El sue?o del 'chej' Munir
El imam de la mayor mezquita de Madrid se enfrent¨® a los terroristas y cerebros de la matanza
Una noche del oto?o de 2001 Sheij Munir, de 44 a?os, imam de la mezquita de la M-30 que se levanta en el Centro Cultural Isl¨¢mico de Madrid, tuvo un sue?o extra?o y perturbador. Una cazuela llena de gusanos ard¨ªa sobre el fog¨®n de su cocina y Serhane Ben Abdeljamid Fakhet, El Tunecino, uno de sus fieles seguidores, le ofrec¨ªa una cucharada.
El sue?o del chej (jefe) egipcio, doctor en teolog¨ªa isl¨¢mica por la Universidad Aut¨®noma de Madrid, se produjo s¨®lo unas horas despu¨¦s de que Serhane, de 36 a?os, le abordara a la salida del templo y le hiciera una consulta que le inquiet¨®. "Me apart¨® de la gente y me dijo si pod¨ªa hacerme una pregunta. '?Por qu¨¦ los gobiernos de los pa¨ªses musulmanes son incr¨¦dulos? ?Se les puede cambiar por la fuerza?' Le contest¨¦ que el Cor¨¢n prohibe usar la fuerza contra nada y contra nadie. Se lo repet¨ª varias veces para que le quedara muy claro".
Azizi insult¨® a los embajadores ¨¢rabes que acudieron a rezar por Hafez al Asad
"?Se puede cambiar por la fuerza a los Gobiernos incr¨¦dulos?", pregunt¨® El Tunecino
Serhane, el presunto cerebro del 11-M y uno de los siete terroristas que se suicid¨® en el piso de la localidad de Legan¨¦s (Madrid) cuando el comando terrorista estaba cercado por la polic¨ªa, no contest¨® ni rebati¨® la versi¨®n del del gu¨ªa espiritual de esta mezquita en la que se congregan los fines de semana m¨¢s de 3.000 personas. "Era fr¨ªo como un helado. Nunca le vimos enfadado", dice Munir.
"Esa noche me despert¨¦ con la imagen de la cocina sucia y Serhane ofreci¨¦ndome aquellos gusanos en la cuchara. Y al d¨ªa siguiente lo busqu¨¦ y le relat¨¦ mi sue?o. Le dije que limpiara la cocina, que limpiara su sue?o. Que se apartara de aquel camino equivocado. 'Este sue?o es un mensaje de Dios para t¨ª, para que vuelvas a la rectitud', le insist¨ª".
Serhane era conocido en la mezquita de la M-30. Compatibilizaba sus estudios de doctorado en econ¨®micas, para los que recibi¨® una beca, con el trabajo de contable en el restaurante Alzahra, ubicado en el Centro Cultural Isl¨¢mico, asist¨ªa a clases de recitaci¨®n del Cor¨¢n y hasta traduc¨ªa algunos textos para el imam. Antes de aquel sue?o y ante otros 10 alumnos de aquella clase, Munir le recrimin¨®: "Creo que tu pensamiento ha cambiado". El tunecino enmudeci¨®.
Munir no fue la ¨²nica persona de la mezquita en detectar su radicalizaci¨®n. Tampoco fue el ¨²nico que so?¨® con Serhane. "Varias semanas despu¨¦s de aquella visi¨®n, una persona que frecuentaba el centro me dijo que hab¨ªa tenido un sue?o. ?l rezaba hacia La Meca y Serhane le daba la espalda. Yo le contest¨¦ que sospechaba que Serhane iba a dejar el islam. Que ten¨ªa pensamientos contrarios al islam".
El Tunecino trabajaba cuatro horas diarias en el restaurante Alzahra, propiedad del centro isl¨¢mico. Firm¨® su contrato el 13 de septiembre de 2000 y concluy¨® su actividad el 31 de diciembre de ese mismo a?o. Para conseguir el contrato de trabajo, Pilar Peligero, subdirectora general de Inmigraci¨®n, organismo dependiente del ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, le otorg¨® la autorizaci¨®n necesaria. Sin la misma, un estudiante extranjero como ¨¦l no pod¨ªa trabajar con contrato y Seguridad Social. Se encargaba de las facturas, proveedores, suministros y de resolver problemas de los clientes, pero no super¨® el periodo de pruebas y a los tres meses le entregaron el finiquito. "Ten¨ªa un car¨¢cter demasiado retra¨ªdo para el puesto y acept¨® sin rechistar que no se ampliara el contrato a un a?o", dice un encargado del centro.
El Tunecino compatibilizaba este trabajo con su doctorado en econ¨®micas en la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Durante los cursos acad¨¦micos de 1994 a 1998 disfrut¨® de una beca que totaliz¨® 29.500 euros. Esta ayuda de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional (AECI) otorgaba derecho a alojamiento gratuito con pensi¨®n completa en las residencias universitarias.Serhane acud¨ªa a rezar a la mezquita todos los viernes y en ocasiones lo hac¨ªa al rezo de madrugada que tiene lugar entre las seis y las siete de la ma?ana. Todos lo describen como una persona amable y educada, pero despu¨¦s de aquel sue?o del imam y tras los atentados del 11-S en Washington y Nueva York, el Tunecino dej¨® de asistir al centro.
El imam Munir se hab¨ªa pronunciado contra los atentados y los hab¨ªa condenado con rotundidad. "Habl¨¦ sobre los terroristas al siguiente viernes del 11-S y conden¨¦ aquel horrible crimen. Repet¨ª una y otra vez que el Cor¨¢n proh¨ªbe expresamente la violencia. Ya en el a?o 1995 cuando hubo un atentado en el metro de Par¨ªs conden¨¦ el crimen sin saber ni siquiera qui¨¦nes eran los responsables", recuerda. El 31 de diciembre de ese mismo a?o el gu¨ªa espiritual egipcio pronunciaba en la ciudad estadounidense de Sacramento (California) un ciclo de seis conferencias sobre la paz.
En el a?o 2002 las cr¨ªticas del Tunecino comenzaron a llegar hasta la sede de la mezquita madrile?a. "Ven¨ªan personas y me dec¨ªan que Serhane dec¨ªa de m¨ª que era un incr¨¦dulo. Que era un enemigo de Dios. Les dec¨ªa que no se pod¨ªa venir a rezar a la mezquita de la M-30", relata el imam que entonces comprendi¨® porque Serhane Ben Abdeljamid Fakhet hab¨ªa dejado de acudir al centro cultural isl¨¢mico al que estaba tan ligado.
La evoluci¨®n del terrorista parec¨ªa clara. Desde que apareci¨® por primera vez por la mezquita, en el a?o 1994, hasta ahora, se hab¨ªa ido despegando lentamente de la doctrina de tolerancia que marcaba este imam al que durante a?os tuvo respeto. "El ten¨ªa miedo de hablar conmigo", dice Munir.
Pero el choque entre el gu¨ªa espiritual y este estudiante tunecino que comenz¨® a vender pisos para una agencia inmobiliaria, no impidi¨® que su esposa, una joven marroqu¨ª de 17 a?os, acudiera al taller de costura en el centro isl¨¢mico. Iba siempre con la cara tapada y no hablaba espa?ol. All¨ª aprendi¨® a coser y a cocinar.
El im¨¢m lo recuerda as¨ª: "Les insult¨® cuando entraban por la puerta principal. 'Para qu¨¦ ven¨ªs a hacer la oraci¨®n del muerto a un incr¨¦dulo', les grit¨®". El incidente no pas¨® desapercibido a los dirigentes del centro cultural.
Azizi, desaparecido desde septiembre de 2001 y procesado por el juez Baltasar Garz¨®n por sus relaciones con la c¨¦lula de Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, tuvo despu¨¦s un nuevo enfrentamiento con Munir. Un viernes que el imam critic¨® el pensamiento extremista de Abu Qutada, un imam palestino residente en Londres al que acababa de o¨ªr sus soflamas contra occidente en una televisi¨®n ¨¢rabe, Azizi no pudo contener su ira. "Yo hab¨ªa criticado que cualquier persona que se dejara barba y pusiera una camisa corta pudiera hablar sobre el islam. Azizi me llam¨® desde el tel¨¦fono de la recepci¨®n del centro. Estaba muy nervioso y enfadado. '?Por qu¨¦ ha dicho usted eso?', me recrimin¨®. Le expliqu¨¦ que no bastaba con la imagen, que hab¨ªa que ser un sabio para ser imam. Pero no lo entendi¨®. Ten¨ªa la cabeza muy dura".
Azizi tampoco volvi¨®. Y pronto llegaron sus cr¨ªticas al centro: "No se puede rezar detr¨¢s de ese imam", dec¨ªa el marroqu¨ª a todo el que quer¨ªa escucharle.
Todos conoc¨ªan a Jamal, 'El Chino'
Jamal Ahmidan, El Chino , uno de los siete los terroristas que se suicidaron en el piso franco de la localidad madrile?a de Legan¨¦s, acud¨ªa tambi¨¦n a rezar a la mezquita de la M-30, seg¨²n se?alan los empleados del Centro Isl¨¢mico de Madrid.
Ahmidan era conocido por "casi todos" como un traficante de drogas. "Era un camello y todo el mundo lo sab¨ªa. Estaba siempre metido en l¨ªos y sab¨ªamos que ten¨ªa problemas relacionados con el mundo de los estupefacientes, pero nunca nos imaginamos que podr¨ªa estar relacionado con un grupo terrorista", se?ala un empleado.
Ahmidan visitaba la mezquita algunos viernes y acud¨ªa acompa?ado de otras personas, pero nunca tuvo enfrentamientos con el imam Munir. Jam¨¢s mostr¨® inquietudes religiosas.
Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah , el presunto jefe de la c¨¦lula de Al Qaeda en Espa?a desarticulada por el juez Baltasar Garz¨®n, s¨ª que se enfrent¨® al gu¨ªa espiritual de la mezquita.
"En 1995, el primer a?o que llegu¨¦ a Espa?a, me par¨® en un pasillo del centro y hablamos. Me sorprendi¨® cuando me dijo que a los espa?oles se les pod¨ªa robar porque no eran musulmanes. Le respond¨ª muy enfadado y a partir de entonces nuestra relaci¨®n se rompi¨®", recuerda el imam.
Al igual que Ahmidan, Abu Dahdah tambi¨¦n traficaba con droga, seg¨²n el testimonio de un arrepentido.
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