Expectativas y esperanzas

Un pensador de la primera mitad del siglo XX dijo que es muy importante que la ciudadan¨ªa distinga entre expectativa y esperanza. La expectativa es la posibilidad razonable de que algo suceda, mientras que la esperanza es un estado de ¨¢nimo en el que se nos presenta como posible lo que deseamos.

A los pol¨ªticos, en realidad, no habr¨ªa que pedirles que provoquen esperanzas, sino que susciten expectativas. Y ayer, en el Congreso de los Diputados, el reci¨¦n investido presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, suscit¨® muchas expectativas en mucha gente. Muchas posibilidades razonables de que suceda una serie de cosas; m¨¢s exactamente, las que prometi¨® en su discurso de investidura y que configuran una agenda con fuerte contenido ciudadano, "republicano" en el sentido de cosa p¨²blica.

Ayer fue tambi¨¦n una sesi¨®n alegre, en la que algunos diputados del PSOE se emocionaron (¨¦ste ser¨¢ el quinto Gobierno socialista en la reciente democracia) y en el que otros muchos, socialistas o no, expresaron su contento por el nuevo aire que parece tomar el Parlamento.

Se confirmar¨¢ en el futuro, o no, pero ayer la mayor¨ªa de los diputados expres¨® en p¨²blico, y sin tapujos, su alivio y su alegr¨ªa por comenzar una etapa sin la crispaci¨®n y dureza con que se desarroll¨® la legislatura anterior. Vendr¨¢n, sin duda, ¨¦pocas tensas, pero ayer el Congreso ten¨ªa ganas de sacudirse un cierto agarrotamiento y de animarse, y se not¨® bastante. Ni un solo diputado que no fuera del PP se acerc¨® a estrechar la mano del presidente del Gobierno saliente, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, algo que hubiera sido inconcebible en cualquier otro Parlamento europeo.

Zapatero se mostr¨®, por su parte, contento y tranquilo, m¨¢s c¨®modo que la v¨ªspera. El presidente del Gobierno ha logrado la investidura con 183 votos, una mayor¨ªa holgada que, sin embargo, tendr¨¢ que revalidar ocasi¨®n a ocasi¨®n. No parece que se sienta inc¨®modo en ese escenario, pero es evidente que le ser¨¢ dif¨ªcil reunir, una y otra vez, ese mismo apoyo.

El debate de investidura es, quiz¨¢s, una buena escuela para lo que se le avecina al Gobierno. Las normas del Parlamento exigen que el candidato hable durante horas, en dos agotadores d¨ªas, en respuesta a todos y cada uno de los grupos presentes en la C¨¢mara, y, al final, el esfuerzo suele terminar not¨¢ndose.

Zapatero puso, sin embargo, un cuidado notable, hasta el ¨²ltimo minuto, con todos sus interlocutores. Incluso exhibi¨® una cierta vocaci¨®n pedag¨®gica, que recorri¨® todas sus respuestas pero que se concret¨®, sobre todo, en su discurso principal. El presidente del Gobierno salpic¨® intencionadamente su alegato de res¨²menes, claros y cortos, como de moderno libro de texto, detr¨¢s de cada uno de los apartados que iba desgranando. Probablemente lo hizo porque quer¨ªa llegar directamente a los ciudadanos, algo que parece ser un de sus objetivos y, tal vez, una de sus obsesiones.

El presidente del Gobierno tiene, adem¨¢s, la buena costumbre de hablar desde la tribuna mirando directamente a su interlocutor (normalmente la oposici¨®n) y no a su propio grupo parlamentario, como han hecho algunos de sus antecesores. Es un h¨¢bito que agradecer¨¢n los grupos peque?os con los que ahora tambi¨¦n tendr¨¢ que negociar porque ellos aprovechan los grandes debates parlamentarios no para llegar a los ciudadanos sino, simplemente, para conseguir la rara novedad de que un presidente del Gobierno les escuche por un rato, aunque sea por obligaci¨®n.