?tica en carne propia
Un profesor de Filosof¨ªa y Psicolog¨ªa, esposo de una fallecida, explica a sus alumnos el 11-M
Juan Cordero, profesor de ?tica, Filosof¨ªa y Psicolog¨ªa en educaci¨®n secundaria, se despert¨® el lunes despu¨¦s del 11-M atosigado por una noche de sue?o inquieto y entrecortado. El cuerpo de su esposa, la madre de sus dos hijos, hab¨ªa sido identificado en el Ifema en la madrugada del viernes tras 24 horas de b¨²squeda desesperada por los hospitales de Madrid. El d¨ªa 15 por la ma?ana, el primer lunes despu¨¦s de los atentados, Juan tom¨® una decisi¨®n que ven¨ªa meditando desde el fin de semana: se dirigi¨® al instituto de secundaria Luis Braille, en Coslada, donde imparte clases desde hace un a?o, y se par¨® frente a sus estudiantes para hablar de la tragedia.
Juan Cordero lleva 15 a?os dando clases de ?tica y Filosof¨ªa en distintos colegios de Madrid. Su pasi¨®n, como lo cuenta ¨¦l, siempre ha sido la ense?anza y la formaci¨®n de los j¨®venes. A sus 42 a?os, y escondida bajo una mirada t¨ªmida, guarda una enorme soltura a la hora de interrogar y dialogar con sus estudiantes. Aquel lunes, despu¨¦s de dejar a sus hijos, Sof¨ªa, de 11 a?os, y Javier, de 6, en el colegio, quer¨ªa hacer precisamente eso, volver a dirigir una clase y hablar de los acontecimientos de los ¨²ltimos d¨ªas.
En la clase se discut¨ªa: ?Merecen los terroristas la pena de muerte? Y Juan explic¨® que no
En los pasillos del colegio, fundado hace 13 a?os, hab¨ªa un silencio extra?o. El bullicio y las risas cotidianas que se oyen cuando los alumnos van de clase a clase, o en los recreos, hab¨ªan desaparecido. "Estar en el colegio era m¨¢s triste que ver las im¨¢genes por la televisi¨®n", recuerda Marta, una de las alumnas de Juan.
El instituto Luis Braille, como Coslada, fue duramente golpeado por los atentados. Adem¨¢s de la esposa de Juan, el padre de uno de los estudiantes y el hijo de un profesor de Educaci¨®n F¨ªsica murieron el 11-M. Entre los fallecidos en la matanza de Madrid, 21 viv¨ªan en Coslada, un municipio que tiene 82.000 habitantes.
Lo primero que hizo Juan al regresar al colegio fue hablar con sus compa?eros. Uno por uno se sentaron con ¨¦l. "Me ofrecieron su apoyo y me dijeron que pod¨ªa contar con su ayuda", explica ahora. Las conversaciones se sucedieron hasta convertirse en una especie de terapia en la que tanto Juan como los otros profesores compart¨ªan c¨®mo hab¨ªan vivido los atentados y sus estragos.
Al d¨ªa siguiente, Juan se dirigi¨® a su clase de Psicolog¨ªa de las 13.30. Ante un p¨²blico de unos 20 estudiantes, el profesor habl¨® de c¨®mo hab¨ªa sido la b¨²squeda de Susana, de c¨®mo su familia hab¨ªa vivido en vela esas horas hasta que su cuerpo fue finalmente identificado, de c¨®mo hab¨ªan reaccionado sus hijos, de c¨®mo se lo hab¨ªa contado. "Mis alumnos me miraban con l¨¢grimas en los ojos", dice Juan. "Mi primera reacci¨®n no fue de odio hacia los responsables, sino m¨¢s bien de aturdimiento, de no creer que todo esto estaba pasando", les contaba Juan.
Sus estudiantes le miraban desconsolados, sin saber c¨®mo reaccionar. "No sab¨ªamos qu¨¦ hacer, as¨ª que hablamos de c¨®mo nos sent¨ªamos. Del miedo y de la tristeza que se viv¨ªa en la escuela", recuerda una de sus alumnas. "?l se manten¨ªa entero y nosotros salimos llorando", a?ade otra. El colegio, con cerca de 1.000 estudiantes y m¨¢s de 60 profesores, continu¨® sintiendo los s¨ªntomas del atentado toda la semana, pero Juan quer¨ªa estar all¨ª para "recuperar la rutina".
Luego vino la clase de ?tica, una asignatura obligatoria en 4? de ESO, en la que se pretende "fomentar la tolerancia, la formaci¨®n de valores, y que los alumnos desarrollen ideas propias", seg¨²n sintetiza Juan. Despu¨¦s de hablar sobre los atentados, sobre qu¨¦ pod¨ªa impulsar un acto "tan inhumano", un asunto que ya hab¨ªa sido tratado en clase salt¨® y se convirti¨® en el centro de discusi¨®n entre alumnos y profesor: ?Merecen los terroristas culpables del 11-M la pena de muerte?
Una pregunta complicada que suscit¨® enardecidas respuestas. Mientras algunos alumnos se manten¨ªan fijos en la idea de que la pena de muerte era la ¨²nica condena justa para los culpables del atentado, Juan, que ya hab¨ªa discutido en contra de la pena de muerte, mantuvo sus ideas. "Pas¨¦ la prueba de fuego", dice. "Mis principios no cambiaron". La mayor parte de sus estudiantes parece estar de acuerdo con ¨¦l.
Despu¨¦s de una semana discutiendo y hablando sobre el 11 de marzo, el colegio y las clases de Juan han regresado a la normalidad. Ahora, cuando sus alumnos le preguntan preocupados c¨®mo est¨¢, ¨¦l responde: "Aqu¨ª bien, el fin de semana es lo dif¨ªcil".
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