El 'error Cardenal'
Si no fuera pat¨¦tico y mezquino, ser¨ªa risible. Tratar de criminalizar las concentraciones del s¨¢bado 14 de marzo ante las sedes del Partido Popular a estas alturas es tratar de erosionar credibilidades y encontrar lenitivos y sedantes a un mal (la p¨¦rdida sin paliativos de las elecciones) cuyo origen s¨®lo es atribuible a la mala cabeza y la p¨¦rdida de sentido de la proporci¨®n de Aznar y del resto de sus ac¨®litos. Jes¨²s Cardenal pasar¨¢ a la historia de la justicia espa?ola como un ejemplo de servilismo sin l¨ªmites al poder pol¨ªtico, superando con creces anteriores muestras del mismo mal en el periodo de descomposici¨®n de la mayor¨ªa socialista. Pero lo de estos d¨ªas es simplemente de pena. ?A qui¨¦n quiere meter en la c¨¢rcel nuestro ¨ªnclito Cardenal? ?A qu¨¦ culpable quiere atribuirle qu¨¦ marr¨®n? Imaginemos por un momento que, tras ardua investigaci¨®n de nuestros sacrificados y ultramanipulados servicios de informaci¨®n, se descubriera que un joven militante socialista, republicano, ecoizquierdoso o tripart¨ªtico sin fronteras inici¨® la cadena de "p¨¢salos". ?Qu¨¦ se conseguir¨ªa con ello, al margen de elevar a los altares a tan intuitivo agitador? ?Podr¨ªan con ello respirar tranquilos los dirigentes populares y su fiscal generalmente servil? ?Podr¨ªan as¨ª sentirse aliviados y confortados y atribuir a un proceso manipulado y milim¨¦tricamente imaginado por el enemigo de siempre su estrepitosa e inesperada derrota? Lamentablemente, por mucho que encontrasen a la madre o al padre de todos los SMS, no salvar¨ªan su piel. Asist¨ª a la concentraci¨®n del s¨¢bado en Barcelona y en ning¨²n momento me sent¨ª manipulado por nadie ni utilizado de manera partidista. Es m¨¢s, si hubiera tenido esa impresi¨®n, probablemente no habr¨ªa hecho acto de presencia en la concentraci¨®n. Una de las grandes virtudes de los hechos del s¨¢bado fue precisamente su espontaneidad, su difusi¨®n por redes de amigos y contactos, la sensaci¨®n de que participabas en algo natural y cercano, en absoluto consignista. Nada ten¨ªa que ver con la manifestaci¨®n del s¨¢bado convocada con anuncios a toda p¨¢gina por la delegada del Gobierno en Catalu?a, con precisi¨®n absoluta de esl¨®ganes y contenidos. La lecci¨®n del uso pol¨ªtico de los SMS es su conexi¨®n con una activaci¨®n ciudadana sentida como natural, en la que te implicas desde tu autonom¨ªa personal y desde tu propio e irrenunciable sentido de compromiso con los asuntos colectivos. Si ello se origin¨® o no en un militante antiaznarista, partidificado o no, es pura investigaci¨®n arqueol¨®gica o ganas tard¨ªas de revancha.
Por tanto, a estas alturas probablemente lo correcto no es hacerse la pregunta, hasta cierto punto ret¨®rica, de si el fiscal general del Estado, Jes¨²s Cardenal, ha cometido un error al plantear tramitar denuncias por las concentraciones del sabado 13 de marzo ante las sedes del Partido Popular. Lo relevante, en un momento de la pel¨ªcula como ¨¦ste, es entender que Cardenal es el error. Un error b¨¢sico. El error de creer que ocupar la presidencia del Gobierno no es s¨®lo una gran responsabilidad y una enorme oportunidad para contribuir modestamente a transformar positivamente la vida de tus conciudadanos, sino considerar esa posici¨®n privilegiada y coyuntural como algo que te sit¨²a por encima de todos ellos y desde la cual puedes hacer y deshacer a tu antojo. Confundes votos con adhesi¨®n inquebrantable. Confundes separaci¨®n de poderes con unidad de destino en lo universal. Confundes poder pol¨ªtico e influencia econ¨®mica con familia y amigos. Confundes medios de comunicaci¨®n con oficina de propaganda. Confundes justicia con vasallos fieles. El error Cardenal es el mismo del error Rajoy la noche de m¨®viles: mezclar chapuceramente legalidad con legitimidad. Nadie pone en duda que las concentraciones del sabado de marras no eran legales. Tampoco lo era la pantomima de Zaplana en la agencia Efe a las 0.40 horas del domingo de votaci¨®n, tras improvisar un estudio de grabaci¨®n y robar una bandera con cresp¨®n de un aparador cercano (magn¨ªfico 30 minuts de TV-3). El problema es que en momentos como aqu¨¦llos, asistiendo a lo que asist¨ªamos, la cuesti¨®n no era s¨®lo de legalidad, era tambi¨¦n de legitimidad. El error Cardenal puede considerarse la punta del iceberg del tremendo da?o que han causado los ocho a?os de aznarato a la vitalidad democr¨¢tica de este pa¨ªs. El uso de la justicia para rodear de apariencia legal la impunidad y la manipulaci¨®n con la que se operaba ha erosionado tremendamente la credibilidad de las instituciones. Y todo ello nace del equ¨ªvoco en que acaba mezcl¨¢ndose y confundi¨¦ndose legitimidad de votos con licencia para abusar. La mayor¨ªa, por absoluta que sea, no autoriza a corromper y distorsionar esferas y derechos que no son negociables. De ah¨ª el da?o del error Cardenal.
Esperemos que Zapatero persista en su actitud de prudencia y de modestia a la hora de analizar su triunfo electoral y el enorme capital de legitimidad que ha obtenido tras el 14 de marzo, un capital que va ahora m¨¢s all¨¢ de su n¨²mero de votos y de su mayor¨ªa relativa. En plena noche electoral, cuando otros hubieran sacado pecho y hubieran intentado pasar factura tras tantos meses de escepticismo e incomprensi¨®n, se present¨® ante los ciudadanos con un mensaje prudente, pero firme. Afirm¨® con orgullo que el poder no le har¨ªa cambiar. No tiene una tarea f¨¢cil ante s¨ª, cuando en sus propias filas hay tantos a los que el poder ha cambiado ya irremisiblemente. Sabemos por experiencia que la prudencia puede trocarse en pocos meses en arrogancia y aislamiento. Pero en pocos d¨ªas esperamos se?ales de que ello no es as¨ª. Y una de las primeras piedras de toque deber¨ªa ser el restituir la confianza de los ciudadanos en la justicia como garant¨ªa b¨¢sica de que el poder pol¨ªtico tiene l¨ªmites. No repitamos el error Cardenal.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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