Carrusel de emociones
"Soy de origen vasco y llevo siete a?os residiendo en Madrid. Mi opci¨®n pol¨ªtica es nacionalista, pero siempre he condenado el terrorismo. El pasado 11-M, en un primer momento, tuve una sensaci¨®n de culpabilidad por haber defendido la causa nacionalista; posteriormente, sent¨ª alivio al ir conociendo que la autor¨ªa del atentado parec¨ªa descartar la opci¨®n de ETA. A continuaci¨®n fue la rabia al observar que el Gobierno se empe?aba en defender la autor¨ªa de ETA frente a informaciones que apuntaban en otra direcci¨®n. Por ¨²ltimo, sent¨ª alivio y alegr¨ªa al ir conociendo los resultados electorales. Pero la cosa no termin¨® ah¨ª, pues a partir de la noche del domingo empec¨¦ a notar dificultades para conciliar el sue?o, falta de concentraci¨®n y, en definitiva, s¨ªntomas de estr¨¦s que ya conozco por otros motivos. ?Qu¨¦ debo hacer para ir recobrando la normalidad?"
Augusto
Las primeras horas despu¨¦s del 11-M, cuando se sospech¨® de forma general de la autor¨ªa de ETA, pudieron suponer un estr¨¦s sobrea?adido a los vascos y, especialmente, a los nacionalistas, as¨ª como el miedo a ser vasco en Madrid. Los responsables de un asesinato son, obviamente, los asesinos. Pero, en la medida en que estas personas arguyen objetivos nacionalistas para cometer sus fechor¨ªas, los nacionalistas democr¨¢ticos, que rechazan de plano el terrorismo, pudieron sentirse emocionalmente afectados al percatarse de que ese asesinato masivo sobre la poblaci¨®n pudo haber sido perpetrado por personas del mismo origen (vascos) y en nombre de los mismos objetivos. No es de extra?ar que el lector, en funci¨®n de un mecanismo de identificaci¨®n, pueda sentir una carga adicional por lo que pod¨ªa haber de com¨²n (enti¨¦ndase bien, s¨®lo a nivel psicol¨®gico) entre ¨¦l y los asesinos, as¨ª como un temor a una reacci¨®n irracional contra los vascos en general.
Notar alivio, al menos parcialmente, cuando se descart¨® la autor¨ªa de ETA y se atribuy¨® el atentado a un grupo islamista, con el que el lector no se encuentra identificado, es por ello una reacci¨®n natural, como lo es tambi¨¦n mostrarse irritado cuando se sospecha que el Gobierno jug¨® con las emociones de la gente en beneficio propio y alegrarse cuando se vio que hab¨ªa pagado electoralmente, al menos de forma parcial, por ello.
Pero este carrusel de emociones en muy pocos d¨ªas (incluso en muy pocas horas) deja una huella psicol¨®gica, porque es una situaci¨®n absolutamente inhabitual que va mucho m¨¢s all¨¢ de las experiencias cotidianas. Pero adem¨¢s, m¨¢s all¨¢ de ser vascos, somos personas y nos sentimos conmocionados y apesadumbrados por la identificaci¨®n con las v¨ªctimas que sufren, experimentamos repugnancia por la crueldad de los verdugos y nos vemos tambi¨¦n en cierto modo indefensos e inermes ante el futuro.
Vivir en una cierta zozobra los primeros d¨ªas tras una masacre de este estilo es signo de salud, no de enfermedad. La persona que no experimenta pesar, ni se siente desasosegada ni tiene dificultad para concentrarse en el trabajo despu¨¦s de un asesinato masivo, sobre todo si se conoce a alguna v¨ªctima o se vive en un lugar cercano al atentado, realmente puede considerarse muy extra?a. La tristeza, la ansiedad e incluso la ira son reacciones emocionales normales que acompa?an a todas las personas sanas, que surgen como respuesta ante situaciones de estr¨¦s y que facilitan, dentro de ciertos l¨ªmites, la readaptaci¨®n a la vida cotidiana.
Recobrar la normalidad en las personas no directamente afectadas es cuesti¨®n de unos pocos d¨ªas o semanas. Las personas tenemos una gran capacidad de recuperaci¨®n. Pero hay que ayudar al tiempo. De este modo, conviene de forma progresiva recuperar los h¨¢bitos cotidianos, llevar un estilo de vida equilibrado en cuanto al trabajo y al ocio, relacionarse con otras personas, continuar con los proyectos propios, interesarse por lo que ocurre alrededor y por los dem¨¢s, y fijarse en los aspectos positivos de la vida. Es as¨ª como se transforman las vivencias pasadas negativas en recuerdos. En suma, la vida debe seguir adelante. Como la trayectoria impredecible de las hojas cuando caen del ¨¢rbol, el futuro est¨¢ salpicado de sorpresas, pero, en buena medida, ¨¦ste depende de la actitud y de los comportamientos actuales de la persona.
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