Benditas herej¨ªas

Como un almu¨¦dano que convocara a los fieles desde lo alto de su minarete, Youssef se retuerce en la silla, curva la mano en torno a la boca y proyecta unos quejidos tan prolongados como sobrecogedores. La capacidad tor¨¢cica y la tesitura vocal de este tunecino de 37 primaveras deben ser fruto de alg¨²n agraciado pacto con las alturas. Dhafer se erige as¨ª en profeta de una arrobadora belleza m¨ªstica, pero ha sabido enriquecerla a¨²n m¨¢s con influencias contempor¨¢neas escandinavas y centroeuropeas. Benditas sean ciertas herej¨ªas.

Era su primera visita madrile?a, y un escalofr¨ªo recorri¨® el patio de butacas. Desde los cinco a?os lleva cantando este hombre en la tradici¨®n suf¨ª, una de las m¨¢s estremecedoras del islam. Su gran m¨¦rito radica en haber sabido conjugar ese precioso legado con los desarrollos del jazz moderno y las hechicer¨ªas electr¨®nicas que han dado notoriedad a algunos de sus colaboradores recientes: Markus Stockhausen, Bugge Wesseltoft y, sobre todo, Nils Petter Molvaer.

El repertorio se nutri¨® de los fascinantes Electric sufi (2001) y, sobre todo, Digital prophecy (2003), de donde provienen piezas tan afortunadas como Sparkling truth, Aya, Ysamy o Seventh heaven suite. Youssef repiquetea su elegant¨ªsimo la¨²d ¨¢rabe mientras el noruego Aarset, cual hijo pr¨®digo de Robert Fripp, lo embadurna todo con los diab¨®licos efectos de su guitarra. Entre ambos se erige la majestuosa figura del alem¨¢n Dieter Ilg, que arranc¨® los mejores aplausos con varios pasajes en los que su contrabajo cantaba casi como una guitarra espa?ola. Si Dios o Al¨¢ existen, aqu¨ª han encontrado, sin duda, una dign¨ªsima delegaci¨®n terrenal.