El arte maduro y trascendental de un grand¨ªsimo pianista

El ciclo de Grandes Int¨¦rpretes nos ha deparado la ocasi¨®n de reencontrarnos con el arte maduro y trascendental del pianista Nelson Freire, nombre decisivo dentro de la generaci¨®n de los a?os cuarenta. Y de nuevo hemos podido recibir el intenso mensaje de tres s¨ªmbolos del romanticismo: Beethoven con la Sonata 26 (Los adioses), Schumann con la intensa Fantas¨ªa en Do, op. 17), dedicada a Franz Liszt, y Chopin con los veinticuatro Preludios de la opus 28.

Tres maneras de entender el piano rom¨¢ntico en sus valores instrumentales y puramente art¨ªsticos que Freire recrea y diferencia con una elevaci¨®n que empieza en la misma calidad de su sonido hermoso y po¨¦tico, intenso como la luz y afectivo como la intimidad.

El magisterio, desde que a los trece a?os recibi¨® el Premio de R¨ªo de Janeiro, el concepto interpretativo del pianista brasile?o es siempre una lecci¨®n de claridad, amor por la perfecci¨®n, pasi¨®n por el detalle, voluntad de cantar y af¨¢n por desvelarnos los ¨²ltimos secretos de cada obra y cada pasaje.

Su "orden de amor" musical encierra el orden que Falla denominaba "ritmo interno" para relacionar con justeza e interdependencia cuantos elementos constituyen el hecho musical.

Seguir los tres emocionantes tramos de la sonata de Los adioses, comunicar la densidad human¨ªsima de la Fantas¨ªa o seguir, paso a paso, ese retablo de las maravillas que es el primer cuaderno de los Preludios de Chopin, nacidos en parte durante el c¨¦lebre viaje a Mallorca, fue experiencia que no podemos ni queremos olvidar, aumentada por tres regalos prodigiosos: Gluck, Villalobos y Mompou en sus Muchachas en el jard¨ªn que tanto amara Paul Valery. Bravo, brav¨ªsimo concierto; experiencia enaltecedora que no precisa de muchas palabras de encomio. Y, una vez m¨¢s, gratitud.