"No pude ni marcar el 091"
La polic¨ªa s¨®lo dio a Rosa, la mujer que estuvo a punto de morir quemada por su marido en Madrid, un n¨²mero de tel¨¦fono para protegerla
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Dos meses aferrada al tel¨¦fono m¨®vil como ¨²nica medida de protecci¨®n. As¨ª ha vivido Rosa Mar¨ªa M. F., de 33 a?os, desde el pasado 9 de febrero, fecha en la que por dos veces acudi¨® a comisar¨ªa para denunciar los malos tratos de su marido, Carlos S. D., de 37 a?os. El juez dict¨® entonces una orden que imped¨ªa al agresor acercarse a menos de 500 metros de la v¨ªctima. Pero el martes pasado Carlos viol¨® la distancia prohibida. Y ayer Rosa Mar¨ªa lo recordaba con amargura. "?l siempre fue muy agresivo", explic¨® a este peri¨®dico.
El martes, oculto en el rellano de la escalera esper¨® a que dieran las 7.45. A esa hora Rosa Mar¨ªa abr¨ªa la puerta para ir al trabajo y encaminar al ni?o a la escuela. Lo sucedido en los 10 o 20 minutos que siguieron a la entrada por la fuerza del hombre en la casa, fue tan atroz que alg¨²n vecino lloraban s¨®lo de o¨ªr los golpes.
Una mujer que vive en el edificio explic¨® el pasado martes que los pu?etazos y las patadas eran audibles desde varios pisos de distancia. Los agentes que han estado en contacto con la v¨ªctima y el agresor en los dos ¨²ltimos d¨ªas no pueden olvidar lo que han visto. "?l ten¨ªa los pu?os descarnados, hechos polvo de la cantidad y la dureza de los pu?etazos que le dio. Y ella, pues se te cae el alma a los pies al verla. Es una mujer desfigurada, un rostro convertido en un saco de boxeo", contaron.
Las heridas que sufre Rosa Mar¨ªa son muy graves. "Los m¨¦dicos me han dicho que tengo la cadera fracturada y el bazo roto", explic¨® ayer a este peri¨®dico. La paliza del pasado martes ha sido la mayor que ha recibido de quien a¨²n es su marido, pero no la primera. Desde que se casaron, en junio de 1994, la relaci¨®n entre ellos era cada vez m¨¢s tensa y los episodios de violencia cada vez m¨¢s frecuentes y m¨¢s duros.
"?l siempre ha sido muy nervioso y agresivo. Pero cada vez era peor. Primero crees que cambiar¨¢, luego vas viendo que nunca lo har¨¢ y que las cosas s¨®lo pueden ir a peor". Al principio eran malas palabras, luego alg¨²n empuj¨®n. "Al final ya me agarraba por el cuello, me tiraba contra las puertas y empez¨® a amenazarme de muerte", a?ade la v¨ªctima.
"Tras denunciar a mi marido, la polic¨ªa me dio unos tel¨¦fonos a los que llamar si ¨¦l romp¨ªa la orden", explic¨® ayer, tambi¨¦n por tel¨¦fono, desde la cama del hospital Gregorio Mara?¨®n, donde est¨¢ ingresada desde el martes pasado. El m¨®vil, sin embargo, no la salv¨® de recibir la brutal paliza que dej¨® la sangre helada a los vecinos. Tampoco la protegi¨® de las llamas del fuego que el agresor prendi¨® para arrasar la que hab¨ªa sido vivienda de la pareja hasta su separaci¨®n en febrero. "Cuando ¨¦l entr¨® en casa y empez¨® a pegarme, no me dio tiempo ni de marcar el 091", recuerda Rosa Mar¨ªa.
Tras muchos a?os de miedos, temores y angustias, Rosa Mar¨ªa decidi¨® por fin romper la relaci¨®n el pasado 9 de febrero. Aquella ma?ana acudi¨® a la comisar¨ªa de Villa de Vallecas para denunciar el maltrato y las amenazas de su marido. Bastaron s¨®lo unas horas para demostrar la necesidad inmediata de protecci¨®n policial para las v¨ªctimas de la violencia dom¨¦stica que denuncian los abusos: su marido le peg¨® una paliza en plena calle en cuanto supo que le hab¨ªa denunciado.
"Yo iba con mi hermana, que me acompa?aba despu¨¦s de poner la denuncia. Est¨¢bamos llegando a casa y ¨¦l se acerc¨® hecho una furia. La polic¨ªa le hab¨ªa llamado para comunicarle que yo le hab¨ªa denunciado. Nos peg¨® a las dos delante del portal de mi casa".
Tras la agresi¨®n, las dos fueron a la Comisar¨ªa de Puente de Vallecas a poner una segunda denuncia. La polic¨ªa detuvo a Carlos y lo puso al d¨ªa siguiente a disposici¨®n judicial. El auto del juez fue "impecable", seg¨²n Montse Comas, presidenta del Observatorio Contra la Violencia Dom¨¦stica y de G¨¦nero: "El juez actu¨® con celeridad y adopt¨® las medidas civiles y penales necesarias".
Entre las medidas cautelares penales, el juez prohibi¨® al agresor acercarse a menos de 500 metros de su mujer, del domicilio conyugal o del hijo de la pareja, de seis a?os, y de los dem¨¢s familiares de la mujer. Las medidas civiles le concedieron a ella la guardia y custodia del peque?o, el uso de la vivienda y una pensi¨®n de 300 euros mensuales para la manutenci¨®n del ni?o.
Aferrada al m¨®vil, Rosa Mar¨ªa ha vivido los dos ¨²ltimos meses. "No he tenido que llamar a la polic¨ªa en este tiempo. No le he visto ni se ha acercado a casa", explica la mujer. Sin embargo, no ha vivido tranquila ni un solo d¨ªa. "El tel¨¦fono de casa sonaba a veces. Lo cog¨ªa y nadie dec¨ªa nada. Al cabo de unos segundos, colgaba".
La polic¨ªa dice que la orden de protecci¨®n "no supone que deba ponerse a la v¨ªctima o al agresor bajo custodia policial". Un argumento que esgrimen las fuerzas policiales es que no hay medios para vigilar a las m¨¢s de 5.000 mujeres que en los ¨²ltimos ocho meses han logrado que los jueces dicten una orden para protegerlas de sus c¨®nyuges.
Pero esto es lo que permiti¨® a Carlos S. D. acercarse tranquilamente a la vivienda familiar y agazapado, esperar a su v¨ªctima en el rellano de la escalera.
El agresor no quiso declarar ayer ante la polic¨ªa y pas¨® a disposici¨®n judicial. Ha estado hospitalizado por una intoxicaci¨®n leve a causa del humo del incendio que ¨¦l mismo prendi¨®. Presumiblemente ingresar¨¢ en prisi¨®n por haber incumplido la orden del juez. Como es habitual en estos casos, Carlos culpa a la v¨ªctima de lo ocurrido.
"?l siempre me ha echado la culpa. Mientras me pegaba el martes me dec¨ªa: '?Hija de puta?, me has arruinado la vida!".
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