Omer 'for lehendakari'
A la diestra del viejo columnista, que camina por la calle, pasa una estudiante que habla por el m¨®vil a grito pelado: "?S¨ª, claro que te quiero!". La muchacha est¨¢ a punto de chocar con un hombre ce?udo que avanza cual tanque blindado, con gabardina, malet¨ªn y un gorro Burberry -que le sienta fatal- calado hasta las orejas. A su izquierda, dos obreros nevados de yeso se vuelven hacia una mujer que aparca escrupulosamente su coche en un hueco demasiado justo. Rezagado, un ni?o acarrea una enorme mochila con cara de susto, y tiene que rodear a una se?ora que se ha desembarazado por un instante de las bolsas del supermercado para descansar. El veterano columnista tiene el h¨¢bito de meditar mientras camina, y est¨¢ pensando en cu¨¢nto admira a aquellos que escriben exclusivamente sobre pol¨ªtica. ?El arte de gobernar a los pueblos, y de conservar el orden y las buenas costumbres!
?l s¨®lo escribi¨® que le gustar¨ªa ver a Omer Bertin Oke, responsable de inmigraci¨®n del Gobierno vasco -de raza negra- convertido en lehendakari. Tan s¨®lo eso. Decidi¨® soltar de una vez por todas lo que pensaba. Casos peores se han visto, reconoci¨®, de cronistas de sociedad que se han burlado de los calcetines de fulano, y han acabado sin trabajo. Casos peores se han visto, mucho peores, tan inmensamente peores que provocan la alergia al luto del pueblo, ansioso por olvidar y ser feliz. Y total, para que la risa de dios se eleve sobre todas las cosas, sobre todos esos viandantes que desfilan por la cotidiana pasarela de la urbe.
Se pregunta el columnista si la propia realidad es inseparable de la pol¨ªtica, si ahora, que se anuncia la Tercera Guerra Mundial, no cuenta el ligue que se ha echado su vecinito del cuarto, ni la risa de su sobrino, ni el caf¨¦ de la ma?ana: todas esas supuestas ridiculeces. Piensa el articulista si ¨¦l no es en realidad un pobre desgraciado que se crey¨® un mago del sentido del humor, cuando en el mundo no hay sino pol¨ªtica, pol¨ªtica, pol¨ªtica y m¨¢s pol¨ªtica. Total, para qu¨¦ escribir.
La vida real es otra cosa, piensa el hombre, y, aunque teme caer en la demagogia, insiste en sus pensamientos: la realidad es otra cosa. Es mucho m¨¢s real el cansancio de un tipo cuando llega a su casa despu¨¦s del trabajo que la ciencia pol¨ªtica.
Cuando se aleja por calles menos concurridas, que semejan piezas de un puzzle que no han encontrado su lugar, sus pasos resuenan como el tic-tac de un reloj absurdo. Total, ¨¦l s¨®lo escribi¨® que Omer Bertin Oke deber¨ªa ser lehendakari.
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