Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, adi¨®s a las armas
Era el s¨¢bado 11 de noviembre de 2000. El ex presidente norteamericano George Bush llegaba a las seis y veinte de la ma?ana a la ciudad de ?vila. All¨ª, ¨¦l, el general retirado Norman Schwarzkopf, el hombre de la guerra del Golfo de 1991, y una amplia comitiva ocuparon veinte habitaciones. Como casi cada a?o, Bush ven¨ªa a cazar. El domingo d¨ªa 12, Bush y el rey Juan Carlos participaron en un ojeo de perdiz roja en la finca de Vicente Sainz Luca de Tena en Pic¨®n, Ciudad Real. Dos d¨ªas m¨¢s tarde, el ex presidente entraba en el palacio de la Moncloa, donde le recib¨ªa el presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Antes, Bush admiti¨® ante la prensa que se sent¨ªa el padre m¨¢s inquieto del mundo. Su hijo, George W. Bush, candidato del Partido Republicano, estaba pendiente del recuento de votos en el Estado de Florida para saber qui¨¦n ser¨ªa, si ¨¦l o el candidato dem¨®crata Al Gore, el nuevo presidente de Estados Unidos. Ya frente a Aznar y alguno de sus colaboradores, el ex presidente norteamericano le anim¨® a conocer a sus hijos. A Jeb, que "habla perfectamente espa?ol", dijo. Bush padre a?adi¨®:
En la cabeza del presidente bailaba una idea 'loca' en 1999: ingresar en el club de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados del mundo, el Grupo de los Siete
Aznar decidi¨® en 2000 que la relaci¨®n entre Espa?a y Estados Unidos deb¨ªa ser uno de los pilares principales de la pol¨ªtica exterior
-Y a mi hijo George. Estoy seguro de que se entender¨¢n ustedes muy bien...
Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar esperaba con gran inter¨¦s el desenlace de las disputadas elecciones presidenciales norteamericanas, entre otras cosas porque meses antes ya hab¨ªa puesto en marcha una cierta idea de la futura relaci¨®n transatl¨¢ntica entre Espa?a y Estados Unidos que avizoraba. El momento lleg¨® para el cap¨ªtulo transatl¨¢ntico, como para muchas otras cosas, con las elecciones legislativas del 12 de marzo de 2000. Aznar se encontr¨® ese d¨ªa con una mayor¨ªa absoluta accidental. El Partido Popular avanz¨® en 890.000 votos respecto a los 9,4 millones obtenidos en 1996, superando los 10,3 millones. Pero, adem¨¢s, casi dos millones de electores del Partido Socialista Obrero Espa?ol (PSOE) decidieron quedarse en casa.
El presidente del Gobierno espa?ol ya hab¨ªa logrado cuatro a?os de crecimiento econ¨®mico sostenido, una reducci¨®n del paro y un marco de reducci¨®n y equilibrio del d¨¦ficit presupuestario. Espa?a reun¨ªa las condiciones del Tratado de Maastricht y de entrada en la nueva moneda ¨²nica europea, el euro. El tiempo
econ¨®mico, pues, pod¨ªa dar paso al tiempo
pol¨ªtico.
Josep Piqu¨¦
El 27 de abril de 2000, Aznar nombr¨® ministro de Asuntos Exteriores del nuevo Gobierno a Josep Piqu¨¦. El ex ministro, y actual l¨ªder del PP en Catalu?a, recuerda que en su primera reuni¨®n a fondo con Aznar, el presidente del Gobierno le explic¨® que la relaci¨®n entre Espa?a y Estados Unidos deb¨ªa ser uno de los pilares principales de la pol¨ªtica exterior espa?ola. Hab¨ªa que invertir tiempo, viajes y esfuerzos en ello. Aznar deseaba un v¨ªnculo bilateral tan estrecho con EE UU como el que manten¨ªan pa¨ªses como Francia, Alemania, Italia y, sobre todo, claro est¨¢, el Reino Unido. El presidente hab¨ªa viajado a Washington en 1997 para entrevistarse con Bill Clinton; en 1998 se hab¨ªa trasladado a Miami, antes del triunfo de Jeb Bush, y volvi¨® a la Casa Blanca a mediados de abril de 1999. En paralelo, Aznar hab¨ªa desarrollado una gran aproximaci¨®n a Tony Blair, el principal aliado internacional de Washington y amigo personal de Bill Clinton.
En la cabeza del presidente del Gobierno espa?ol ya bailaba una idea loca que no hab¨ªa dejado de seducir a Felipe Gonz¨¢lez en su d¨ªa, cuando era inquilino en el palacio de la Moncloa. ?Cu¨¢l? Ingresar en el club de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados del mundo, el llamado Grupo de los Siete, el G-7.
Piqu¨¦ se puso manos a la obra sin perder tiempo. En algo m¨¢s de un mes ya hab¨ªa sostenido varias conversaciones con la entonces secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright. El 25 de mayo de 2000, durante una reuni¨®n ministerial de la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte (OTAN) en Florencia (Italia), Piqu¨¦ y Albright decidieron anunciar que Espa?a y Estados Unidos hab¨ªan acordado renovar su Convenio de Defensa vigente desde mayo de 1989. La Administraci¨®n de Clinton quer¨ªa potenciar la base militar conjunta de Rota (C¨¢diz).
Fue Piqu¨¦ quien, tras entrevistarse con la secretaria de Estado norteamericana, hizo p¨²blico aquello que Aznar le hab¨ªa encomendado al nombrarle canciller espa?ol. "El Gobierno", declar¨®, "desea establecer con Estados Unidos mecanismos institucionales como los que este pa¨ªs tiene con Francia, Alemania, Gran Breta?a e Italia, y una mayor participaci¨®n en la toma de decisiones internacionales".
Ya para esas fechas, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y su equipo de asesores de La Moncloa, seg¨²n se recuerda en ese c¨ªrculo, bosquejaban una hoja de ruta para conseguir esa anhelada mayor participaci¨®n. Espa?a ten¨ªa previsto asumir la presidencia semestral de la Uni¨®n Europea el 1 de enero de 2002. Esta circunstancia, a su vez, facilitaba otra. Aznar podr¨ªa participar en la llamada reuni¨®n "cumbre" del G-8 (Grupo de los Siete m¨¢s Rusia), en Kananaskis, pr¨®xima a Calgary, en Canad¨¢, durante los primeros d¨ªas de junio de 2002. Aznar, pues, tendr¨ªa reservada una silla entre los grandes. Un lugar, el suyo, aun cuando ser¨ªa en su calidad de presidente de la Uni¨®n Europea, en la cumbre.
Y hab¨ªa otro punto en la hoja de rut
a que ya obsesionaba por entonces a Aznar: la entrada de Espa?a en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Mientras, Piqu¨¦ sigui¨® con su trabajo de hormiga y sus viajes a Estados Unidos. Volvi¨® a Washington a primeros de agosto de 2000 para entrevistarse con Madeleine Albright. Y Aznar no se qued¨® atr¨¢s. En la primera semana de septiembre, el presidente del Gobierno espa?ol dirigi¨® un discurso, con ocasi¨®n de la Cumbre del Milenio, ante las Naciones Unidas. Urgi¨® a la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU con una idea fija: ampliar el n¨²mero de miembros no permanentes. Aznar quer¨ªa tambi¨¦n, como fuese, a Espa?a dentro de ese club.
Una semana m¨¢s tarde, a mediados de septiembre de 2000, Piqu¨¦ y Albright, con ocasi¨®n de la Asamblea General de Naciones Unidas, anunciaron su compromiso de institucionalizar y reforzar sus relaciones bilaterales al tiempo que renegociar¨ªan el Convenio de Defensa. Piqu¨¦, ante la Asamblea General, insisti¨® en la reforma del Consejo de Seguridad. "Se trata de ampliar el n¨²mero de pa¨ªses miembros no permanentes", dijo, y apoy¨® la idea de una futura "injerencia humanitaria". Tambi¨¦n abog¨® por reforzar la misi¨®n de los cascos azules de la ONU.
Para Piqu¨¦ no pas¨® inadvertido un matiz de inter¨¦s. El Gobierno de Aznar deseaba avanzar lo m¨¢s posible en sus negociaciones con la Administraci¨®n de Clinton, haciendo caso omiso de un hecho evidente: las elecciones presidenciales del martes 7 de noviembre de 2000.
Mientras el ex presidente Bush se encontraba en Madrid en su jornada de caza, el ministro Piqu¨¦ negociaba por tel¨¦fono con Madeleine Albright, quien en cierto momento le coment¨® que deb¨ªa solicitar autorizaci¨®n al nuevo equipo del presidente designado por la Corte Suprema, George W. Bush, para continuar los contactos. Madeleine Albright consult¨® con Colin Powell, el secretario de Estado in p¨¦ctore de la entrante Administraci¨®n de Bush.
Declaraci¨®n conjunta
El 11 de enero de 2001, finalmente, Albright y Piqu¨¦ firmaban en Madrid una declaraci¨®n conjunta para potenciar las relaciones entre Espa?a y Estados Unidos. La utilizaci¨®n de las bases militares de Rota y Mor¨®n segu¨ªa sometida al r¨¦gimen existente y, por otra parte, se requer¨ªa una autorizaci¨®n previa, ya previsto en el Convenio de Defensa de 1989, para realizar operaciones militares extraordinarias. Con todo, Estados Unidos abr¨ªa la puerta a una revisi¨®n t¨¦cnica del convenio, con la idea de una m¨¢s flexible utilizaci¨®n de las bases en la mira. Asimismo, se creaba un "comit¨¦ bilateral de la defensa de alto nivel", que deber¨ªa promover la persecuci¨®n, por ejemplo, de la "financiaci¨®n del terrorismo".
Con todo, la aproximaci¨®n del Gobierno espa?ol a Estados Unidos todav¨ªa manten¨ªa cierta independencia. A mediados de febrero de 2001, pocas semanas despu¨¦s de asumir el Gobierno norteamericano, la Administraci¨®n de Bush despach¨® a trav¨¦s del Pent¨¢gono una docena de aviones nodriza hacia la base de Mor¨®n. D¨ªas despu¨¦s, el viernes 17 de febrero de 2001, el flamante presidente Bush y el primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, ordenaron un ataque a¨¦reo en el sur de Irak, en el que intervinieron 18 cazas estadounidenses y varios bombarderos brit¨¢nicos.
Hay un hecho curioso: el Ministerio de Asuntos Exteriores espa?ol tom¨® distancia de los bombardeos. Seg¨²n hizo p¨²blico, los bombardeos de Estados Unidos y el Reino Unido sobre territorio iraqu¨ª supon¨ªan "un acto unilateral", pero a?adi¨® algo m¨¢s: "El problema de Irak debe resolverse en el ¨¢mbito estricto de la ONU".
Toc¨® a Piqu¨¦ ponerse en contacto con los partidos pol¨ªticos de la oposici¨®n para aclarar la situaci¨®n. Seg¨²n explic¨® a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y a Gaspar Llamazares, ni el Gobierno espa?ol ni los restantes miembros de la OTAN hab¨ªan sido informados del ataque. Asegur¨® adem¨¢s que los bombarderos no hab¨ªan pasado previamente por las bases espa?olas.
Piqu¨¦ era la avanzadilla de Aznar hacia su objetivo. A primeros de marzo de 2001, el ministro de Asuntos Exteriores estaba otra vez en Washington, para mantener reuniones con Colin Powell y la asesora de Seguridad Nacional del presidente Bush. Al exponer a Powell los deseos del Gobierno espa?ol, Piqu¨¦ explic¨®, con una sonrisa a flor de labios, cu¨¢l era el deseo del presidente Aznar en su relaci¨®n con Estados Unidos: establecer un v¨ªnculo tan importante como el que Tony Blair manten¨ªa con las sucesivas administraciones norteamericanas. A Powell no le pareci¨® nada extravagante. Las negociaciones para firmar el nuevo convenio de defensa, ya esbozadas entre Piqu¨¦ y Albright, arrancaron con vistas a su firma en el verano de 2001.
Testigo excepcional
"Aznar es un testigo excepcional de hasta qu¨¦ punto el presidente Bush ten¨ªa conciencia o no del problema del terrorismo aquel verano de 2001", dijo un colaborador del entonces presidente del Gobierno espa?ol a este peri¨®dico. En efecto, la investigaci¨®n en curso sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 ha puesto de relieve que el presidente no consider¨® con la necesaria preocupaci¨®n las informaciones que le hab¨ªan transmitido los servicios de inteligencia en el primer semestre de 2001 sobre un probable ataque terrorista de Osama Bin Laden en Estados Unidos.
Bush empez¨® por Espa?a su primera gira europea, a primeros de junio de 2001. Aznar, que hab¨ªa viajado a Oriente Pr¨®ximo en febrero, habl¨® por tel¨¦fono con Bush sobre su visita. Ahora, a primeros de junio de 2001, le recibi¨® en la finca de Quintos de Mora, en Toledo, que Bush confundi¨® m¨¢s tarde con el rancho de
Aznar, en lo que crey¨® ver una r¨¦plica de su rancho particular de Crawford (Tejas). El tema no fue la negociaci¨®n del convenio de defensa. No. Aznar le explic¨® su historia personal. Era un superviviente. ?l estaba en guerra contra el terrorismo. Tambi¨¦n le dijo, en tono de confidencia, que no exist¨ªa conciencia en Europa sobre lo que significaba la lucha contra los terroristas, y se quej¨® de que la colaboraci¨®n hab¨ªa brillado por su ausencia. "Fue Aznar quien expuso sin desmayos que Estados Unidos deb¨ªa apoyar a Espa?a en la lucha contra el terrorismo y que era necesario coordinar la acci¨®n internacional contra todo tipo de terrorismos, los nacionales estilo ETA y los internacionales isl¨¢micos", dijo el colaborador de Aznar.
La idea, pues, que el entonces presidente del Gobierno espa?ol se form¨® de Bush no habla precisamente de una gran conciencia del riesgo terrorista, algo que coincide con las investigaciones de la comisi¨®n parlamentaria norteamericana sobre los brutales atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 durante las ¨²ltimas semanas.
Esos atentados redondearon la visi¨®n de Aznar sobre la identidad de todos los terrorismos. A finales de junio de 2002, despu¨¦s de estrechar todav¨ªa m¨¢s su relaci¨®n con Bush, el presidente del Gobierno espa?ol, en su calidad de presidente de turno de la Uni¨®n Europea, participaba en Canad¨¢ en la cumbre del G-8. All¨ª, junto a Bush, se fum¨® un puro y, como el presidente norteamericano, apoy¨® los pies sobre una mesa baja. Fue su c¨¦nit.
La solidaridad de la Administraci¨®n de Bush lleg¨® pocos meses despu¨¦s, con la aventura de Perejil. Colin Powell y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) intervinieron para conseguir la distensi¨®n. Hoy por ti, ma?ana por m¨ª.
Apoyos sin complejos
Eso lleg¨® en los ¨²ltimos meses de 2002, tras la guerra de Afganist¨¢n contra el r¨¦gimen talib¨¢n y Osama Bin Laden. Espa?a, que ya ten¨ªa su pl¨¢cet para ingresar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, apoy¨® desde fuera la guerra contra Sadam Husein y difundi¨® todas las sospechas -las presuntas armas de destrucci¨®n masiva, incluyendo las nucleares- como pruebas de cargo contra el r¨¦gimen dictatorial iraqu¨ª. Una vez dentro del Consejo de Seguridad, a partir del 1 de enero de 2003, Aznar, su ministra Ana Palacio y el vicepresidente Mariano Rajoy apoyaron sin complejos -como le volvi¨® a proponer Rajoy a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero el pasado jueves 15 en el debate de investidura- a Estados Unidos. Para Aznar, la guerra era un hecho desde los ¨²ltimos meses de 2002.
El presidente del Gobierno espa?ol no s¨®lo apoy¨® a EE UU. Junto a Bush y a Blair, en una nueva imagen, tan evocadora del poder como aquella de un a?o antes, en junio de 2002, en Canad¨¢, con los pies sobre la mesa, Aznar pos¨® en las islas Azores para lanzar el ultim¨¢tum, m¨¢s dirigido al Consejo de Seguridad de la ONU que a Sadam Husein.
Hoy por ti, ma?ana por m¨ª. Con ocasi¨®n de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, Aznar consigui¨® que tanto Bush como Powell acusaran desde Washington a ETA como autora de la masacre. "La arrogancia de poder lleva a la disoluci¨®n del poder. La guerra ideol¨®gica es cada vez m¨¢s furiosa. Para los neoconservadores, el significado pol¨ªtico del 11-M debe ser encajado en la cama de Procusto del 11-S. La campa?a de Bush, despu¨¦s de todo, gira en torno a la guerra preventiva", opina Sidney Blumenthal, ex asesor del presidente Clinton. El rostro de Aznar la noche del 14-M, ya no se diga el de Rodrigo Rato, empero, evocaba una escena de Wagner. De El ocaso de los dioses.
![Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, en una conferencia de prensa en La Moncloa.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/KAKMXIAU2JZZ4EKRA5UZUC26DY.jpg?auth=28cbc80f2a21836050fdfa6d3c423ad6b131012eb027bd68c05fa87ac4737000&width=414)
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