Reh¨¦n
El decorado se ha venido abajo. No s¨®lo el que montaron en Vinar¨°s para hacer creer que empezaban los movimientos de tierras de un trasvase del Ebro que nunca pudo ser. Tambi¨¦n el presidente del Consell, Francisco Camps, va a tener que reivindicar ante el Gobierno socialista de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero el tren de alta velocidad que exhibi¨® en las vallas electorales de hace un a?o, lo que induce al sarcasmo sobre la manipulaci¨®n virtual de ciertas obras p¨²blicas. Con la derrota del 14 de marzo, la contundencia propagand¨ªstica del PP se ha desmoronado y ha dejado a la vista lo de Vistalegre, una derecha patri¨®tica herida en su amor propio, un partido que se siente "conciencia nacional de Espa?a" y que, en la peor tradici¨®n de populismo autoritario, sigue considerando a los dem¨¢s gente tramposa, d¨¦bil o manipulada. El mensaje de prietas las filas, sin embargo, tiene poco futuro. Sobre todo porque, ah¨ª afuera, la vida contin¨²a. Y aunque Mariano Rajoy haya de conformarse con ser el l¨ªder de la oposici¨®n, y aunque los cromos del ¨¢lbum partidista hayan sido arrumbados por el vendaval democr¨¢tico, Camps sigue siendo presidente de los valencianos. Superado, por tanto, el estupor del primer momento, llega la hora de la pol¨ªtica, esa vieja y esc¨¦ptica se?ora que al final s¨®lo distingue con su lucidez a quienes no han intentado minusvalorarla. Pol¨ªtica de Estado, sobre todo, es decir, pol¨ªtica auton¨®mica, de futuro y de convivencia. Ya ha dicho Manuel Fraga desde la presidencia de la Xunta que sus propuestas auton¨®micas tendr¨¢n m¨¢s f¨¢cil aceptaci¨®n con Zapatero que con Aznar. El viejo diplodocus de Galicia otea, pues, desde la encrucijada los nuevos horizontes. ?Lo hace Camps? Cuando se inicie el debate de la reforma de los estatutos, cuando est¨¦ sobre la mesa la nueva configuraci¨®n del Senado en una Espa?a casi federal, cuando se convoque la conferencia de presidentes auton¨®micos, ?que papel jugar¨¢ el inquilino del Palau de la Generalitat? ?Ser¨¢ capaz de superar el v¨¦rtigo de quienes a?oran el disciplinado confort del poder? No lo digo por ¨¦l en tanto que pol¨ªtico de partido. S¨ª como presidente y primer ciudadano de una comunidad que no merece ser reh¨¦n, ?ahora no!, de la resistencia rencorosa ni de la consolaci¨®n del perdedor.
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