El tr¨¢gala
En la historia contempor¨¢nea de Espa?a ha existido un comportamiento pol¨ªtico que ha tenido consecuencias dram¨¢ticas sobre nuestra vida colectiva a lo largo del siglo XIX y del XX. Se trata del tr¨¢gala, una conducta pol¨ªtica que no busca s¨®lo el triunfo de las propuestas pol¨ªticas propias, sino hac¨¦rselas tragar al adversario pol¨ªtico. El termino tr¨¢gala se refiere, en concreto, a una canci¨®n pol¨ªtica muy conocida a principios del siglo XIX que comenzaba por esa palabra, en referencia a la Constituci¨®n, con que los liberales zaher¨ªan a los absolutistas partidarios de Fernando VII. Se trataba de que se tragasen la constituci¨®n liberal de la naci¨®n espa?ola, frente al patriotismo religioso de los absolutistas fernandinos. Pero esa conducta fue practicada tambi¨¦n por los conservadores contra los liberales, en un ciclo pol¨ªtico en que los periodos liberales se contaban por trienios y el de los conservadores por d¨¦cadas. As¨ª hasta al final del franquismo y el alumbramiento de la nueva Constituci¨®n en 1978.
El tr¨¢gala ha hecho que el ciclo pol¨ªtico espa?ol entre progresistas y conservadores, o si se prefiere entre izquierda y derecha, haya sido muy radical, con giros bruscos y dram¨¢ticos, en los que cada cambio pol¨ªtico tra¨ªa la voluntad de acabar con toda la obra legislativa anterior. Una perversa tendencia a partir de cero, de borr¨®n y cuenta nueva, como si nada de lo que se hizo en el periodo anterior valiese la pena.
Parec¨ªa como si la transici¨®n pol¨ªtica de 1979 y el consenso sobre el que se construy¨® la nueva Constituci¨®n hubieran dejado aparcada esa tendencia a hacer comulgar al adversario con ruedas de molino. Pero no estoy muy seguro. La segunda legislatura del Partido Popular signific¨® un cierto retorno a esa voluntad de imponer las propias visiones del mundo a los otros. Pero confieso que ahora me entra la zozobra de que eso mismo se quiera practicar respecto de los conservadores. La cosa comenz¨® con el plan Ibarretxe, pero puede seguir con otras demandas de reforma estatutaria o de simples cambios de pol¨ªticas del anterior Gobierno.
Existe una ley en el mundo f¨ªsico que establece que a toda fuerza que se ejerce sobre un cuerpo, llamada acci¨®n, se opone otra de igual intensidad pero de sentido contrario llamada reacci¨®n. Probablemente este principio vale tambi¨¦n para el mundo social y pol¨ªtico. Es algo que se deber¨ªa tener en cuenta. Sin duda, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar no lo hizo a la hora de calcular las consecuencias de su tr¨¢gala a gran parte de la sociedad espa?ola, con leyes como las de educaci¨®n o su pol¨ªtica de alineamiento con la pol¨ªtica imperial del Gobierno de George W. Bush. Y la reacci¨®n ha sido de igual intensidad, aunque de sentido contrario. Pero la existencia de esa ley deber¨ªan tenerla en cuenta ahora tambi¨¦n todos aquellos que reclaman cambios en las pol¨ªticas aznaristas, en los estatutos y en la Constituci¨®n.
Porque algo de tr¨¢gala tiene, a mi juicio, la decisi¨®n de la nueva consejera de Ense?anza de la Generalitat de suspender motu proprio la vigencia en Catalu?a de varios art¨ªculos de la ley educativa del Gobierno de Aznar, que hab¨ªa sido votada y aprobada en el Congreso de los Diputados. Un tr¨¢gala no s¨®lo al anterior Gobierno, sino tambi¨¦n al futuro Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero, que ya hab¨ªa anunciado que reformar¨ªa esa ley en el Congreso, pero que se ha visto obligado a tragar por anticipado la decisi¨®n de la consejera. Algo similar se puede decir de la forma como est¨¢ discurriendo la pol¨¦mica sobre la posibilidad de una selecci¨®n catalana de hockey sobre patines y la ocurrencia de que se busque otro nombre para Espa?a. Y tambi¨¦n la idea de que la ¨²nica lengua oficial reconocida en Catalu?a sea el catal¨¢n. Por lo que veo, la frase "sentido com¨²n" s¨®lo fue un lema de campa?a.
No puede ser que nos desayunemos cada ma?ana con alguna nueva ocurrencia, en esa carrera que parece haberse iniciado para ver qui¨¦n la dice "m¨¦s grossa". Porque en muchos casos se trata de eso, de ocurrencias, no de ideas pensadas y largamente maduradas. Mi impresi¨®n es que, si no se encauzan bien, se producir¨¢ pronto una fatiga social con las propuestas de cambio de pol¨ªticas y de reforma estatutaria. Porque las sociedades, como los materiales, experimentan tambi¨¦n fatiga con las reformas o cambios continuos. Una fatiga social como la que acab¨® con la era aznarista.
La cuesti¨®n importante, como casi todo en la vida, no es lo que se quiere, sino la forma como se quiere lograr. El tema de la selecci¨®n de hockey puede ser un ejemplo. Es cierto que en el Reino Unido existen varias selecciones nacionales de f¨²tbol que participan en competiciones internacionales, sin que eso ponga en cuesti¨®n la unidad del Estado. Pero eso es as¨ª por dos razones. Por la propia historia del f¨²tbol brit¨¢nico y porque existen competiciones en las que pueden participar varias selecciones de un mismo pa¨ªs y otras en que no, como los Juegos Ol¨ªmpicos. Y lo que ha hecho el Reino Unido es acordar entre todos renunciar a participar como pa¨ªs en el f¨²tbol ol¨ªmpico. Y no pasa nada. Aunque es cierto que el f¨²tbol es un deporte profesionalizado en el que la participaci¨®n ol¨ªmpica tiene poca importancia para la carrera de un deportista. Podemos acordar entre todos algo similar, pero no vayamos a las bravas.
El cambio y las reformas se tienen que hacer desde la continuidad con lo existente. La transici¨®n pol¨ªtica a la democracia fue mod¨¦lica porque se consigui¨® introducir lo nuevo a partir de lo existente. Pactemos la forma de llevar a cabo los cambios. Porque, al final, lo que no puede ser es que la Espa?a plural se entienda como una Espa?a a la carta.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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