Algunas ideas socialistas sobre la cultura
En las encuestas que jerarquizan por orden de importancia las preocupaciones de los espa?oles aparece un dato invariable: la cultura no figura jam¨¢s. La cultura no es un problema para los espa?oles. El PP, atento en este punto a las inquietudes ciudadanas, inici¨® su gesti¨®n hace ocho a?os suprimiendo lisa y llanamente el Ministerio de Cultura, como una enojosa excrescencia heredada de los gobiernos socialistas.
Cierto es que la existencia de un ministerio no es, por s¨ª sola, prueba de nada: ah¨ª est¨¢n las dos creaciones del PP, los departamentos de Ciencia y Tecnolog¨ªa, de un lado, y Medio Ambiente, de otro, para probarlo. Pero en este caso los hechos siguieron a las palabras y el Gobierno Aznar actu¨® con determinaci¨®n no s¨®lo contra el Ministerio de Cultura, sino contra la cultura a secas.
Las pel¨ªculas o las obras musicales no pueden equipararse a las camisas de franela
Naturalmente, este comportamiento ha sido compatible con expresiones p¨²blicas de apego a la literatura y las artes; incluso con una jugosa aparici¨®n de Aznar en un programa de libros de TVE gracias al que descubrimos que Baroja es "un gran escritor" y Unamuno es "muy bueno". La web de Mariano Rajoy tambi¨¦n dedica un microespacio al asunto cultural, bajo el ep¨ªgrafe "la pol¨ªtica cultural no es un adorno, sino una verdadera cuesti¨®n de Estado". La cosa hab¨ªa quedado ah¨ª hasta que nuestro a¨²n presidente, momentos antes de recibir la medalla del Congreso norteamericano por el apoyo a la guerra de Irak, declar¨® a la prensa estadounidense que "la excepci¨®n cultural es el refugio de los derrotados".
La declaraci¨®n ha pasado casi inadvertida, bien por versar sobre cultura, un asunto menor a la postre, bien por haber coincidido con la catarata de declaraciones de los Trillo, Valc¨¢rcel, Valdecasas, Acebes... Ha pasado inadvertida, pero merece un comentario.
La excepci¨®n cultural, ese concepto que Aznar considera cosa de "derrotados", fue invocada por vez primera por las autoridades francesas en el curso de las negociaciones de los Acuerdos de Libre Comercio. Lo acu?aron para justificar la exclusi¨®n de los bienes y servicios culturales de las reglas de libre competencia y justificar el mantenimiento de medidas protectoras excepcionales que no regir¨ªan para las mercanc¨ªas ordinarias. El principio invocado entonces por las autoridades francesas fue que "la cultura no es una mercanc¨ªa como las dem¨¢s".
Toda la pol¨ªtica cultural desarrollada en Francia por los sucesivos gobiernos de izquierda o derecha ha descansado en este principio y ha inspirado un aparato legal que tiene en la ley de precio ¨²nico del libro, la normativa de apoyo a la m¨²sica, las reglas sobre producci¨®n audiovisual nacional en las televisiones y la ley del cine sus expresiones m¨¢s destacadas. ?Qu¨¦ efectos ha tenido esta pol¨ªtica en el pa¨ªs vecino? Tres de cada cuatro franceses han le¨ªdo al menos un libro en el ¨²ltimo a?o, el doble que en Espa?a; m¨¢s de un tercio de espectadores galos lo son de cine franc¨¦s, m¨¢s del doble que en Espa?a; el porcentaje de ciudadanos franceses que asisten a conciertos de m¨²sica cl¨¢sica triplica el espa?ol; bastante m¨¢s de la mitad de la m¨²sica que se compra en nuestro pa¨ªs vecino es francesa, otra vez m¨¢s del triple que en Espa?a.
Estas iniciativas han calado de modo progresivo en otros pa¨ªses de la "vieja Europa" que han ido implementando medidas en el mismo sentido. Hasta un pa¨ªs tan descentralizado como la Alemania Federal ha creado recientemente un Ministerio Federal de Cultura.
Pero el PP de Aznar y Rajoy rema orgullosamente en direcci¨®n opuesta: deroga parcialmente la ley del libro, se enfrenta al sector cinematogr¨¢fico nacional y lo somete a una dura dieta y decreta que la "excepci¨®n cultural es cosa de fracasados". ?Qu¨¦ t¨ªtulos le respaldan? En Espa?a, el ¨ªndice de lectura es uno de los tres m¨¢s bajos de Europa, un 53% de los ciudadanos no lee ni un solo libro al a?o; nuestro ¨ªndice de lectura de prensa diaria es la mitad que la media europea; ocho de cada 10 espa?oles no han acudido nunca a una biblioteca p¨²blica; nueve de cada 10 no asisten jam¨¢s a un concierto de m¨²sica cl¨¢sica, y s¨®lo uno de cada seis espectadores lo son de cine espa?ol. Eso s¨ª, ostentamos el dudoso t¨ªtulo de l¨ªderes europeos en pirater¨ªa organizada.
D¨ªa a d¨ªa se constata que las culturas espa?olas y las de la mayor¨ªa de los pa¨ªses no anglosajones resisten con dificultad el empuje homogeneizador de las producciones culturales estadounidenses. ?Es por razones de calidad, de talento? ?Entonces, por qu¨¦ los norteamericanos consumen solamente un 2% de productos culturales extranjeros? ?Alguien cree que EE UU acapara el 98% de la calidad y el talento mundial? No, las producciones culturales, adem¨¢s de ser fruto del talento y la inspiraci¨®n, dependen del poder¨ªo de una industria de producci¨®n y de los circuitos de comercializaci¨®n. Ve¨¢moslo en algunos ejemplos.
Hoy, en las pantallas espa?olas, nuestras pel¨ªculas compiten b¨¢sicamente con producciones de Hollywood. Con una particularidad: el presupuesto medio de una pel¨ªcula espa?ola es de dos millones de euros. El de una americana recientemente estrenada, El ¨²ltimo samur¨¢i, es de 100 millones de euros, s¨®lo de producci¨®n. Si computamos el presupuesto de marketing, habr¨¢ que agregar 40 millones de euros m¨¢s.
Esto, por lo que concierne a la producci¨®n. Con la comercializaci¨®n sucede simplemente que est¨¢ en manos norteamericanas. Bien directamente, porque las distribuidoras son norteamericanas y en muchas ocasiones las salas tambi¨¦n -el 85% de las salas de cine inauguradas en 2003 son de capital norteamericano, el mismo que controla el 75% de las salas con mayor recaudaci¨®n-, bien gracias a la favorable correlaci¨®n de fuerzas que permite a las majors norteamericanas y sus distribuidoras imponer el calendario y las condiciones de exhibici¨®n de sus pel¨ªculas. Nuestro cine no compite en igualdad de condiciones. As¨ª, el cine que m¨¢s se ve en nuestras pantallas es abrumadoramente el americano, y las pel¨ªculas espa?olas disponen de una escu¨¢lida cuota de pantalla del 15%. En EEUU, el cine norteamericano goza de una cuota de pantalla del 99%.
Esta situaci¨®n no es privativa de la industria cinematogr¨¢fica. En el terreno televisivo sucede algo semejante. Rodar un episodio de la serie americana Urgencias cuesta unos 1.000 millones de pesetas. Rodar un episodio de una serie espa?ola de la misma tem¨¢tica, Hospital Central, cuesta alrededor de 50 millones de pesetas, unas 20 veces menos. Pero para una televisi¨®n espa?ola, adquirir un episodio de Urgencias cuesta cinco millones, y uno de la serie espa?ola 50, diez veces m¨¢s.
Pasemos del sector de la imagen a la industria musical. El videoclip promocional del ¨²ltimo compacto de Michael Jackson ten¨ªa una duraci¨®n de unos tres minutos. Cost¨® m¨¢s que el largometraje m¨¢s caro de la historia del cine espa?ol. Un cartel de cuatro compa?¨ªas multinacionales acapara el mercado mundial del disco (90% de las ventas) y cuatro quintas partes de las ventas en Espa?a y en los mercados iberoamericanos. Mientras que s¨®lo el 40% de los discos vendidos en Europa son europeos, en Estados Unidos la venta de las producciones locales representa el 93%.
Las producciones culturales norteamericanas se expanden en todo el mundo siguiendo una l¨®gica implacable. El ¨²ltimo testimonio del conflicto llega de Marruecos. En la negociaci¨®n del acuerdo de libre comercio entre este pa¨ªs y EE UU, la parte americana exige la supresi¨®n de seis art¨ªculos de la legislaci¨®n audiovisual marroqu¨ª y la eliminaci¨®n de cualquier medida protectora de la creaci¨®n cultural local. Marruecos no es un rival comercial serio, produce s¨®lo 11 pel¨ªculas al a?o, responden los marroqu¨ªes. No es cuesti¨®n de cantidad, replican los negociadores norteamericanos: "Es cuesti¨®n de principios, la cultura debe ser tratada como los dem¨¢s sectores, sin excepciones".
Pero es que la cultura no es un producto m¨¢s, al que puedan aplic¨¢rsele de manera autom¨¢tica las leyes mercantiles de la oferta y la demanda. Las pel¨ªculas o las obras musicales no pueden equipararse a los rodamientos mec¨¢nicos o a las camisas de franela. La cultura tiene que ver con nuestra historia, con nuestras lenguas, con nuestros valores, con nuestros sue?os de futuro. La excepci¨®n cultural no es la estrategia de los perdedores; es la estrategia de la resistencia frente a una globalizaci¨®n capaz de arrasar con la diversidad cultural.
Es indispensable por eso que nuestro aparato legislativo asuma este principio de cabo a rabo y lo decline en el sector cinematogr¨¢fico, en el musical, en el audiovisual y televisivo. Son precisas industrias culturales espa?olas potentes que posibiliten una competencia con las buenas producciones norteamericanas y tambi¨¦n con las malas.
Pero la excepci¨®n cultural no es el ¨²nico campo en el que urge una actuaci¨®n. Es apremiante adem¨¢s comenzar a tratar los bienes culturales como bienes de primera necesidad.
Afortunadamente, hoy poca gente tiene dificultades para comprarse una barra de pan, que soporta un IVA reducido. Pero el dinero sigue siendo un freno para acceder a la cultura y a los bienes culturales. Si alguien quiere adquirir un CD de Chaikovski tendr¨¢ que hacerlo abonando por ¨¦l un IVA del 16%. Si esa misma persona desea disfrutarlo saboreando caviar Beluga, pagar¨¢ un IVA del 7%. ?Es m¨¢s necesario el caviar que Chaikovski? Del mismo modo, si alguien quiere adquirir el Concierto de Aranjuez, del maestro Rodrigo, pagar¨¢ por ¨¦l un 16% de IVA. Si esa noche hubiera decidido cenar en el lujoso casino que se est¨¢ construyendo en Aranjuez, soportar¨ªa un IVA de s¨®lo el 7%.
Parece una obviedad, pero tal vez haya que repetir una y otra vez que la m¨²sica es tambi¨¦n cultura. Y si lo es, como lo son los libros o las obras de arte, debe tener un trato fiscal que promueva su difusi¨®n. Otro tanto debe suceder con los libros y la prensa. El IVA del 4% que soportan debe quedar reducido a un simb¨®lico 1% que proclame bien a las claras que los libros son 1% mercanc¨ªa y 99% cultura.
Por ello, para tratar la cultura como lo que es, un bien de primera necesidad, el programa socialista prev¨¦ un descenso del IVA de los productos culturales, rebajando el IVA de la m¨²sica del actual 16% al 4%, y el de libros y peri¨®dicos, a un simb¨®lico 1%.
Es preciso de una vez por todas orillar esa ret¨®rica hueca del PP que se cruza de brazos mientras proclama la cultura "cuesti¨®n de Estado", y hay que pasar a ocuparse de una vez del calamitoso estado de la cultura.
Carme Chac¨®n, diputada por Barcelona y responsable de Cultura y Universidades de la Ejecutiva Federal del PSOE, envi¨® este art¨ªculo antes de las elecciones del pasado 14 de marzo. Previsto para publicarlo el 12 de marzo, los atentados del 11-M modificaron las previsiones.
Babelia
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