Alucinaci¨®n colectiva
Quien sobrepase los 30 a?os recordar¨¢ un tren expreso, el sevillano o el catal¨¢n, seg¨²n viniera de una parte u otra. Iba dividido en compartimentos y la gente se quitaba los zapatos y dorm¨ªa sentada. Recuerdo sobre todo ese olor inclasificable, mezcla de gajos de naranja, chorizo, sudor, calcetines, tabaco... ali?ado todo por una potente calefacci¨®n que imped¨ªa dormir. Pod¨ªa tardar 20 horas y al final eras ¨ªntimo del vecino porque dormir juntos, aunque sea sentados, siempre une. En uno de esos trenes viaj¨® Nazario para dejar su Andaluc¨ªa natal y asomarse a otra ciudad, Barcelona, que a mediados de la d¨¦cada de 1970 empezaba a despertar de un angustioso letargo de casi 40 a?os.
Nazario sintetiza en un libro la Barcelona de los a?os setenta, cuando un grupo de personas irrumpi¨® en la adormecida cultura de la ¨¦poca
Con la muerte del general Franco aparece una serie de personas que rompen con la cultura de la ¨¦poca para lanzarse a otra manera de vivir, sentir y amar. Barcelona reuni¨® a toda esa gente, heredera del hippismo, que ven¨ªa de todas partes de Espa?a, y algunos de Hispanoam¨¦rica, dispuestos a vivir en libertad, aunque los palos de los grises y las detenciones estaban a la orden del d¨ªa. Barcelona era un caldo de cultivo imparable y as¨ª nacieron el Teatre Lliure, el Sal¨® Diana, la C¨²pula Venus, Zeleste, Els Comediants, Els Joglars, Dagoll Dagom, la Orquestra Plateria, la Dharma... Nos visita Magic Circus, Lindsay Kemp, se organiza el Canet Rock, las Jornadas Libertarias, la Marxa de la llibertat... Se lee Ajoblanco, El V¨ªbora, se forma la COPEL, se descubre Formentera... Bares, mercadillos, compa?¨ªas de danza contempor¨¢nea independientes, galer¨ªas de arte, artistas, comunas, manifestaciones, happenings.... ?Qui¨¦n no recuerda a Oca?a del brazo de Nazario paseando en plena Rambla y levant¨¢ndose el vestido hasta la barriga? O la org¨ªa colectiva en el parque G¨¹ell, o a Pavlovsky en la C¨²pula Venus, o a Sisa en Zeleste, o las verbenas de San Juan de la Plateria, o las ensaimadas calientes de una panader¨ªa del barrio chino a las cinco de la ma?ana...
Son muchos los que dejaron poso en esta movida, t¨¦rmino utilizado en Madrid para nombrar algo que quiso parecerse a Barcelona, pero que, aun con mucho m¨¢s revuelo propagand¨ªstico, no consigui¨® su esencia. Nazario se ha atrevido a sintetizar en un libro lo que representaron aquellos electrizantes a?os setenta. La Barcelona de los a?os 70 vista por Nazario y sus amigos es un libro que casi parece un volumen de enciclopedia. En total, 250 p¨¢ginas, cientos de fotos y m¨¢s de 70 cr¨®nicas de los que vivieron aquellos d¨ªas. Nazario ha recogido la documentaci¨®n, ha escrito un pr¨®logo y ha utilizado muchas de sus fotos. El libro est¨¢ editado por Ellago Ediciones, una de esas peque?as editoriales -en este caso de Castell¨®n- que cuidan su producto con mimo; el dise?o de la cubierta es de Am¨¦rica S¨¢nchez y Albert Planas.
El martes se present¨® el libro en el FNAC del Triangle con un lleno hasta la bandera, un p¨²blico que se reconoc¨ªa porque eran los protagonistas de la historia: Armand de Fluvi¨¤, Xefo Guasch, Joan Estrada, Manel Joseph, Rom¨¤ Gubern, Pepe Ribas, Colita, Oriol Tramvia, V¨ªctor Jou... En la mesa presidencial, Nazario, Ana Briongos, Mariscal, el editor y Pau Riba, que lleg¨® tarde y despistado. Una de las condiciones que hab¨ªa puesto Nazario a sus amigos colaboradores es que no se comparara aquella ¨¦poca con la que nos toca vivir, es decir: no estaba permitida la nostalgia. Nazario cont¨® su pr¨®logo: su vida en Sevilla, el viaje en tren con el catal¨¢n, el aterrizaje en Barcelona... Y se quej¨® de que, oficialmente, esta ¨¦poca no existiera y que la causa radica en que la d¨¦cada de 1970 se caracteriz¨® por un "rollo" libertario marcado por la CNT y omitido despu¨¦s por socialistas y comunistas.
Ana Briongos habl¨® del disparatado edificio de la calle de G¨¦nova que mand¨® construir su padre, un falangista recalcitrante al que le sali¨® una hija del PSUC. Los incipientes arquitectos fueron Clotet y Tusquets. Y sali¨® lo que sali¨®: un laberinto, una maravilla donde fueron a parar los que ansiaban aventuras: Joan Brossa y Pepa Llopis, ?ngel Jov¨¦, V¨ªctor Jou, Francesc Bellmunt... Y le toc¨® el turno a Pau Riba, que no sab¨ªa muy bien d¨®nde estaba, reafirm¨¢ndose en su papel de toda la vida, pero se fue centrando para hablar de la psicodelia y los ¨¢cidos, la primera droga sint¨¦tica fulminante que un americano se emperr¨® en distribuir a lo bestia por toda Am¨¦rica montando sonados "saraos". "El ¨¢cido no es t¨®xico", afirm¨® Riba, "ha habido gente que se ha tragado hasta 600 en una noche y no se ha muerto, s¨®lo han tenido un susto inicial". Luego habl¨® de la luminosa utop¨ªa de los a?os setenta en Barcelona, de la generaci¨®n en estado de gracia y de la alucinaci¨®n colectiva. Terminados los discursos, los amigos de Nazario fueron desfilando por la sala: besos, abrazos, apretones de manos... Joan Estrada me cont¨® que hab¨ªa reconocido a varios freakies de la Rambla de aquellos tiempos, gente an¨®nima que hizo de aquel paseo casi su casa. De vuelta a la m¨ªa cruc¨¦ esta Rambla, y para no mirar turistas hoje¨¦ el libro. Nazario habla de Camilo, a quien define como un ramo de nardos en un sal¨®n de Visconti, y cuenta que un d¨ªa, en el metro, vio la prohibici¨®n de asomarse a las ventanillas: "?Nena, mira, ¨¦s perill¨®s abocar-s'hi! Ja, ja, ja... ?Aboqu¨¦monos!".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.