Discriminaci¨®n
En un desplazamiento por cercan¨ªas de Madrid en la estaci¨®n de Majadahonda, al entrar en su vest¨ªbulo pude observar a dos guardas de seguridad privados que solicitaban a dos inmigrantes, uno de ellos de origen magreb¨ª y el segundo con claros rasgos suramericanos, que abrieran sus mochilas y les dejaran controlar sus pertenencias privadas. Por supuesto, ninguno de los pasajeros de origen europeo, entre los que me incluyo, que llev¨¢bamos mochilas o macutos similares fuimos retenidos y registrados.
En Atocha, y ya en el and¨¦n del metro, la situaci¨®n volvi¨® a repetirse, esta vez con una persona mayor y una ni?a, ambos de claro origen magreb¨ª. Estas retenciones y registros llamaban la atenci¨®n de todos los viandantes, y algunos, por suerte por ahora s¨®lo una peque?a minor¨ªa, miraban con recelo a los retenidos. ?Desde cu¨¢ndo los guardas de seguridad privados tienen la potestad de registrar a simples ciudadanos que transitan por nuestra red de transporte p¨²blico?
?Se va a registrar indiscriminadamente a todos los inmigrantes que viven en Espa?a? ?Queremos ver a todas estas personas como sospechosos? Creo que adem¨¢s de absolutamente ilegal y moralmente cuestionable este tipo de comportamientos no mejoran la seguridad y convierten a millones de trabajadores de las capas m¨¢s desfavorecidas en presuntos delincuentes. Quiero exigir la inmediata destituci¨®n de los responsables de esta nueva normativa de seguridad que nos acerca peligrosamente a un Estado policial.
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