?Por qu¨¦ nos interesa seguir juntos en el mismo tren?
Hace dos meses Gabriel Tortella public¨® en este diario un art¨ªculo con el provocativo t¨ªtulo: ?Quiere Catalu?a bajarse del autob¨²s?. Ven¨ªa a sugerir, m¨¢s que a demostrar, la tesis de que quiz¨¢ los catalanes s¨®lo han estado interesados en Espa?a mientras el Estado pudo reservar el mercado interior como coto vedado para la venta de los productos de la industria catalana, pero que, una vez Espa?a ha llegado a la parada de la Uni¨®n Europea, ahora quieren bajarse y seguir solos, para no tener que pagar el billete de la solidaridad al resto de Comunidades menos desarrolladas. Surge as¨ª la imagen de los catalanes como ricos, ego¨ªstas e interesados. Aunque no es nueva, esa visi¨®n reaparece ahora en el marco del resurgimiento del catalanismo federalista de Pasqual Maragall y del fortalecimiento del nacionalismo independentista de ERC.
Estamos ante una de esas visiones que pueden ser sostenidas de forma brillante por acad¨¦micos, intelectuales o pol¨ªticos sin necesidad de buscar alg¨²n tipo de prueba emp¨ªrica que las confirme o descarte. Son visiones que, por otra parte, tienen gran atractivo para muchas personas inclinadas a las ideas sencillas que no requieran gran esfuerzo de reflexi¨®n y contraste.
Pero las elecciones generales del 14-M ofrecen datos reales para contrastar la tesis de Tortella. Con diferentes matices, la gran mayor¨ªa de los catalanes se sienten part¨ªcipes y responsables de la construcci¨®n del futuro com¨²n de todos los espa?oles. Un futuro sometido, de nuevo, a otra prueba dram¨¢tica. ?De qu¨¦ otra forma se puede entender el fuerte aumento de participaci¨®n ciudadana en las elecciones que decid¨ªan el Gobierno de Espa?a? Adem¨¢s, el lema del partido ganador de las elecciones en Catalu?a, el PSC-PSOE de Maragall, fue: "Si gana Zapatero, gana Catalu?a". A falta de otras pruebas, esos resultados parecen indicar de forma clara que Catalu?a no quiere bajarse del autob¨²s.
Pero esos resultados sugieren tambi¨¦n que a muchos catalanes les estaba siendo inc¨®modo viajar en el autob¨²s que guiaba Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Lo mismo que les ocurre a otros muchos espa?oles (no debe ser causal que hayan sido las Comunidades Aut¨®nomas del art¨ªculo 151 de la Constituci¨®n donde mayor ha sido el aumento de la participaci¨®n electoral). Comprender algunas de las razones de esta incomodidad es esencial para la "Espa?a plural" que ahora se propone construir Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Porque lo que muchos desean es encontrar buenas razones -al margen del miedo a ser "arrollado" si intentas apearte, con el que amenaza Tortella- para seguir viajando juntos en el mismo tren, ahora que la llegada a la "tierra prometida" de la Uni¨®n Europea podr¨ªa hacer pensar a algunos que, como en el caso de Chequia y Eslovaquia, es posible separarse pac¨ªficamente. Me detendr¨¦ en algunas de las razones menos conocidas de ese malestar.
Coincidiendo en parte con el mandato de Aznar, en los ¨²ltimos a?os se ha producido una profunda alteraci¨®n de la geograf¨ªa del poder econ¨®mico y empresarial en Espa?a. La tendencia ha ido en la direcci¨®n de transferir poder de decisi¨®n empresarial desde las regiones industriales, especialmente Catalu?a y Pa¨ªs Vasco, hacia Madrid. En parte, este proceso ha tenido mucho que ver en la din¨¢mica centralizadora asociada a los procesos de integraci¨®n europea y globalizaci¨®n econ¨®mica. Pero en gran parte ha sido alimentado e impulsado por las pol¨ªticas del Gobierno de Aznar.
Por un lado, se ha tratado de restar poder econ¨®mico y empresarial a las CC AA en un momento en el que el Estado de las Autonom¨ªas transfer¨ªa poder pol¨ªtico. Las privatizaciones, y las fusiones y adquisiciones, en las que participaron las empresas industriales y la banca p¨²blica, contribuyeron fuertemente a la deslocalizaci¨®n de sedes de empresas que antes estaban en Sevilla, Bilbao o Barcelona en beneficio de Madrid. Los organismos reguladores independientes vinculados a los procesos de liberalizaci¨®n han situado, sin excepci¨®n, sus sedes en Madrid, atrayendo hacia la capital todo el dinamismo empresarial vinculado a esos servicios. Tambi¨¦n se han situado en Madrid las sedes de organismos estatales aut¨®nomos relacionados con el gobierno de la econom¨ªa, como la Agencia Tributaria o AENA. La pol¨ªtica de infraestructuras de carreteras, ferroviarias, aeron¨¢uticas e hidrol¨®gicas ha tenido un efecto similar, al fomentar que las sedes de las empresas constructoras se trasladaran a Madrid. Por otro lado, la pol¨ªtica de hostigamiento y control de las Cajas de Ahorro ha estado orientada a restar poder econ¨®mico a las administraciones auton¨®micas y a los dirigentes de esas instituciones.
Todo parece apuntar a que, en un momento en que el Estado de las Autonom¨ªas estaba transfiriendo la vieja administraci¨®n p¨²blica y cierto poder pol¨ªtico hacia las Comunidades Aut¨®nomas, las pol¨ªticas vinculadas a la privatizaci¨®n, la liberalizaci¨®n y al nuevo gobierno regulador de la econom¨ªa han buscado crear una nueva administraci¨®n p¨²blica "independiente", pero centralizada, que neutralizase al poder pol¨ªtico y econ¨®mico de la "periferia". Una nueva administraci¨®n muy recelosa de los poderes pol¨ªticos auton¨®micos y con las ¨¦lites empresariales regionales, y que ha tendido a identificar Estado con Madrid.
Pero lo que m¨¢s sorprende del gobierno de la econom¨ªa durante estos ocho a?os ha sido el desinter¨¦s de los Gobiernos de Aznar hacia la industria espa?ola. La decisi¨®n de suprimir el Ministerio de Industria nunca ha sido explicada. Tenemos ministerios relacionados con la agricultura, la pesca, la miner¨ªa, la energ¨ªa, las finanzas, el turismo o la construcci¨®n, pero no con la industria. La industria espa?ola, incluyendo los servicios avanzados a las empresas, qued¨® hu¨¦rfana de aliento gubernamental en el momento en que m¨¢s lo necesitaba. Este desinter¨¦s ha sido como una premonici¨®n de la fuerte ca¨ªda de la productividad, del empleo industrial y de la deslocalizaci¨®n a los que ahora estamos asistiendo.
Se ha ido configurando de esa forma un modelo centralizado de crecimiento y de gobierno de la econom¨ªa que asienta sus bases en los servicios tradicionales, en el turismo y en la construcci¨®n especulativa, m¨¢s que en la industria y los servicios avanzados. Por as¨ª decirlo, es un modelo de estilo m¨¢s latinoamericano que europeo, macrocef¨¢lico, con un Madrid que se parece cada vez m¨¢s a M¨¦xico DF o al Gran Buenos Aires. Este modelo es insostenible, crea recelos y choca con la realidad de una Espa?a plural, no s¨®lo en el ¨¢mbito ling¨¹¨ªstico y cultural, sino tambi¨¦n en el econ¨®mico y empresarial, especialmente en aquellas comunidades con mayor tradici¨®n industrial y empresarial.
Es urgente formular un pacto de Estado que permita, por un lado, el fortalecimiento de nuestra industria y de los servicios avanzados a las empresas y, por otro, el cambio del modelo de gobierno centralizado de la econom¨ªa que se ha impuesto estos ¨²ltimos a?os. En el contexto de ese pacto es posible formular proyectos e iniciativas colectivas que nos hagan ver a todos los espa?oles por qu¨¦ nos interesa seguir viajando juntos en el mismo tren; que nos hagan ver que nuestro futuro econ¨®mico, la estabilidad pol¨ªtica y la solidaridad interregional dependen de proyectos e iniciativas de inter¨¦s com¨²n que podemos llevar a cabo si caminamos juntos y no cada uno por su lado. Pero para que esa nueva Espa?a plural sea cre¨ªble es importante que sepa implicar a aquellos que mejor encarnan esa pluralidad y que, a la vez, se produzcan de forma r¨¢pida algunos gestos y se?ales que permitan visualizar la descentralizaci¨®n del gobierno de la econom¨ªa. Pienso que ¨¦ste es uno de los retos m¨¢s importantes y urgentes que tiene delante el nuevo presidente del Gobierno de Espa?a.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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