Derecho global a la vida
Como se?ala Falk, las diversas formas de oposici¨®n a la globalizaci¨®n depredadora o globalizaci¨®n desde arriba comparten el convencimiento de la futilidad de concentrarse en pol¨ªticas electorales convencionales, dado que los principales partidos pol¨ªticos de las democracias constitucionales suscriben un programa y una orientaci¨®n que acata en lo esencial la disciplina del capital global. Por eso, los tiempos de la globalizaci¨®n neoliberal son, tambi¨¦n, tiempos en los que crece la rabia; los tiempos del grito y la negaci¨®n de un sistema b¨¢rbaro. Pero, con ser necesarios, la rabia, el grito, la negaci¨®n, son insuficientes. Seg¨²n Bobbio, la verdadera raz¨®n de ser de la izquierda se orienta a realizar el paso de la cuesti¨®n social dentro de cada uno de los Estados a la cuesti¨®n social internacional. Estamos de acuerdo. Para ello es preciso responder a dos cuestiones fundamentales: (a) qu¨¦ sujeto, y (b) qu¨¦ programa.
?Qu¨¦ sujeto? Hace ya diez a?os escrib¨ªa Bobbio que el sujeto hist¨®rico de los nuevos movimientos de emancipaci¨®n, los pobres del tercer y cuarto mundos, est¨¢ muy lejos de convertirse en sujeto pol¨ªtico, y ni siquiera es probable que puedan llegar a serlo en un futuro pr¨®ximo: "No se dan las condiciones objetivas ni las subjetivas, entendiendo por condici¨®n objetiva la asociaci¨®n con el fin de poder llevar a cabo una acci¨®n unitaria, por ejemplo, de los habitantes de las chabolas de R¨ªo con los pordioseros que duermen al aire libre en las calles de Bombay, y por condici¨®n subjetiva aquello que en la izquierda europea se ha llamado tradicionalmente la conciencia de clase. Lo ¨²nico que existe son infinitos grupos de condenados de la tierra separados entre s¨ª por los inmensos espacios que median entre Am¨¦rica y ?frica, entre ?frica y Asia". Lo que hace diez a?os era cierto, hoy no lo es, o no lo es de igual manera. Los condenados de la tierra, junto con todos aquellos que, sin serlo, no quieren seguir sosteniendo las condiciones estructurales de esa condena, han encontrado en Porto Alegre el nervio que una y anime esos inmensos espacios anteriormente desconectados.
?Qu¨¦ programa? En 1991, tres destacados analistas, Arrighi, Hopkins y Wallerstein, finalizaban su prolongada etapa de reflexi¨®n conjunta sobre los retos de lo que por aquel entonces, siguiendo la teorizaci¨®n del tercero de ellos, se denomin¨® Sistema-Mundo (World-System), caracterizando de embarazosa la situaci¨®n de los movimientos antisist¨¦micos tanto del Norte como del Sur, carentes de cualquier atisbo de estrategia de transformaci¨®n hacia un mundo democr¨¢tico, igualitario, para concluir: "Sin estrategia no hay raz¨®n alguna para creer que habr¨¢ una mano invisible que garantizar¨¢ que la transformaci¨®n tendr¨¢ lugar en la direcci¨®n deseada, aun cuando se produzca eventualmente el hundimiento de la econom¨ªa-mundo capitalista". Al igual que se?al¨¢bamos antes, una docena de a?os despu¨¦s podemos afirmar que los grandes dep¨®sitos de humanidad cooperante que constituyen los movimientos sociales por la justicia global est¨¢n impulsando, no s¨®lo la negaci¨®n, sino un programa de oposici¨®n y de alternativa crecientemente articulado. El reto es seguir avanzando en la definici¨®n de este proyecto alternativo orientado por la afirmaci¨®n de que otro mundo es posible. ?Cu¨¢l es el eje de este programa? "La nueva sociedad civil planetaria", escribe Ziegler, "reivindica el derecho a la vida". No es mal comienzo. Desde esta realidad es desde donde est¨¢ surgiendo, recuperando una hermosa expresi¨®n de Marcuse, esa "rebeli¨®n del instinto de vida contra el instinto de muerte socialmente organizado" que caracteriza a los movimientos sociales de hoy. Recuperar las condiciones para una vida realmente humana, tal es el desaf¨ªo.
Afortunadamente, los globalistas del libre mercado no son los ¨²nicos actores de este nuevo escenario global. Tambi¨¦n operan en este espacio los internacionalistas de los derechos humanos, embarcados en una pol¨ªtica de yudo que sabe aprovecharse de la prepotencia de los Estados y las empresas transnacionales mediante una cr¨ªtica de fuerte contenido moral que hace patente la vergonzosa desnudez de un Emperador que dice vestir los vistosos ropajes de la democracia y los derechos humanos, pero que no hace sino incumplir sus propios valores fundacionales cada vez que desarma un poco m¨¢s a la sociedad frente al ¨ªmpetu de los mercados.
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