Ayudar a un amigo
Nada hay m¨¢s dif¨ªcil que decir a un amigo que, a fuerza de equivocarse, corre hacia el desastre. De un lado, como lo apreciamos, nos sentimos obligados a abrirle los ojos y a detenerlo. Pero, de otro, el riesgo es siempre la incomprensi¨®n de su parte y la p¨¦rdida de la amistad. A pesar de todo, si uno quiere realmente ayudar a su amigo, debe ser sincero; eso s¨ª, intentando corregirlo con tacto.
Europa y Estados Unidos son ahora esos dos amigos en crisis. Tras el error de Irak, Europa debe ayudar a su amigo, pero esto no es f¨¢cil. El Gobierno del presidente George W. Bush est¨¢ en una situaci¨®n muy dif¨ªcil en Irak, y ya no sabe explicar la raz¨®n por la que las tropas norteamericanas siguen luchando. La triste realidad es que siguen luchando por retorcida coherencia, porque hay que demostrar que la guerra y la ocupaci¨®n estaban justificadas, ergo la presencia armada en Irak sigue siendo necesaria, ergo los que se oponen a la ocupaci¨®n son criminales que deben ser eliminados. El razonamiento comienza a recordar a otras tristes experiencias del pasado: para liberar al pa¨ªs, hay que combatir contra su propia poblaci¨®n. Un momento, ?se trataba de hacer valer la voz del pueblo iraqu¨ª, de promover la democracia, o m¨¢s bien de instalar a un r¨¦gimen sat¨¦lite?
Un refr¨¢n ingl¨¦s dice que cuando uno se encuentra en un agujero, lo primero que debe hacer es dejar de cavar. El Gobierno norteamericano deber¨ªa calcular los costes antes de tomar decisiones que podr¨ªan empeorar la situaci¨®n sobre el terreno. Una escalada de la acci¨®n militar, a la imagen de Vietnam, deber¨ªa evitarse al menos por dos motivos. Primero, deben respetarse las normas humanitarias de la guerra. Esas normas son relativamente m¨¢s f¨¢ciles de cumplir cuando se invade un pa¨ªs y se lucha contra un ej¨¦rcito profesional que cuando se reprime una insurrecci¨®n popular. Por este motivo, deber¨ªan limitarse al m¨¢ximo los bombardeos de ciudades y otros usos de la fuerza contra civiles. Segundo, los costes econ¨®micos de la guerra, ocupaci¨®n y reconstrucci¨®n se han disparado, lo que proyecta dudas sobre la idea de aumentar o alargar la presencia militar m¨¢s de lo previsto.
Otro refr¨¢n, este universal, dice que equivocarse es humano y corregir es de sabios. Sin embargo, est¨¢ probado que todos los gobernantes, incluso los democr¨¢ticos, son demasiado humanos, y la historia no recoge muchos ejemplos de reconocimiento p¨²blico de errores. En democracia, esa aversi¨®n de los l¨ªderes al mea culpa se compensa con elecciones peri¨®dicas que permiten a los ciudadanos poner a cada uno en su lugar.
El presidente Bush no reconocer¨¢ su error de aqu¨ª a noviembre, y procurar¨¢ navegar sobre aguas turbulentas. Si en las pr¨®ximas elecciones presidenciales, George W. Bush vuelve a ganar, continuar¨¢ una etapa incierta en las relaciones globales, de relaciones dif¨ªciles con sus aliados y con el resto del mundo. Si es el candidato dem¨®crata John Kerry quien vence, lo primero que tendr¨¢ que hacer es gestionar el error de Irak. No ser¨¢ una tarea sencilla, pero seguramente contar¨¢ para ello con el apoyo de muchos otros pa¨ªses, de manera que podr¨¢ abrirse una nueva etapa m¨¢s optimista en las relaciones internacionales.
Los europeos encuentran dif¨ªcil ayudar a sus amigos norteamericanos hoy, porque ¨¦stos siguen en sus trece y no se dejan. Pero desean fervientemente que Estados Unidos reconsidere su posici¨®n en Irak y que, por fin, pueda abordarse la reconstrucci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y ¨¦tica de la regi¨®n de Oriente Medio en su conjunto. Es absurdo pensar que alg¨²n europeo se alegra de los errores de sus aliados. No se alegra ni por ellos ni por nosotros. Los errores de nuestros amigos normalmente nos salen caros tambi¨¦n a nosotros.
Por el momento, las fuerzas europeas en Irak se han visto implicadas en una guerra que no es la suya. En el futuro, es evidente que tanto nuestro dinero como nuestras tropas tendr¨¢n que colaborar en la pacificaci¨®n del pa¨ªs tras el caos.
En el fondo, los europeos que se opusieron a la guerra son quienes observan con m¨¢s pena lo que est¨¢ ocurriendo ahora, aunque s¨®lo sea porque lo predijeron impotentes. En un mundo donde hay que pensar lo impensable y esperar lo improbable, al final va a resultar que los mejores amigos de Estados Unidos estaban entre aquellos que eran contrarios a la guerra, porque cre¨ªan con raz¨®n que esa aventura insensata pod¨ªa debilitar a la primera potencia mundial, mientras que quienes lanzaron, apoyaron e incluso jalearon la guerra, y disfrazaron sus bajos instintos de patriotismo y amistad, no han hecho sino poner en cuesti¨®n la fortaleza, la credibilidad y la catadura moral de Estados Unidos y de Occidente. Prot¨¦genos, Se?or, de esos amigos, que de los enemigos ya nos ocupamos nosotros.
Mart¨ªn Ortega Carcel¨¦n es investigador en el Instituto de Estudios de Seguridad de la UE en Par¨ªs.
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