Legislatura de filigrana
A personajes p¨²blicos tan distintos como el cardenal Amigo y el ex dirigente de CC OO Antonio Guti¨¦rrez se les ha o¨ªdo citar en pasados meses la "cultura del respeto", concepto tomado de Fernando de los R¨ªos. Lo hicieron hace meses, cuando no exist¨ªa y he aqu¨ª que parece inaugurada de forma brillante.
La investidura de Rodr¨ªguez Zapatero ha confirmado y ampliado la sensaci¨®n de vivir una nueva etapa. Una elecci¨®n tiene mucho de acto sagrado, de sabidur¨ªa colectiva siempre inapelable, aunque se descubra a posteriori. Vivimos un momento m¨¢gico y mejor, abierto en posibilidades y promesas. No estamos en situaci¨®n que se asemeje a 1982, sino m¨¢s bien a 1977, instante inaugural de nuestra democracia. Es un momento de grandeza, tan infrecuente en pol¨ªtica, tan lejana a lo habitual. Quien as¨ª no lo entienda est¨¢ fuera de ¨®rbita; quiz¨¢ sea su mezquindad quien le impida verlo. Protagonista principal -no ¨²nico- ha sido el presidente del Gobierno. Siempre el cargo impone, como debe ser; en ocasiones parece muy ancho para el personaje. Zapatero llega a ¨¦l llen¨¢ndolo por completo, de modo sorprendente, en el plazo de pocos meses. Vivimos una de esas circunstancias dulces, llegadas por sorpresa, en que los l¨ªderes brillan con luz propia. Los hemos presenciado en el pasado reciente: Su¨¢rez en su primer a?o, Carrillo aceptando la bandera com¨²n o Fraga haciendo la Constituci¨®n y Gonz¨¢lez conquistando una mayor¨ªa aplastante, capaz de hacer posible la consolidaci¨®n de la democracia.
El nuevo Gobierno no es el tripartito catal¨¢n. Al elegir como punto de referencia la ciudadan¨ªa, no la izquierda o el "progresismo", Zapatero acierta: se condena, de momento, a la imprecisi¨®n, pero abre un camino prometedor al di¨¢logo. Nada ser¨¢ f¨¢cil. Una legislatura en que se van a tratar de solucionar no ya los problemas abordados en la sesi¨®n de investidura, sino otros como los de los papeles de Salamanca o los cambios en el estropicio de la ley universitaria va a exigir en todos el talento de los buenos artesanos de la filigrana. Va a ser complicad¨ªsima, pero empezamos bien.
?Est¨¢ la oposici¨®n preparada? Su papel es imprescindible y puede y debe tener aliento para cumplirlo. Demasiado tarde para sus aspiraciones presidenciales, Rajoy ha empezado a dar medida de su mucha val¨ªa. Ha hecho preguntas que no corresponden al momento, las relativas a una pol¨ªtica econ¨®mica que a¨²n no ha sido puesta en pr¨¢ctica, pero por la que el Gobierno ser¨¢ principalmente juzgado. Ha esgrimido la caracterizaci¨®n del Gobierno como d¨¦bil e inestable cuando el contrafactual -es decir, que sea derribado por otra mayor¨ªa parlamentaria- parece hoy imposible. Se ha perdido en an¨¦cdotas sobre hockey. Pero ha demostrado que es posible una oposici¨®n contundente e iniciar el cambio de estilo que a ¨¦l le correspond¨ªa y no pudo o no quiso desarrollar. Ojal¨¢ sepa seguir por ese camino. Otros, en cambio, no. Esperanza Aguirre est¨¢ dispuesta a hacer la autocr¨ªtica del PP catal¨¢n -y de Catalu?a, de paso- sin ser consciente a¨²n de que una parte de la culpa de los resultados electorales nace de su gesti¨®n como ministra de Educaci¨®n. Pero el mayor peligro que gravita sobre Rajoy no radica en el propio partido, que se adaptar¨¢ el l¨ªder, sino en una porci¨®n del acompa?amiento medi¨¢tico e intelectual que pretende inspirarle. En la derecha espa?ola hay, en ambos terrenos, mucho respetable y atendible en cualquier ocasi¨®n. Pero pulula tambi¨¦n una pintoresca colecci¨®n de rebotados, extravagantes y desnortados que llevan bastante tiempo colonizando un sector considerable de la cadena Cope. Lytton Strachey, el eminente escritor brit¨¢nico, ha quedado en la historia literaria como el ejemplo de bi¨®grafo capaz de desmontar los figurones de fama inmerecida en su ¨¦poca. De uno de ellos asegur¨® que "lo ¨²nico que aborrec¨ªa por completo es quedarse a medias"; a un grupo pseudointelectual le atribuy¨® "la pretensi¨®n de los profesores alemanes y la groser¨ªa de sus estudiantes". Es l¨¢stima que esos entrecomillados sean de aplicaci¨®n a m¨¢s de uno en la aludida emisora. No merece la pena la cita nominal, por evidente y porque la cuesti¨®n es grave en otro sentido. Sus propietarios -los obispos- piden ser o¨ªdos y respetados, como muchos hacemos. Tambi¨¦n solicitan responsabilidad y hay que preguntarse -me temo- si en lo que es de su propiedad la practican.
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