La batalla silenciosa
Las unidades de cuidados intensivos del 12 de Octubre luchan por la vida de cuatro heridos
Los calmantes logran un ambiente de aparente tranquilidad en la lucha por sobrevivir de cuatro heridos muy graves en las UCI del hospital 12 de Octubre. Son los ¨²ltimos de los 22 enfermos que han pasado por las unidades; los m¨¢s graves de las casi 250 v¨ªctimas que tuvo que atender el hospital en apenas tres horas, recuerda el gerente del centro, Joaqu¨ªn Mart¨ªnez.
Dos semanas despu¨¦s, la batalla contin¨²a encarnizada en la UCI de politraumatismo, donde permanecen ingresadas tres personas. La supervisora de la unidad y responsable de urgencias el 11-M, Manuela Cuenca, recita las camas que ocupan -"1, 2, 6"- sin dudar. Pocas veces resulta tan humano que se identifique a una persona con un n¨²mero.
Los m¨¢s graves tienen "contusi¨®n pulmonar [heridas internas producidas por la onda expansiva que causan hemorragias que impiden la ventilaci¨®n] y traumatismo craneoencef¨¢lico", afirma Jos¨¦ Rubio, m¨¦dico de la UCI. Tambi¨¦n ten¨ªan mucha metralla y heridas en las partes blandas.
El primer d¨ªa, diez de las v¨ªctimas que llegaron al centro subieron casi directamente a esta UCI, que est¨¢ en la primera planta del edificio y se us¨® como primer colch¨®n de urgencias, recuerda Emilio Alted, m¨¦dico jefe de la unidad. Dos de ellos salieron esa misma tarde. Quedaron ocho camas al cuidado de cinco m¨¦dicos, seis enfermeras y tres auxiliares. "Alguno de los enfermos pas¨® los cribados en un banco de la estaci¨®n arrancado que le sirvi¨® de camilla", dice Cuenca.
El trabajo se hace en silencio. "Aqu¨ª hablamos poco", admite una de las enfermeras, Marisol Mart¨ªnez. Los enfermos, sedados, no hablan, y alrededor de cada cama se arremolina el personal. "Cuando uno empieza a hablar, es que est¨¢ mejor y lo echamos", bromea Cuenca.
Ese silencio hizo que casi no se dieran cuenta de lo que ocurr¨ªa el 11-M. "Un m¨¦dico nos dijo a las 8.00 que era un atentado, y no nos dio tiempo ni a escuchar la radio", recuerda Mart¨ªnez. "Las sirenas de los trenes de ambulancias daban la medida de lo que pasaba", dice Rubio.
"Hab¨ªamos empezado a trabajar a las 8.00 con la emisora abierta, y casi enseguida nos lleg¨® el primer enfermo. Pero pudimos el turno normal. Eso s¨ª, a las dos horas est¨¢bamos tan cansadas como si llev¨¢ramos las ocho de un d¨ªa normal", relatan las auxiliares Carmen Fern¨¢ndez y Constanza Fern¨¢ndez. "En los pacientes de la UCI la parte fuerte del trabajo hay que hacerla en las dos primeras horas", explica la supervisora.
El trabajo se hizo "tan bien", atendiendo a los m¨¢s graves, dando altas y dejando disponibles los quir¨®fanos, que al mediod¨ªa sobraban m¨¢s de cien camas en el hospital, afirma el gerente del centro. "Si hacemos un simulacro no nos sale mejor", dice la enfermera Ana Salas.
Joaqu¨ªn Mart¨ªnez explica alguna de las claves que permitieron al centro, un gigante con 1.400 camas, responder en minutos a lo que se les ven¨ªa encima. "Ante la incertidumbre de lo que pasaba, lo primero era ganar espacio. Se pidi¨® a los jefes de servicio que dieran todas las altas que pudieran y enviaran m¨¦dicos a urgencias. Por la hora del atentado los quir¨®fanos estaban listos para trabajar. Yo mismo ped¨ª a los enfermos m¨¢s leves de urgencias que abandonaran el hospital", relata Mart¨ªnez. El resultado fue algo "nunca visto": "A mediod¨ªa las urgencias estaban vac¨ªas", a?ade.
En lo que no hubo problema fue en conseguir suministros y voluntarios. "Se form¨® una cola de m¨¢s de 200 metros de gente para donar sangre. Recogimos 400 bolsas que el suministrador de bolsas no nos va a cobrar", dice Mart¨ªnez. Cada uno ayud¨® en lo que pudo, como la empresa que regal¨® botellas de agua, la panificadora que ofreci¨® mil piezas gratis de pan o la mujer que estuvo hasta las cinco y media de la ma?ana del viernes haciendo bocadillos para los familiares.
Porque tambi¨¦n hubo que atenderles a ellos. "Nadie se acuerda en el primer momento de que despu¨¦s vienen las familias", dice Mart¨ªnez. Para ellas el hospital habilit¨® un sal¨®n de actos. "Las familias tienen una tendencia natural a ir donde est¨¢ el herido, pero eso puede crear dificultades para la atenci¨®n", a?ade el gerente. En esa sala se le¨ªan, cada diez minutos, las listas de enfermos ingresados en el 12 de Octubre. M¨¢s tarde, cuando se informatiz¨® la gesti¨®n, las listas incluyeron a los ingresados en los dem¨¢s hospitales de la Comunidad.
Ajenos a ese "caos organizado", los trabajadores de la UCI s¨®lo se dieron cuenta de verdad de lo que hab¨ªa pasado al llegar a casa y ver la tele. "Y cuando llegaron las primeras personas para identificar a los familiares. Muchos deseaban que les dij¨¦ramos que su hijo estaba en la UCI, con todo lo que eso significa, antes que tener que seguir buscando o ir a la morgue de Ifema", recuerda Cuenca.
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