Lenguaje y testimonio
?Cu¨¢l es el lenguaje apropiado para hablar del horror? No es, desde luego, el lenguaje as¨¦ptico del informe t¨¦cnico. Ni el codificado de las estad¨ªsticas. No hay lenguaje m¨¢s apropiado para hablar del horror que aquel que utilizan quienes lo han sufrido. Por eso nadie puede hablar en nombre de las v¨ªctimas. No se trata de ning¨²n conflicto de legitimidades. Cuando digo que nadie puede hablar en nombre de las v¨ªctimas no me refiero a un poder te¨®rico, jurisdiccional, legitimado sino a un poder real: s¨®lo puede hablar del horror quien lo ha experimentado. El testigo moral, aquel que conoce el sufrimiento en la forma del saber experiencial, es el ¨²nico realmente capacitado para hablar de una experiencia que el resto tan s¨®lo podemos intuir.
La narraci¨®n de las v¨ªctimas nos depara sorpresas. Recuerdo ahora un trabajo realizado por Gesto por la Paz en el que se transcrib¨ªan una serie de conversaciones con v¨ªctimas del terrorismo. En casi todos los casos, la experiencia de su tragedia hab¨ªa generado una nueva capacidad de comprensi¨®n hacia quienes, como ellas mismas, sufren la violencia: "Ayudar a esas personas, hay que ayudar a esas personas"; "Cada vez que pasa algo es como si me pasara a m¨ª, as¨ª de claro". Una de las personas entrevistadas contaba que una amiga suya, votante de HB, se hab¨ªa interesado por su situaci¨®n, que la hab¨ªa llamado "mil veces", pero ella no hab¨ªa podido responder a sus llamadas "no porque la odie, al contrario, la quiero como la he querido toda mi vida y, y siempre ser¨¢ especial para m¨ª". Pero no pod¨ªa soportar creer que su amiga se comportaba as¨ª s¨®lo porque la persona asesinada era su marido: "Porque yo era su mujer ?no? pero no s¨¦ si igual le hubiera dado igual si le hubiera pasado a otro". Solidaridad con el resto de las personas que han sufrido y sufren la violencia. En sus relatos aletea, tambi¨¦n, la esperanza: "Si se lucha yo creo que se podr¨¢ acabar ?no?, digo yo"; "Hay que tener ilusiones ?no?". Puede ser una esperanza fr¨¢gil, una esperanza contra toda esperanza. Pero su valor es inmenso.
Un relato -se ha dicho- no es simplemente un relato. Es en s¨ª mismo una acci¨®n emplazada, una performaci¨®n con efectos ilocuacionales. Act¨²a para crear, sostener o modificar mundos de relaci¨®n social. Los relatos de las v¨ªctimas del terrorismo rebosan solidaridad, esperanza y sabidur¨ªa. No son relatos que puedan ser utilizados para sostener cualquier proyecto de futuro. Son relatos que act¨²an para impulsar un mundo desde la justicia, pero no desde el odio y la venganza. Frente a tantos discursos et¨¦reos y fr¨ªvolos sobre el perd¨®n, las v¨ªctimas saben distinguir entre la dimensi¨®n m¨¢s ¨ªntima de su experiencia ("perdono...") y su dimensi¨®n publica ("... pero estoy dispuesta a adoptar determinadas posiciones favorecedoras de la paz").
Porque, si algo queda meridianamente claro despu¨¦s de leer estos testimonios, es que quienes han sufrido la violencia se niegan a otorgar a ¨¦sta m¨¢s influencia sobre sus vidas de la que de hecho ha tenido. Es por eso que se niegan a que el odio envenene sus vidas: "Mi hijo sabe lo que le ha pasado a su madre y ya est¨¢, jam¨¢s le hemos inculcado el odio hacia nadie"; "Mi padre, una vez que fue puesto en libertad, jam¨¢s nos transmiti¨® odio hacia nadie"; "No me recreo en el odio, lo pasas a ocupar con otras cosas"; "Lo que intentamos en casa por lo menos es eso ?no?, que no est¨¦ ese odio en casa, que sea, pues eso, el instante inicial de..., pues somos una familia con un cr¨ªo y, y eso no quiero, no queremos que entre en nuestra casa".
Uno de los principales expertos en el uso de fuentes orales para la investigaci¨®n hist¨®rica, Paul Thompson, ha escrito que las personas "no s¨®lo tienen que aprender su propia historia, pueden escribirla". Y concluye: "La historia oral devuelve la historia a la gente en sus propias palabras. Y ofreci¨¦ndolas un pasado, tambi¨¦n las ayuda a dirigirse hacia un futuro de su propia creaci¨®n". Las v¨ªctimas del terrorismo han mirado al horror cara a cara. Sin embargo, sus palabras quieren ofrecernos motivos para vivir. Y tambi¨¦n maneras -buenas maneras- de hacerlo.
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