Esperando al motorista
No estoy seguro de que sigan funcionando los motoristas de La Moncloa, pero estoy convencido, tengo pruebas, de que algunos los est¨¢n esperando. El motorista como met¨¢fora. Esperando al mensaka, el mail, la llamada al m¨®vil o al tel¨¦fono estable, en general a los tel¨¦fonos de la esperanza. S¨¦ de algunos que permanecen enclaustrados, pero con las ventanas herm¨¦ticamente abiertas, como dec¨ªa ese amigo de Sabina, por si llega el motorista con el cargo. El rumor se mueve, como la noche. Los nombres de los futuribles suben y bajan, como la Bolsa. Faltan unos cientos de cargos, hay muchos nervios, y muchos nuevos voluntarios de izquierdas de toda la vida, es decir, desde la noche del d¨ªa 14-M. Hay muchos nerviosos/as. Y tambi¨¦n alg¨²n hombre tranquilo. Tan tranquilo como Rodrigo Rato, tan sobrado, que parece capaz de llegar tarde a su entierro. Tan tranquilo que lleg¨® el ¨²ltimo al Congreso, en el primer d¨ªa del Primer A?o Triunfal de la Derrota popular. No me extra?a, Rato parece que est¨¢ en otras guerras, en otras barras, Popular, no populista, pero capaz de hacer excursiones al Madrid m¨¢s popular. Gust¨¢ndose, dej¨¢ndose ver, relajado y tomando ca?as a pie de barra. As¨ª le vieron unos d¨ªas antes de decir adi¨®s a su despacho ministerial, moreno y tranquilo, descorbatado en funciones, y apoyado en la barra de una taberna tradicional, la de Bodegas Sierra, en pleno coraz¨®n del barrio de Chueca madrile?o. En el mismo lugar donde no hace muchas semanas, para tomarse un verm¨² tendr¨ªa que haber soportado broncas de heterosexuales, bisexuales u homosexuales del famoso barrio rosa. Y la rosa, lo rosa, ya se sabe, es muy socialista. Pero la oposici¨®n tiene esas ventajas, quita poder y paga en tiempo para ca?as sin broncas.
Otros est¨¢n nerviosos, esperando al motorista que no llega, ense?ando su carn¨¦ de socios de la FNAC, tambi¨¦n de toda la vida. Yo tambi¨¦n soy de la FNAC, m¨¢s o menos desde la prehistoria trotskista parisina hasta nuestros tiempos de un Barroso en La Moncloa. Vamos mejorando. Aunque no esperemos a ning¨²n motorista.
Tambi¨¦n soy de la vieja guardia de admiradores de Jos¨¦ Mar¨ªa Caffarell, genial actor de reparto, raro en nuestro cine porque era capaz de interpretar en varios idiomas. Catal¨¢n, criado entre San Sebasti¨¢n y Francia, residente hasta su muerte en Madrid, es decir, un espa?ol culto, un raro en su oficio. Actor capaz de bordar alg¨²n papel de pol¨ªtico desalmado, de liberal galdosiano o de villano turbio. Trabaj¨® con Chabrol, Lean, Antonioni o Bu?uel. Con la mayor¨ªa de los directores espa?oles, por ejemplo, con Fern¨¢n-G¨®mez en Viaje a ninguna parte. Puso su voz en muchos doblajes, y desde luego, emple¨® muchas horas en TVE. En unos tiempos en que uno de los dos canales nos helaba el coraz¨®n, tambi¨¦n se nos permit¨ªa en horas importantes ver buenas obras de teatro. Nost¨¢lgico de casi nada, pero cuando me dicen: "?Qu¨¦ sabe la Caffarell de televisi¨®n?", pienso en ese padre. Yo no s¨¦ si la nueva responsable del tinglado del "ente" lo sabr¨¢ o podr¨¢ hacer, pero s¨ª s¨¦ que no permitir¨¢ que nadie diga "ceceoo". Creo que Carmen Martorell es stajanovista, como su padre, fil¨®loga que, por azar o necesidad, fue a parar a la Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n. Que cuando lleg¨® Villapalos supo decir no a peque?as tentaciones de poder. Y cuando llega Enrique Bustamante como sabio te¨®rico, ha sabido decir s¨ª. No s¨¦ qu¨¦ televisi¨®n veremos, s¨ª creo que estar¨¢ mucho m¨¢s cerca, digo, es un decir, del Club de la Comedia de Contreras que de las macizas estilo Jos¨¦ Luis Moreno. Seguiremos atentos a la pantalla, al menos cuando no tenga que estar fuera de casa.
El 14 de abril me tir¨¦ a la calle. No es por nada, tambi¨¦n lo hice el martes y 13. Pero el 14, en compa?¨ªa republicana de Luis Garc¨ªa Montero, con el que me unen, adem¨¢s de mis admiraciones po¨¦ticas y ciudadanas, la misma m¨²sica del tel¨¦fono m¨®vil, el mismo himno. Escuchando nuestro m¨®vil baj¨¢bamos alegretes por la calle de Alcal¨¢. Cada llamada era un homenaje morado, aunque las llamadas no eran -al menos las m¨ªas- de Ferraz en funciones de Moncloa. No, eran para que pas¨¢ramos la cita con Mara Torres en el C¨ªrculo de Bellas Artes. El poeta -premio de la Cr¨ªtica del Primer A?o de la Triunfal Derrota- ten¨ªa que hablar por hablar de la l¨ªder de las audiencias nocturnas, de su libro de nuestras psicopatolog¨ªas cotidianas, de nuestros amores y desamores contados al desnudo cada noche desde la radio que m¨¢s se escucha, la de millones de oyentes que prestan atenci¨®n a lo que se oye. Perd¨®n por la cu?a, pero el programa y el libro de Mara Torres vienen bien para vernos retratados con nuestras rarezas. No todos somos perfectos. No todos somos ex presidentes.
Quedarse en casa tambi¨¦n tiene sus placeres. Por ejemplo, poder leer dos libros de memorias, dos miradas de mujeres inteligentes y que supieron crecer mejorando. Uno es la vida contada de Amalia Avia, con la misma capacidad de realismo y sinceridad que tiene en su pintura, se llama De puertas adentro y permite el placer de quedarse en casa. Todo un ejemplo de saber contar una vida espa?ola que parte de los privilegios de la derecha y que avanza hacia las incertidumbres y la capacidad cr¨ªtica de posiciones en otro lado del pensamiento. El otro libro de memorias, tambi¨¦n de una mujer que supo cambiar su mirada al mundo para no verlo s¨®lo desde una cara de la luna, es de Nellie Manso de Z¨²?iga. Cosmopolita y espa?ola que el martes y trece present¨® en la Residencia de Estudiantes el libro donde nos cuenta su vida entre los Maeztu y otros muchos ilustres. Sus historias merecen quedarse m¨¢s en casa.
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