Pasi¨®n sin fuego
El vocablo "pasi¨®n", aplicado a Jesucristo, retoma el significado de "sufrimiento" que tuvo en la lengua latina, alej¨¢ndose bastante del que se le da en el castellano actual: emoci¨®n fuerte o violenta. Ese ¨²ltimo significado contagia, sin embargo, al otro. De hecho, las representaciones que, a lo largo de la historia, han evocado la muerte de Cristo, han aparecido con una fuerte carga emotiva en su interpretaci¨®n, o, lo que es igual, con una traducci¨®n "apasionada" de lo narrado.
La Pasi¨®n seg¨²n San Mateo no es una excepci¨®n. Es m¨¢s: la m¨²sica de Bach proporciona, m¨¢s que ninguna otra cosa, los elementos necesarios para conmover, para inducir a la compasi¨®n (de nuevo el viejo significado), aprovechando con inteligencia los remansos l¨ªricos que la pluma de Picander a?adi¨® a la escueta narraci¨®n evang¨¦lica, reconvertida, a su vez, en recitativos magistrales. Tan magistrales como los sentidos corales de una tradici¨®n luterana todav¨ªa joven y vigorosa. Paul McCreesh lo entendi¨® as¨ª en los momentos m¨¢s ¨¢lgidos de la historia: prendimiento de Jes¨²s, suicidio de Judas, exigencia popular de la crucifixi¨®n y muerte, etc. El resto del tiempo, sin embargo, dirigi¨® a sus m¨²sicos con una cierta languidez. Hubo tambi¨¦n un punto de rutina en las repeticiones. El ajuste y la calidad sonora de las dos peque?as orquestas y los dos coros estuvieron, sin embargo, garantizados.
La Pasi¨®n seg¨²n San Mateo
De J.S. Bach. Gabrieli Consort and Players. Paul McCreesh, director. Solistas: Mhairi Lawson, Daniel Taylor, Mark Padmore, Peter Harvey, Julia Goording, Diana Moore, Joseph Cornwell y Stephan Loges. Palau de la M¨²sica. Valencia, 28 de marzo de 2004.
Mark Padmore (Evangelista) y Peter Harvey (Cristo) s¨ª supieron poner pasi¨®n en su trabajo. Del primero ya se dijo en estas p¨¢ginas, a prop¨®sito de la versi¨®n que hizo en el Palau con Roger Norrington, que sab¨ªa contar esa historia. De nuevo, el narrador otorg¨® el acento adecuado a cada palabra y a cada situaci¨®n. Y es que el Evangelista, en realidad, se convierte en el papel principal. Peter Harvey hizo, por su parte, un Cristo convincente, adentr¨¢ndose m¨¢s en la faceta humana que en la divina del personaje. Gust¨® el color de la voz del contratenor Daniel Taylor y el de las sopranos de ambos coros. Fue expresiva y en¨¦rgica la prestaci¨®n de la viola da gamba en Komm, s¨¹sses Kreuz. La de los oboes solistas, sin embargo, result¨® m¨¢s discutible.
Los efectivos instrumentales y corales se redujeron al m¨ªnimo indispensable. De hecho, los coros no fueron m¨¢s que la suma de los solistas. Ocho cantantes, en total, y 25 instrumentistas. Teniendo en cuenta que Bach estipula la divisi¨®n de m¨²sicos en dos grupos, parece imposible hacer la obra con menos int¨¦rpretes. Nadie duda que la transparencia gana con ello, aunque tambi¨¦n ?por qu¨¦ no decirlo? la econom¨ªa. Pero hay momentos -por ejemplo, el primer y el ¨²ltimo coro- que parecen pedir un conjunto algo m¨¢s numeroso. Y, sobre todo, verter la obra con un poco m¨¢s de fuego. Con m¨¢s pasi¨®n.
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