No tan sorprendente
Muchos comentaristas pol¨ªticos achacan la victoria electoral del PSOE al atentado terrorista del 11-M. Si no, ?de qu¨¦? Esta interpretaci¨®n, que es la predominante, no le hace favor alguno al PP. Es erigir una gruesa pared entre el ojo y la monta?a.
El partido de Aznar inici¨® su segunda legislatura arropado por el contento entusiasta de millones de seguidores. Todo vestigio de vida anterior al PP parec¨ªa haberse extinguido, como los dinosaurios. M¨¢s de un vencedor design¨® as¨ª a los perdedores. En fin, es historia sabida. Con el discurrir del tiempo, sin embargo, el entusiasmo inicial fue troc¨¢ndose en simple contento, como iban desvelando incluso las encuestas del CIS. Pas¨® m¨¢s tiempo y se hizo patente un malestar difuso; si se prefiere, se desvaneci¨® el contento, aunque en sitios como la CV sigui¨® sin verse m¨¢s rostro que el de Zaplana. Pero ministros suspend¨ªan en los sondeos y en m¨¢s de una ocasi¨®n el propio Aznar. En la calle, el cambio de talante progresaba tan imperceptiblemente, que el Gobierno no lo percib¨ªa o lo percib¨ªa poco y mal. Encuestas y sondeos tardan en decir toda la verdad; mejor dicho, tardan en averiguarla. Reflejan estados de opini¨®n, pero no la transici¨®n de un estado a otro.
A menudo, esta transici¨®n comienza y se vigoriza con intangibles. Un buen ejemplo es el mal cuidado de la imagen, caso del presidente Aznar. Tanto se endios¨®, que sus escasos gestos de calor humano parec¨ªan ensayados. Votantes del PP lo reconoc¨ªan; y aunque el techo de este partido es alto, ni topa el cielo ni hay pir¨¢mide inamovible, sobre todo si se van acumulando otros factores, entre los cuales lo muy tangibles son suficientes para que no quepan en este art¨ªculo. Hay unos ocho millones de pensionistas en el pa¨ªs. Machacarles -incluidas id¨ªlicas escenas en la televisi¨®n- con la cantinela de que van a cobrar y con un aumento, ?cu¨¢ntos votos le ha costado al Gobierno? Como somos viejos creen que ya no sabemos pensar ni contar; palabras as¨ª las he o¨ªdo muchas veces en mi barrio. En efecto, el Gobierno no les da nada, cobran porque se han pasado toda una vida cotizando, pero es que el dichoso "incremento" no cubre la inflaci¨®n de los productos b¨¢sicos de consumo de la poblaci¨®n anciana.
Cuatro millones de puestos de trabajo. Han conseguido cansar al personal con este bombardeo propagand¨ªstico. ?Qui¨¦n no conoce a gente que va de empleo basura en empleo basura? Claro, hay consumo, aunque bastante menor que en las asediadas Francia y Alemania. En una familia digamos de cinco miembros, tal vez dos, con suerte tres, tienen un trabajo semiseguro. Los otros van zarandeados y sin futuro alguno. Si son j¨®venes no pueden permitirse el lujo de vivir juntos ni menos de formar una familia con prole. Entonces, muertos por mil, muerto por mil quinientos. Carpe diem. Vivamos hoy que ma?ana Dios dir¨¢. Es una situaci¨®n de endeudamiento y de consumo enga?oso. S¨®lo con lo dicho basta para que un Gobierno deje a un lado todo triunfalismo, y tome nota si es que quiere -que s¨ª quer¨ªa- correr mejor suerte en la siguiente legislatura. Es cierto que organismos internacionales se han congratulado de la buena marcha de la econom¨ªa espa?ola y acaso no es menos cierto que eso ha obnubilado al Gobierno, que ha confundido las grandes magnitudes con el d¨ªa a d¨ªa del ciudadano de poder adquisitivo bajo y medio. Un ciudadano a quien las grandes cifras no le causan ni dolor ni regocijo porque ni siquiera se entera de las mismas. Como si no fuera con ellos. Del super¨¢vit de las cuentas del Estado seg¨²n Montoro, son pocos quienes est¨¢n al corriente. A?¨¢dase a ello el descenso paulatino del gasto en servicios sociales.
El bienestar de un pa¨ªs no siempre se corresponde con el grado de riqueza de ese Estado. Durante los ¨²ltimos cuatro a?os el desequilibrio ha ido al alza, sobre todo, si se tiene en cuenta que por "bienestar" no se entiende ¨²nicamente el dinero disponible en los bolsillos. Tenemos as¨ª televisiones soeces, con multitud de programas que si muchos aceptan en su calidad de consumidores, en su calidad de ciudadanos rechazar¨ªan con el voto. No digamos del contenido pol¨ªtico. Eran ya notoriamente parciales en tiempos del PSOE. El PP se quejaba con raz¨®n y promet¨ªa limpiar ese patio cuando accediera al poder. Lo que hizo fue llenarnos de Urdaci, que puedo prometer y prometo que habiendo hablado de esto con muchos votantes del PP, se me han confesado descontentos con tanta parcialidad. Reconociendo que algo habr¨¢ de hacer Chaves con su canal andaluz y algo se habr¨¢ de hacer con Canal 9.
Estoy refiri¨¦ndome, sencillamente, a algunos factores que han ido enturbiando el paisaje del Gobierno en funciones sin tener para nada en cuenta la guerra. No mencionar¨¦ la Sanidad porque el electorado no percibe todav¨ªa un empeoramiento, h¨¢yalo o no. Por ese lado no se han perdido muchos votos, o sea, que queda al margen de la intenci¨®n de este art¨ªculo. Otra cosa es la delincuencia. Por ah¨ª es perfectamente presumible que se hayan fugado muchos votos, incluso algunos de los de suelo firme. Cuando en un pa¨ªs proliferan las cerraduras de seguridad, en los ministerios deber¨ªan sonar las alarmas.
Se barruntaba que habr¨ªa una mayor participaci¨®n de j¨®venes cabreados ante su mala perspectiva de futuro. Descontento en las aulas. Investigaci¨®n m¨¢s desarrollo m¨¢s investigaci¨®n: en el pelot¨®n de los torpes de la UE. Ministros como Trillo, Cascos, de Palacio. Una constelaci¨®n de trombos de diverso tama?o y la obcecaci¨®n de no quererlos ver. En la campa?a, Zapatero acortaba distancias d¨ªa a d¨ªa, ante un Rajoy inferior a s¨ª mismo, inseguro y rutinario. Ganaremos por un punto, afirm¨® el candidato cuando ya no hab¨ªa sondeos, el d¨ªa anterior al de reflexi¨®n.
Claro est¨¢ que la matanza influy¨® en el resultado. Pero sin ella, tanto un partido como el otro pudieron ganar por un margen muy estrecho. Repitiendo el principio: si el Gobierno se queda de puertas afuera y adentro con la idea del accidente y no quiere ver nada m¨¢s, si se empecina at¨®nito, todos saldremos perdiendo. Pi¨¦nsese por ejemplo en la cuesti¨®n territorial, que exige el concurso de verdaderos expertos de todo signo. La soluci¨®n, si la hay, est¨¢ en las universidades, no en los despachos de los ministerios.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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