Locos
Durante las horas posteriores a la matanza de Madrid, adem¨¢s de los miembros del gobierno otro grupo de ciudadanos deseaba que se demostrara la autor¨ªa de ETA. Son los marroqu¨ªes que viven en Espa?a. Sospechaban la que se les ven¨ªa encima si se confirmaba que hab¨ªan sido los moros. Conocemos a algunos que viven en Almer¨ªa. Los llamamos el d¨ªa del atentado. Aunque la tragedia en aquellos momentos estaba en otra parte, por supuesto, sab¨ªamos que ellos tambi¨¦n iban a sufrir pronto las consecuencias. Que iban a ser las v¨ªctimas colaterales, retardadas y un poco m¨¢s sordas (o silenciosas o silenciadas) del 11 de marzo. Ojal¨¢ haya sido ETA, ojal¨¢ haya sido ETA, repet¨ªan al otro lado del tel¨¦fono. Pese a los intentos del gobierno por modificar la realidad, ¨¦sta se fue imponiendo, y se confirmaron los peores presagios. Hab¨ªan sido los moros de Al Qaeda.
Y lo peor para nosotros no es que hayan sido los moros de Al Qaeda, nos dice nuestro amigo, que adem¨¢s tiene la desgracia de parecerse f¨ªsicamente a uno de los detenidos. Lo peor, nos dice, es que hayan sido marroqu¨ªes. Y no s¨®lo marroqu¨ªes, sino marroqu¨ªes integrados en la sociedad espa?ola, con sus tiendas en el barrio, y con sus vecinos madrile?os a los que saludar¨ªan todas las ma?anas. Nada peor para ellos, para los que viven asimilados, que esas entrevistas en la tele, en las que un vecino de Lavapi¨¦s sale diciendo que ¨¦l nunca se habr¨ªa imaginado que aquel muchacho marroqu¨ª tan sonriente y amable que viv¨ªa al lado de su casa pudiera ser un terrorista de Al Qaeda.
Cuando aqu¨ª el terrorismo era s¨®lo terrorismo etarra, algunas veces desmantelaban un piso franco en alg¨²n barrio humilde. Y entonces sal¨ªan los vecinos diciendo que les parec¨ªa incre¨ªble que aquellos muchachos tan educados, tan limpios, tan atentos, que dec¨ªan ser estudiantes de inform¨¢tica pudieran ser asesinos sanguinarios. Y yo recuerdo que pensaba en todos los estudiantes de inform¨¢tica repartidos por los pisos de Espa?a en grupitos de tres o cuatro para poderse pagar el alquiler. M¨¢s les valiera, pensaba yo, ser maleducados con los vecinos, sucios y desconsiderados, ya que de lo contrario parecer¨¢n sospechosos, y los vecinos empezar¨¢n a preguntarse si los rostros de esos chicos tan simp¨¢ticos no aparecer¨¢n alg¨²n d¨ªa entre las ¨²ltimas capturas de la polic¨ªa.
As¨ª que todo el esfuerzo de los ¨²ltimos a?os tratando de asimilarse al pa¨ªs de acogida no s¨®lo va a resultar in¨²til, sino contraproducente. La ma?ana de la matanza, nos dice nuestro amigo, que trabaja en un banco, nadie hablaba conmigo para comentar el atentado. Le decimos que tenga cuidado, que se parece a uno de los detenidos, que la gente puede ser cruel. ?l se r¨ªe y responde que para los espa?oles todos los moros son iguales. Pero es normal, a?ade, a m¨ª tambi¨¦n me pasa con los chinos. ?l se toma con humor la nueva circunstancia: a partir del 11-M adem¨¢s de sospechoso habitual, pesar¨¢ sobre ¨¦l la posibilidad de ser terrorista. Lo llevo todo en los bolsillos, nos dice, evito salir a la calle con mi mochila al hombro. El marroqu¨ª con mochila se ha convertido estos d¨ªas en un icono de la muerte. Ojal¨¢ no nos volvamos locos.
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