a¨²n, con las Torres Gemelas, que apuntaba al s¨ªmbolo de un capitalismo en su apogeo. En Madrid, trenes de cercan¨ªas. Es decir, a todos y a ninguno. Hombres sin importancia colectiva ni cualidades. Golpear a bulto. Es decir, en cierto modo, en el vac¨ªo. O en el vac¨ªo, en todo caso, de lo que antes se llamaba ideolog¨ªa. Un terrorismo sin palabras. Sin mensaje. Un terrorismo del que se sab¨ªa que ya no era, como antes, la emanaci¨®n directa de tal o cual Estado, pero del que se descubre, sim¨¦tricamente, que la ha tomado no ya con los Estados, sino con los pueblos, con la pobre gente, en su atroz indistinci¨®n. Puede que esto sea, hablando con propiedad, terrorismo de masas. En todo caso, ah¨ª est¨¢, sin duda, la otra novedad del acontecimiento. ?Un terrorismo ciego, entonces ? S¨ª, si con ello se entiende esa ceguera hacia la especificidad de los blancos. Pero no, desde luego, si por ciego se entiende sin inteligencia ni c¨¢lculo, sometido al puro capricho de la pura irracionalidad. El hecho, por ejemplo, de que sea el primer atentado de este tipo tan racionalizado como para no necesitar, seg¨²n parece, kamikazes... La elecci¨®n de la fecha del 11 de marzo, exactamente 911 d¨ªas despu¨¦s del 11 de septiembre: 911 como 9-11; 911, es decir, nine eleven... O bien el hecho -de nuevo la fecha- de que se haya elegido, para esta masacre, la v¨ªspera de unas elecciones generales: sin duda, Aznar cometi¨® el error de tomar a los espa?oles por ingenuos y quiz¨¢ no habr¨ªa perdido si no hubiera mentido. Queda la irrupci¨®n de Al Qaeda en las elecciones; queda la novedad que supone, para una organizaci¨®n pos pol¨ªtica, haber adquirido esta comprensi¨®n de la pol¨ªtica del adversario. Hasta ahora nos maravill¨¢bamos de ver a Bin Laden forzando el desplome de los mercados financieros; quiz¨¢ debamos hacernos a la idea de que tambi¨¦n puede pesar en los escrutinios. Y as¨ª sucesivamete.
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