Un torneo descabezado
![Carlos Arribas](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe3f9d365-91a0-4554-a5c4-70f3bf1ea029.png?auth=e6426bc0be73ca7a1a032b8f3a5a8f5479303facc987fc5270aa197eb094c06b&width=100&height=100&smart=true)
Desparecido del marcador tambi¨¦n Tiger Woods, quien el viernes hab¨ªa amagado un regreso portentoso, le toc¨® al ¨²nico ¨ªdolo americano en juego, al zurdo de San Diego Phil Mickelson, encabezar la carga en un d¨ªa de calor y dureza en el que el viento, el ¨²nico meteoro ausente hasta el momento entr¨® tambi¨¦n en acci¨®n para a?adir una nueva y dif¨ªcil variable a la hora de calcular los golpes.
Eso signific¨® que el torneo anduvo descabezado y sin sentido, como un partido de f¨²tbol jugado por esos pollos que dec¨ªa John Toshack a los que hab¨ªan arrancado la cabeza. Fue el primer s¨¢bado de Augusta en el que el 50% de las im¨¢genes televisivas no las ocup¨® Tiger Woods. El realizador de la CBS, piadoso, ahorr¨® a los sufridos aficionados las penosas im¨¢genes de Woods, el mejor del mundo, con su doble bogey en el 13 y sus bogeys en el uno, seis, nueve y 14.
As¨ª que hubo una redistribuci¨®n igualitaria, ya que ninguno de los que pasaba por ah¨ª lograba pegar el tir¨®n que les despegara del resto.
Mickelson, el rubito con sonrisa de monaguillo que juega con la misma intensidad y el mismo sentido del riesgo el jueves por la ma?ana que el domingo por la tarde, tuvo su rato de gloria, su apogeo de buenos hierros, de eficaz putt, siempre al borde del desastre, del precipicio de los b¨²nkers, de las orillas escarpadas del Rae's Creek, el arroyo del Amen Corner.
Tambi¨¦n Chris DiMarco, el del grip de psic¨®pata -agarra el putt con las manos cambiadas-, quien cada a?o aguanta un d¨ªa m¨¢s en la parte alta del tablero, y Paul Casey, otro ingl¨¦s jovencito que tom¨® el relevo del alica¨ªdo Rose, y hasta Bernhard Langer, el alem¨¢n que se niega a envejecer y atraviesa la vida y los cambos de golf apoyado en su largo putter, modelo escoba como si fuera una cachava m¨¢gica.
Y hasta se dejaron ver Ernie Els, la gran esperanza blanca, jugando siempre en la cuerda floja, Jay Haas, el jugador de 50 a?os y hasta el coreano Choi, quien comparti¨® pareja con Olaz¨¢bal pero no se dej¨® arrastrar por su negativismo.
Con todos ellos jug¨® un campo de Augusta imposible, su duros greenes, sus calles azotadas por el viento, su longitud desmesurada. A todos los espera hoy, el d¨ªa final del Masters m¨¢s abierto de los ¨²ltimos tiempos.
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