Tres tiros al aire
Uno. Teatro sin animales (Romea). Las carteleras y las modas son un misterio. Durante a?os, los maestros franceses del "boulevard po¨¦tico", hijos de Pr¨¦vert y Queneau, ten¨ªan que recorrer los teatros catalanes casi de puntillas, en salas del off, sin so?ar siquiera en acceder a los grandes circuitos. Ahora llega Jean-Michel Ribes y le abren de par en par las puertas del Romea, con el marchamo de Sergi Belbel. Th¨¦?tre sans animaux se llev¨® tres moli¨¦res har¨¢ un par de a?os, de acuerdo, pero la funci¨®n no pasa de ser una simp¨¢tica nota al pie del teatro de Dubillard. O de Raymond Devos. O incluso de Pierre Jolivet. De hecho, Ribes -actual director del Rond-Point- parece haber reconocido a lo grande el parentesco, presentando en su teatro una suculenta temporada Dubillard, con seis textos, nada menos, de su progenitor teatral. Teatre sense animals (Belbel firma tambi¨¦n la traducci¨®n) es un ramillete de ocho sketches que contiene dos perlas: la primera, Tragedia, narra (en el m¨¢s puro estilo Jaoui-Bacri: los referentes son tan obvios que resulta inevitable citarlos) el despedazamiento de un matrimonio burgu¨¦s tras un rimbombante estreno de Fedra en la C¨®medie. En la segunda, El albatros, un cliente visionario conduce a un peluquero apocado hasta, literalmente, el borde del abismo. En el primer texto hay mec¨¢nica c¨®mica de gran estilo, perfectamente aceitada. En el segundo hay misterio, y poes¨ªa. Son las que mejor funcionan porque, adem¨¢s, "contienen" personajes. Asainetados o exasperados, pero personajes, con "historia anterior". En los seis restantes hay caricaturas planas, mec¨¢nica pura y dura, y una banalidad rampante con vagas pretensiones de profundidad. Como en las mejores familias, el anterior espect¨¢culo que pis¨® el Romea, era una comedia que divert¨ªa dici¨¦ndonos unas cuantas cosas interesantes acerca de las relaciones humanas. Teatro sin animales, haciendo honor a su t¨ªtulo, es un juego de manos sin conejo blanco. Lo m¨¢s sorprendente del asunto es que Belbel se haya interesado por este material. Aqu¨ª tenemos a un estupendo director y a un quinteto de c¨®micos de gran fuerza expresiva (Francesc Albiol, Merc¨¨ Ar¨¤nega, Jordi Boixaderas, ?ngel Ll¨¤cer, Marta Marco) mostrando sus plenos poderes, aunque la excesiva clave de farsa hace pensar en esos ni?os que manotean y cantan forzando la nota para olvidarse de que el pasillo es demasiado largo, demasiado vac¨ªo. Y la risa ocasional no te libera de una molest¨ªsima sensaci¨®n de talento desperdiciado. ?Realmente Belbel y compa?¨ªa no han encontrado nada mejor, con los cientos de obras que esperan subir a escena?
Dos. El club de las pajas (Nacional). M¨¢s talento desperdiciado: Albert Espinosa. Ya les he hablado de Espinosa. Es un estupendo joven dramaturgo, con olfato, sensibilidad y carpinter¨ªa. Y un no menos notable actor c¨®mico. Siempre suele hacer el mismo tipo, el freak entre refunfu?¨®n y sarc¨¢stico, pero lo borda, robando todas las escenas en las que aparece. Espinosa acaba de estrenar nueva comedia en el Nacional de Barcelona, dentro del llamado "Proyecto T6", que presenta a seis escritores, nuevos y no tan nuevos, por temporada. Un proyecto muy loable, "a la inglesa", pero sin el sentido de la supervisi¨®n dram¨¢tica que caracteriza a los ingleses. En otras palabras: en Londres no hubiera colado El club de las pajas, que as¨ª se llama (El club de les palles) la funci¨®n de Albert Espinosa. ?sa ser¨ªa, en un pa¨ªs teatralmente normal, la obligaci¨®n de los responsables del T6. Y de Espinosa: estar a la altura de sus respectivos talentos. Sal¨ª de Teatre sense animals con la sensaci¨®n de ver a un director y unos actores por encima de su material. Aqu¨ª tenemos a un autor por debajo del suyo. El primer acto de El club de las pajas es formidable, a un paso de Mihura. Un viajante (Sergio Caballero) llega a un hotel y se da un trastazo en el coco. Conmoci¨®n. Y una joven camarera del turno de noche (Mireia Aixal¨¤) ha de despertarle cada dos horas, interrog¨¢ndole acerca de los recuerdos que ¨¦l le ha contado dos horas antes, para verificar que el trastazo no vaya a mayores. Dos solitarios en un hotel. Una muchacha llena de vida, un mozo que no sabe qu¨¦ hacer con la suya. Y un tercer personaje, un botones aspirante a m¨¦dico, interpretado por Espinosa, en funciones de Pepito Grillo. Un planteamiento colosal, unos di¨¢logos llenos de humor y ternura. Los tres int¨¦rpretes est¨¢n fant¨¢sticos, y la direcci¨®n de Toni Casares es impecable. Acaba el primer acto y todos pedimos m¨¢s, m¨¢s. Pero Espinosa nos da menos, menos. Una segunda escena que naufraga en la trivialidad. Y una conclusi¨®n que se hunde en el melodrama inveros¨ªmil. En Londres le hubieran dicho, con muy buenas maneras: "Nos la est¨¢ usted metiendo doblada, amigo. ?Qu¨¦ le ha pasado? ?Ten¨ªa prisa? ?Pill¨® una gripe? Venga, hombre, reescriba la comedia y ya la montaremos la pr¨®xima temporada. Y ser¨¢ un ¨¦xito".
Tres. Noches blancas (Espai Lliure). Tercera decepci¨®n de la semana: una adaptaci¨®n del relato de Dostoievski a cargo de Carlota Subir¨®s, otro talento probado, que la temporada anterior lidi¨® El oficiante del duelo, de Wally Shawn, un toro astad¨ªsimo. Aqu¨ª bate un r¨¦cord. La peli de Visconti era aburrida. La de Bresson, muy aburrida. Y su montaje es una cumbre del tedio. La historia sigue siendo lo que era: el desastroso romance entre un p¨¢nfilo y una ni?a g¨®tica. Joan Carreras, habitualmente sensacional, se pasa varios pueblos poniendo caritas de chico sensible. Olalla Moreno no puede estar m¨¢s g¨®tica. Y Gonzalo Cunill, grand¨ªsimo actor argentino, se ve forzado a soltar en catal¨¢n fon¨¦tico un rosario de trivialidades sobre Bresson, Visconti y Dostoievski para llegar a la hora y media mientras el escenario se va llenando de humo. Y la platea. Y nuestros ojitos.L'oficiant del dol era un espect¨¢culo necesario. Pero podemos vivir muy bien sin Nits blanques. De hecho, me ha costado Dios y ayuda recordarlo para escribir estas l¨ªneas. ?Basta ya de tiros al aire, por lo que m¨¢s quieran!
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