Unos comicios que marcan la pol¨ªtica nacional
Francia lleva m¨¢s de tres d¨¦cadas intentando regionalizarse. La iniciativa ha sido siempre dirigida por los jacobinos, es decir, por los herederos de la tradici¨®n centralista del Estado-naci¨®n. No es extra?o, pues, que las regiones galas tengan pocas competencias (construir y mantener institutos, museos regionales, ayudas para la vivienda social, ferrocarriles y autobuses regionales...) y se ocupen sobre todo de gestionar los menguados poderes y dineros transferidos por el Estado central.
Una regi¨®n como Ile-de-France, con la renta per c¨¢pita m¨¢s alta de Europa y con m¨¢s de 11 millones de habitantes, dispone de un presupuesto que es casi ocho veces m¨¢s peque?o que el que maneja la Generalitat catalana para seis millones de personas.
La muy limitada influencia pol¨ªtica de las regiones dentro de la vida pol¨ªtica francesa, sumada al hecho de que la renovaci¨®n electoral de sus parlamentos se haga simult¨¢neamente en todo el territorio galo, explica en gran medida que el voto de las regionales sea nacional. El primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, supuesto palad¨ªn del regionalismo, reconoc¨ªa hace dos d¨ªas "haberse equivocado al no plantear la consulta electoral como un enfrentamiento derecha-izquierda".
L¨®gica izquierda-derecha
Ning¨²n elector ha acudido a las urnas para dar su respaldo a un presidente saliente, de la misma manera que tampoco nadie ha querido castigar su gesti¨®n. Todos han votado, en definitiva, defini¨¦ndose respecto a la l¨®gica derecha-izquierda y, m¨¢s a¨²n, han votado contra Raffarin, su populismo derechista y la demagogia del presidente, Jacques Chirac. La izquierda es la gran beneficiada de ello, pero no puede atribuirse casi ning¨²n m¨¦rito en esa captaci¨®n de papeletas.
Ante unas regiones de escaso contenido y una misma fecha para las 22 regiones metropolitanas y las cuatro de ultramar, la ciudadan¨ªa se define en relaci¨®n con el Gobierno central. El Ejecutivo de Chirac no ha escapado a la maldici¨®n de los dos a?os que persigue al actual presidente de la Rep¨²blica, primer ministro entre 1974 y 1976, una maldici¨®n que volvi¨® a darse tras el periodo 1986-1988, cuando el plazo sirvi¨® para que el socialista Fran?ois Mitterrand le batiese y los socialistas recuperasen la mayor¨ªa en la Asamblea Nacional, y se repiti¨® por ¨²ltimo entre 1995 y 1997, momento en el que Chirac anticip¨® unas elecciones con la mala fortuna de perderlas de manera estruendosa. Ahora, por ser meramente regionales, tras dos a?os controlando todas las instituciones, Chirac s¨®lo se juega constatar de nuevo hasta qu¨¦ punto decepciona siempre -y deprisa- a quienes a¨²n creen en sus promesas.
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