Obesidad infantil: adelgazar deleitando
Un centro para ni?os con sobrepeso en los Abruzzos italianos trata a la vez cuerpo y esp¨ªritu
Alessandra tiene 10 a?os, mide 1,49 metros y pesa 65 kilos. Una ni?a normal algo entrada en carnes. Pero hace s¨®lo cuatro a?os med¨ªa 16 cent¨ªmetros menos y pesaba ocho kilos m¨¢s. Era obesa, abocada a la burla de sus compa?eros, destinada a vivir con una salud precaria. Se ha salvado gracias a un proceso de reeducaci¨®n alimentaria que prev¨¦ -en la mesa- la abolici¨®n de la televisi¨®n incluso antes que las chocolatinas, establece pocas prohibiciones y mucho juego, dedicaci¨®n a los padres y esparcimiento a los ni?os, y se acompa?a cada a?o de siete d¨ªas de vacaciones en un centro de agroturismo para perder peso, crecer y divertirse.
El escenario es Atri, una localidad de 11.000 habitantes bajo las colinas de los Abruzzos. Aqu¨ª funciona un centro para combatir la obesidad infantil, famoso entre los especialistas del mundo entero. "Nuestro m¨¦todo nos lo hemos inventado", explica Mario di Pietro, director de la instituci¨®n. "Hemos partido de dos hechos indiscutibles. El primero, que el hospital cl¨¢sico no es eficaz. Muchos ni?os faltan a la consulta. Y el segundo, que la obesidad no se combate con recetas o dietas, sino cambiando los h¨¢bitos de la persona". El doctor, que es un cincuent¨®n de pelo blanco, trata a centenares de ni?os y adolescentes al a?o. Una encuesta en la zona revela que el 31,3% de los alumnos de secundaria tiene sobrepeso y un 6,6% es obeso.
Hoy, por ejemplo, Di Pietro ha visitado a un muchachote de 16 a?os, 1,81 metros de estatura, que pesa 136 kilos. "Es un caso", explica, "muy grave". "Le ha crecido el coraz¨®n y padece hipertensi¨®n arterial. Los kilos de m¨¢s ponen en peligro todo el organismo". Hay que intervenir r¨¢pidamente eliminando la causa del mal, pero sobre todo -dicen en Atri- proponiendo un estilo de vida diferente. S¨®lo en un 5% de casos la obesidad es gen¨¦tica o endocrinol¨®gica. En los restantes, se debe a malos h¨¢bitos de alimentaci¨®n. Y tampoco es por comer demasiado, sino mal. La lista de comportamientos de riesgo comprende pasar del desayuno, el abuso de la merienda de producci¨®n industrial, el bajo consumo de fruta y de verdura. Y todo ello agravado por la falta de ejercicio.
La terapia comienza con el compromiso de la familia. Una vez a la semana los ni?os deben presentarse en el centro acompa?ados de sus padres o incluso de los abuelos, si son ¨¦stos los que cocinan en casa. La comida consiste en pasta condimentada, pero no inundada de grasa, pescado, fruta y verdura. Los peque?os no tienen que comer aquello a lo que no est¨¢n habituados, s¨®lo deben probarlo. Pap¨¢ y mam¨¢ hacen otro tanto.
Luego viene el encuentro con la psic¨®loga y la dietista. Por grupos, primero los ni?os y luego los padres. Y todo concluye con la merienda y el juego de grupo. "La colaboraci¨®n de la familia es b¨¢sica", cuenta la dietista Giuseppina Sfamurri. "Debemos hacer comprender a los padres que no hay que comer deprisa, no hay que saltarse la pasta, no hay que ver la televisi¨®n mientras se come, porque as¨ª es como se pierde el control de lo que se ingiere. Por eso aconsejamos que la familia coma al completo y los mismos manjares, tanto mayores como peque?os".
En verano toca el campamento-escuela. Los ni?os de entre 7 y 10 a?os -unos 40- van al campo, a un agroturismo que est¨¢ a siete kil¨®metros del pueblo. Las instalaciones est¨¢n entre verdes colinas. Hay espacio para correr y una piscina. La alimentaci¨®n est¨¢ controlada, aunque no cabe hablar de dieta, y el ejercicio est¨¢ asegurado. Prohibid¨ªsima la televisi¨®n. Pero no la chocolatina que aparece en la merienda del fin de semana. El objetivo es consolidar una nueva relaci¨®n con la comida. Con los ojos vendados, los internados deben reconocer los manjares por el sabor, por el olfato, por las sensaciones del tacto.
"El que trata la obesidad sabe que no es f¨¢cil de curar", dice Di Pietro en el momento en que llega una paciente. Tiene 15 a?os y vino al centro en junio pasado. Mide 1,65 metros y pesa 50 kilos. En los ¨²ltimos tiempos ha crecido un cent¨ªmetro y perdido 21 kilos. Si vemos ahora a esta muchacha de ojos grandes y pelo recogido, nadie dir¨ªa que ha sido obesa. La jovencita sonr¨ªe: "He tenido que esforzarme, pero nunca he pasado hambre. Incluso puedo disfrutar de un dulce por la ma?ana. Por fin, en la tienda puedo probarme unos vaqueros sin avergonzarme de c¨®mo me sientan".
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