La Real marca
Algunos espa?oles critican la monarqu¨ªa. Argumentan que es una instituci¨®n caduca e inservible, arcaica y cara. Se cuestiona su intangible rendimiento en relaci¨®n a su coste. Se eval¨²a, pues, su utilidad con par¨¢metros propios de cualquier producto. El problema de la monarqu¨ªa era precisamente ¨¦se, que no ofrec¨ªa ninguno. La Corona, hasta ahora, era tan solo una marca. El distintivo m¨¢s exclusivo del mundo, el m¨¢s preciado y el de m¨¢s elevado standing, pero tan s¨®lo patrocinaba eventos ajenos, como apadrinar inauguraciones o entregar condecoraciones. Le ocurr¨ªa como a Tommy Hilfiger, que es ¨²nicamente un nombre prestigioso y de garant¨ªa, pero que no fabrica la mercanc¨ªa que vende con su logotipo. Pero ahora las cosas han cambiado. La monarqu¨ªa lanzar¨¢ el pr¨®ximo 22 de mayo el producto m¨¢s rentable de todos los tiempos: la boda del Pr¨ªncipe con Letizia.
Seg¨²n un reciente estudio de la C¨¢mara de Comercio, el enlace real reportar¨¢ a Madrid unos 1.000 millones de euros en publicidad gratuita a trav¨¦s de la televisi¨®n. Se calcula que 5.600 medios de comunicaci¨®n de todo el mundo cubrir¨¢n el acontecimientos para unos 1.200 millones de espectadores. Estimando los gastos de la boda en unos cuatro millones de euros, el balance coste-beneficios es inigualable, s¨®lo semejante al recaudado hace 23 a?os por otro matrimonio, el del pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra y Diana Spencer. Madrid no s¨®lo se enriquecer¨¢ por el aumento de turistas, sino que la boda promocionar¨¢ la ciudad en el mundo como no ser¨ªa capaz de hacerlo un monumento, un actor, un cantante, una exposici¨®n universal o un gran acontecimiento deportivo. Madrid se ver¨¢ unida a la marca monarqu¨ªa, eso favorecer¨¢ a la capital, ya no porque la Corona sea una instituci¨®n prestigiosa, pues tambi¨¦n tiene sus detractores, sino porque el producto de estreno es el amor.
La monarqu¨ªa hoy en d¨ªa s¨®lo produce aut¨¦nticos eventos medi¨¢ticos en dos sentidos, el esc¨¢ndalo y el matrimonio. El primero s¨®lo reporta al pueblo cotilleos, el dinero lo obtienen los medios sensacionalistas. El inter¨¦s de estos casos radica en el burdo contraste entre el halo fantasioso que rodea las palabras "pr¨ªncipe", "palacio" o "reinado" y la mundana realidad de las infidelidades, los vicios o las corrupciones. El otro motivo por el que la monarqu¨ªa despierta un inusitado inter¨¦s es porque se hace realidad la f¨¢bula, es decir, el pr¨ªncipe se casa.
Letizia, lejos de contravenir el protocolo mon¨¢rquico al ser una plebeya, encaja a la perfecci¨®n en la trama del cuento de hadas que la gente demanda a la Corona, pues no hay excesivo glamour en el destape de placas en los museos por parte de los Reyes. Nuestra ejemplar Casa Real, exenta de esc¨¢ndalos, nos ofrece hoy la historia de un apuesto pr¨ªncipe heredero escogiendo a una cenicienta cat¨®dica de entre todas las mujeres que ve, tanto en la vida real como en la tele.
La boda de don Felipe no s¨®lo reportar¨¢ a Madrid beneficios econ¨®micos y una popularidad que puede incluso granjearnos los Juegos Ol¨ªmpicos, sino exclusividad, lujo y distinci¨®n, tres virtudes publicitarias propias de las grandes y m¨¢s renombradas marcas al alcance de muy pocos. Pero lo m¨¢s fascinante y m¨¢gico es que el enlace es un producto de todos y para todos. Por primera vez, ya no ¨²nicamente los madrile?os, sino los espa?oles en general, tendr¨¢n acceso a un flamante fen¨®meno de superlujo. No hace falta que asistamos a la boda, basta con verla por televisi¨®n o con comprarse un dedal con el perfil de los contrayentes para contagiarse de las virtudes de la firma. Como ocurre con Coca-Cola o con Adidas, que con beber el refresco o vestirse la prenda ya sentimos la chispa de la vida o la sensaci¨®n de que nada es imposible.
La boda real tiene un inconveniente, es un producto de consumo inmediato. El gran disfrute popular durar¨¢ tan s¨®lo unas horas y despu¨¦s, s¨®lo quedar¨¢ la vaga satisfacci¨®n que brinda la saciedad consumista. Pero como las grandes adquisiciones o los gozos m¨¢s exclusivos e irrepetibles, de lo que se trata es de empezarlos a degustar antes de que sucedan. El d¨ªa del enlace ser¨¢ el cl¨ªmax de un fen¨®meno medi¨¢tico que usted puede comenzar a paladear ya, sin colas ni invitaci¨®n. Por supuesto, tambi¨¦n tiene la opci¨®n de mantenerse al margen, de no participar del gran estreno, de negar los bienes de este nuevo economismo palaciego. El mercado Real es libre.
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