El nudo gordiano
Es probable que la promesa de retirar las tropas espa?olas de Irak si antes del 30 de junio las Naciones Unidas no se hacen cargo de la situaci¨®n no hubiese alcanzado tanta resonancia si, entre los pa¨ªses que participan en la ocupaci¨®n, no se hubiese instalado desde hace tiempo una soterrada inquietud: la de que a estas alturas nadie sabe qu¨¦ est¨¢n haciendo all¨ª las fuerzas militares extranjeras. Dejando de lado las especulaciones acerca de si la presencia de soldados en Irak tiene que ver o no con el terrorismo perpetrado en la retaguardia, lo cierto es que, en nuestro caso, resulta cuando menos alambicada la explicaci¨®n de que el despliegue de mil trescientos efectivos en Diwaniya tiene como objetivo ofrecer protecci¨®n a los ciudadanos en Atocha o Legan¨¦s. Se puede, por supuesto, recurrir a la met¨¢fora de la hidra, de una amenaza que opera a trav¨¦s de tent¨¢culos que obedecen a una remota e invisible cabeza, y que nos obligar¨ªan a un despliegue militar en los lugares m¨¢s ins¨®litos y remotos. Pero, met¨¢fora por met¨¢fora, esa estrategia condena a nuestras tropas, nos condena, a imitar el comportamiento del espadach¨ªn que tira tajos contra la oscuridad mientras le hostiga un enemigo burl¨®n y sanguinario. Y como quiz¨¢ haya pasado el momento de discutir acerca de cu¨¢l es la comparaci¨®n m¨¢s atinada, la m¨¢s justa met¨¢fora -si es que debiera existir jam¨¢s un momento para semejante desvar¨ªo-, convendr¨ªa recuperar el discurso pol¨ªtico, al menos esa parte de ¨¦l que lo ¨²nico que se propone es juzgar el acierto o el error de determinadas decisiones, las tome quien las tome.
La presencia de nuestro pa¨ªs en las Azores fue uno de los mayores dislates internacionales perpetrados por un Gobierno espa?ol en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Pero no ya porque Espa?a nunca deber¨ªa haber comparecido en esa cumbre, sino porque, sencillamente, esa cumbre no deber¨ªa haberse celebrado. Ahora bien, la colosal dimensi¨®n de este desatino, cuya pormenorizada explicaci¨®n a los espa?oles sigue pendiente, no puede conducir a la idea de que cualquier rectificaci¨®n es posible y, adem¨¢s de posible, adecuada. La posici¨®n del Gobierno entrante sobre la permanencia de nuestras tropas en Irak, fruto de una promesa realizada en campa?a, presenta dos puntos d¨¦biles que, de no recibir un r¨¢pido y adecuado tratamiento, pueden acarrear graves consecuencias tanto para nuestro pa¨ªs como para la propia estabilidad internacional, enfrentada a una de las crisis m¨¢s inquietantes desde el final de la guerra fr¨ªa.
El primero de estos puntos d¨¦biles es que, al haber fijado una condici¨®n de dif¨ªcil cumplimiento para decidir sobre la retirada de las tropas, y haber fijado, adem¨¢s, una fecha expl¨ªcita para que ¨¦sta se produzca, algunos grupos terroristas entienden que el tiempo que resta hasta el 30 de junio es decisivo para poder presentar como victoria lo que, en realidad, fue una oferta electoral hecha al margen de sus cr¨ªmenes y exacciones. Ser¨ªa ingenuo negar que ese riesgo existe, y que es real. Pero precisamente porque existe, y precisamente porque su existencia deriva del hecho de haber olvidado que determinados movimientos militares, y en concreto la retirada de un escenario b¨¦lico, no deben anunciarse con antelaci¨®n, es por lo que sorprende, todav¨ªa m¨¢s, que algunos miembros del Gobierno saliente, adem¨¢s de ciertos c¨ªrculos neoconservadores norteamericanos, o incluso ese fil¨®sofo franc¨¦s que, hace apenas unas semanas, nos informaba de lo bien que marcha el mundo sin Sadam, cometan la pavorosa temeridad de confirmar a los terroristas en la idea de que s¨ª, de que una eventual retirada de las tropas espa?olas es resultado de sus acciones y no de una previa promesa electoral. Mienten y saben que mienten, como bien podr¨ªan comprobar tras una sumaria mirada a las hemerotecas. Pero esta vez su mentira puede contribuir de manera decisiva a que lo que fue un punto d¨¦bil en la formulaci¨®n de un compromiso electoral por parte de un candidato se convierta en un sangriento pulso de los terroristas para alzarse con una apariencia de victoria.
El segundo punto d¨¦bil de la posici¨®n del Gobierno entrante frente a la descomunal equivocaci¨®n de las Azores tiene que ver con la ambig¨¹edad de lo que se le exige a Naciones Unidas y, en definitiva, con la ambig¨¹edad de una f¨®rmula como la de "hacerse cargo" o "hacerse con las riendas" de la situaci¨®n en Irak. Desde que las tropas anglo-norteamericanas derrocaron el r¨¦gimen de Sadam, el problema al que se enfrenta el pa¨ªs es doble. Por un lado, la ocupaci¨®n y sus dram¨¢ticos avatares, en los que cada v¨ªctima provocada por las fuerzas extranjeras mina un poco m¨¢s su d¨¦bil posici¨®n para actuar como ¨¢rbitro del futuro pol¨ªtico de Irak; por otro, la imperiosa necesidad de poner en pie un Gobierno leg¨ªtimo y aceptado como tal por la mayor¨ªa de los iraqu¨ªes, algo que s¨®lo se podr¨ªa alcanzar a trav¨¦s de unas elecciones democr¨¢ticas. Resulta innegable que el progresivo deterioro de la seguridad, hasta alcanzar las dimensiones de un abierto conflicto armado entre los ocupantes y sus colaboradores locales, por una parte, y los m¨¢s variados grupos insurgentes y terroristas, por la otra, representa un grave contratiempo para la posibilidad de celebrar unos comicios. Pero esta constataci¨®n no supone, en absoluto, que la ocupaci¨®n y la necesidad de poner en pie un Gobierno leg¨ªtimo no sigan siendo dos problemas diferentes. Y lo que es a¨²n m¨¢s importante, esta constataci¨®n no deber¨ªa arrastrar a que, puestos en la tesitura de dar cumplimiento a una promesa electoral, se perdiese de vista el principal dato de partida: y es que, mientras Naciones Unidas tendr¨ªa poco margen para pronunciarse respecto de una ocupaci¨®n no consentida sin perder, al mismo tiempo, su obligada neutralidad frente a todos, incluidos los iraqu¨ªes en armas, su papel en la celebraci¨®n de unas elecciones democr¨¢ticas ser¨ªa insustituible.
El riesgo al que se enfrenta el Gobierno entrante a la hora de concretar la condici¨®n que podr¨ªa detener la retirada de las tropas es precisamente ¨¦se, el riesgo de que bajo f¨®rmulas como las de "hacerse cargo" o "hacerse con las riendas" se reabra la misma discusi¨®n que tuvo ya lugar en las semanas previas a la aprobaci¨®n de la Resoluci¨®n 1.511. Entonces era el Gobierno brit¨¢nico el que, por razones internas, aspiraba a que Naciones Unidas convalidase el despliegue de sus tropas en Irak, y Francia y Alemania las que se opon¨ªan por considerar que lo que hab¨ªa tenido un origen ilegal no deb¨ªa ser subsanado. Estados Unidos, por su parte, apreciaba un pronunciamiento del Consejo de Seguridad en la medida en que avalase decisiones previamente adoptadas por Washington, y entre ellas la de conservar el mando de las tropas ocupantes, pero no lo consideraba imprescindible.
En realidad, este equilibrio se mantiene hoy inalterado, salvo que ahora ser¨ªa Espa?a, y no el Reino Unido, el pa¨ªs que, tambi¨¦n por razones internas, tendr¨ªa inter¨¦s en una nueva resoluci¨®n. Una reedici¨®n m¨¢s o menos actualizada de la 1.511 -quiz¨¢ laresultante m¨¢s veros¨ªmil, a juzgar por las posiciones mantenidas hasta ahora en el Consejo de Seguridad- colocar¨ªa al futuro Gobierno espa?ol ante una alternativa poco holgada: o bien mantener las tropas cuando nada sustancial habr¨ªa cambiado o bien retirarlas cuando, a los efectos, las Naciones Unidas habr¨ªan accedido a los requerimientos de Madrid, al menos desde el punto de vista formal. Pero es que una nueva resoluci¨®n que fuese m¨¢s all¨¢ de la 1.511, y que de una u otra forma colocase la ocupaci¨®n bajo el amparo de Naciones Unidas, tendr¨ªa unas consecuencias a¨²n m¨¢s impredecibles para el futuro pol¨ªtico de Irak, puesto que convertir¨ªa a la Organizaci¨®n en parte del conflicto y, por lo tanto, la invalidar¨ªa como agente neutral para hallar una salida pol¨ªtica. En concreto, invalidar¨ªa su contribuci¨®n a la preparaci¨®n y el desarrollo de unas elecciones democr¨¢ticas que sirviesen para poner en pie ese Gobierno leg¨ªtimo y reconocido como tal por la mayor¨ªa de los iraqu¨ªes, que es, a fin de cuentas, el nudo gordiano de la crisis internacional en la que estamos envueltos.
Puede que, a los efectos de una salida pol¨ªtica de esta naturaleza, la comunidad internacional haya acumulado ya un irremediable retraso, y que la violencia sobre el terreno resulte a estas alturas irrefrenable. Aun as¨ª ser¨ªa urgente, extraordinariamente urgente, llevar a cabo el que podr¨ªa ser uno de los ¨²ltimos intentos de sacar a la comunidad internacional del avispero en el que la introdujeron los aventureros de las Azores, promoviendo que el Consejo de Seguridad apruebe una nueva resoluci¨®n sobre Irak. Pero no una resoluci¨®n para "hacerse cargo" o "hacerse con las riendas" de la situaci¨®n, como si lo que se pretendiera fuese una subrogaci¨®n directa o indirecta de Naciones Unidas en la posici¨®n de los ocupantes, de manera que, en efecto, el principal problema fuese el de determinar si Washington conserva o no el mando de la llamada coalici¨®n. La resoluci¨®n que se necesita es de otro orden; una resoluci¨®n en la que, respondiendo a la petici¨®n del ayatol¨¢ Sistani, y en ¨²ltimo extremo a la voluntad de la inmensa mayor¨ªa de iraqu¨ªes que desean vivir en paz, Naciones Unidas tome bajo su control el proceso pol¨ªtico que debe conducir al establecimiento de un Gobierno leg¨ªtimo en el pa¨ªs. Es decir, una resoluci¨®n en la que, primero, Naciones Unidas se comprometa a preparar y supervisar unas elecciones democr¨¢ticas en el m¨¢s breve plazo posible; segundo, inste a los ocupantes a respetar las obligaciones que les imponen las Convenciones de Ginebra y, tercero, les exija el compromiso de vincular la permanencia de sus tropas a lo que decida el Gobierno leg¨ªtimo de Irak salido de las urnas. Si ¨¦ste no se considerase en condiciones de gestionar el orden interno y pidiese que se quedasen, deber¨ªan quedarse. Pero deber¨ªan salir si ¨¦sa fuera, por el contrario, la voluntad del Gobierno leg¨ªtimo de Irak.
Es mucho lo que el Gobierno entrante y los ciudadanos espa?oles podr¨ªamos jugarnos en los pr¨®ximos tiempos si la cadena de errores que comenz¨® en las Azores se perpetuase. En este sentido, la fecha del 30 de junio podr¨ªa convertirse, no en el l¨ªmite fijado para el regreso de unas tropas que nunca deber¨ªan haber sido desplegadas, sino en el plazo del que dispondr¨ªan los terroristas para cometer una m¨¢s de sus vilezas: disfrazar sus cr¨ªmenes como victoria.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao es diplom¨¢tico.
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