?D¨®nde est¨¢?
El atentado del 11-M le ha dado otra dimensi¨®n a nuestra ciudad y una fecha enlutada para sus anales. Pero estas habas cuecen en todas partes y requerir¨¢ la atenci¨®n de escritores, cineastas y periodistas. Tiene el precedente del 11-S neoyorquino, que ya cuenta con legi¨®n de ex¨¦getas. Pienso que este tipo de acontecimientos que parecen obras demenciales deben ser explicados al gran p¨²blico de forma que se pueda medio interpretar la vesania homicida.
Para entender lo que pas¨® en Nueva York acaba de lanzarse a la venta, en Espa?a, el libro que han compuesto dos grandes periodistas, uno franc¨¦s y otro norteamericano, que escribieron al alim¨®n varios relatos sobre sucesos de resonancia mundial, con un lenguaje asequible y apasionante. Muchos lectores conocen los ya publicados por Dominique Lapierre y Larry Collins, ?Arde Par¨ªs?, Esta noche, la libertad, Oh, Jerusal¨¦n, El quinto jinete y el que nos toca m¨¢s de cerca O llevar¨¢s luto por m¨ª, una de las narraciones m¨¢s serias y acertadas sobre la tauromaquia escrita por extranjeros, tomando como soporte la vida de El Cordob¨¦s padre. Ambos han logrado sublimar el periodismo ateni¨¦ndose a la sencilla receta de estudiar a fondo el tema, dedicarle tiempo y rigor y comunicarlo de forma ordenada y apasionante, porque esas cosas pueden ir juntas. Me honro con la amistad de ambos colegas desde hace m¨¢s de 40 a?os y me alegro de que hayan reanudado una colaboraci¨®n que tuvo un largo par¨¦ntesis. Ambos viven en la Provenza francesa y la referencia a Saint Tropez resulta meramente administrativa, ya que sus casas colindantes, en el confortable y aislado interior del pa¨ªs, caen en la jurisdicci¨®n del famoso pueblo de la Costa Azul.
El t¨ªtulo de su m¨¢s famosa colaboraci¨®n fue la delirante pregunta de Adolfo Hitler a sus generales, cuando cre¨ªa que la capital francesa era arrasada en el estertor de la derrota. Esta ¨²ltima obra quiz¨¢s cierre el par¨¦ntesis de su simbiosis literaria. Se llama ?Arde Nueva York? y se lanza ahora a la venta, en espa?ol, tras un gran ¨¦xito en el mundo galo y anglosaj¨®n. Biling¨¹es ambos, arman los argumentos de consuno y cada uno lo vierte a su idioma. Como cualidad exigida por las editoriales, se dedican a un fren¨¦tico y delirante marat¨®n promocional, del que todos tenemos noticia.
Este libro, decorosamente traducido, relata con creciente inter¨¦s el supuesto de que una bomba at¨®mica vaya a estallar, en un punto indeterminado de la ciudad de los rascacielos y en el plazo de cinco d¨ªas. Los personajes son notorios, desde el presidente Bush hasta el alcalde Michael Bloomberg, pasando por Condoleezza Rice, Osama Bin Laden, Ariel Sharon, Musharraf, el FBI, Al Qaeda, la CIA, la Yihad, gentes y entidades reales, enhebradas en un relato ficticio del que aprendemos muchas cosas. La amenaza, tres a?os despu¨¦s del desastre de las Torres Gemelas, descubre que los Estados Unidos hab¨ªan destinado 8.000 millones de d¨®lares en el escudo antimisiles sovi¨¦ticos, cuando la URSS hab¨ªa ya desaparecido. La investigaci¨®n de Lapierre y Collins pone de relieve la lastimosa situaci¨®n en que se encuentra la seguridad de Nueva York, aunque cuente con 40.000 polic¨ªas, 2.000 agentes federales, 250 especialistas de la unidad antiterrorista del FBI y la ¨²ltima tecnolog¨ªa cient¨ªfica aplicada a la defensa. Sin embargo, cuando todas las puertas se han cerrado, cuando los mismos israel¨ªes se niegan a facilitar la soluci¨®n ante la posible muerte de cinco o seis millones de personas en Manhattan, el tes¨®n de dos polic¨ªas abortan el desastre y encuentran la bomba casi por casualidad.
Conocemos al pormenor los entresijos de la Administraci¨®n, la singularidad del alcalde que emple¨® 40 millones de d¨®lares de su fortuna personal en obtener el cargo y mandar sobre 300.000 funcionarios municipales en el puesto m¨¢s importante de aquel pa¨ªs, despu¨¦s de su presidente. Este hombre s¨®lo cobra un d¨®lar de su salario y entrega el resto a entidades de beneficencia. Todo es gigantesco, desmesurado, en una mezcla de personajes reales y situaciones l¨ªmite. Tiene poca correspondencia con la atrocidad que sufrimos los madrile?os: una furgoneta robada, unos explosivos sustra¨ªdos en una mina asturiana, la m¨ªsera chabola en las afueras de Chinch¨®n, el locutorio telef¨®nico en Legan¨¦s... Por comparaci¨®n ¨¦stos parecen unos terroristas de pacotilla, aunque su miserable empresa les coloque a la cabeza en el ranking de los asesinos en Espa?a. Rara vez he le¨ªdo un volumen de casi 350 p¨¢ginas "de un tir¨®n". ?ste, s¨ª.
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