Cardenal sin p¨²rpura
Si hab¨ªa un alto cargo institucional radicalmente incompatible con el talante y las opciones program¨¢ticas del nuevo Gobierno socialista era el hasta ahora fiscal general del Estado, Jes¨²s Cardenal. De ah¨ª que una de las primeras decisiones del nuevo Gobierno haya sido su destituci¨®n fulminante. Cardenal ha sido un fiscal del Estado que sintonizaba ideol¨®gicamente con los rasgos m¨¢s autoritarios y regresivos del Gobierno del PP y que ha hecho gala de una actuaci¨®n rayana en el servilismo, absolutamente impropia de la autonom¨ªa funcional legalmente exigible a su cargo.
El elegido por el Gobierno de Zapatero para su sustituci¨®n ha sido C¨¢ndido Conde-Pumpido, magistrado de la Sala Penal del Tribunal Supremo. A su reconocido prestigio como jurista une un talante de independencia contrastada. Para demostrarlo, es suficiente recordar que fue uno de los magistrados que en 1998 condenaron a prisi¨®n a la antigua c¨²pula del Ministerio del Interior socialista, encabezada por Jos¨¦ Barrionuevo y Rafael Vera, por el secuestro de Segundo Marey. Que otro Gobierno socialista, seis a?os despu¨¦s, le encomiende la Fiscal¨ªa General del Estado es una magn¨ªfica se?al, tanto para el nombrado como para los responsables de su nombramiento.
Cardenal no ha sido, sin duda, el primer fiscal del Estado que se ha mostrado obsequioso con el Gobierno que lo nombra. Pero es dif¨ªcil encontrar un comportamiento que haya interferido de forma tan burda en el funcionamiento interno del ministerio p¨²blico para satisfacer los intereses del Gobierno. Su actuaci¨®n en los casos Ercros y Formentera, que implicaban a ministros del Gobierno del PP, est¨¢n inscritos en los anales como un ejemplo de maniobrerismo y autoritarismo.
Ning¨²n fiscal general del Estado de la etapa democr¨¢tica accedi¨® a ese cargo tras mantener opiniones dudosamente constitucionales como las expuestas por Cardenal durante su mandato como fiscal jefe del Pa¨ªs Vasco -1989-1997- en relaci¨®n con el divorcio, las parejas de hecho o el uso de anticonceptivos, como en su d¨ªa hizo constar el Consejo del Poder Judicial.
Ya en el ejercicio del cargo, no se reprimi¨® a la hora de mostrarse comprensivo con las dictaduras militares de Chile y Argentina. Cardenal se va sin haber logrado borrar la impresi¨®n de que la c¨²pula del ministerio fiscal ha estado durante siete a?os en manos de un jurista de convicciones dudosamente compatibles con la defensa de la Constituci¨®n. Su marcha, tanto como la llegada de Conde-Pumpido, son todo un alivio.
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