La disputa por la bandera del di¨¢logo
La disposici¨®n de Zapatero a discutir con el 'lehendakari' el futuro de Euskadi priva a Ibarretxe de uno de sus principales reproches
La brisa del di¨¢logo que alienta el nuevo Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero ha penetrado en todos los rincones pol¨ªticos de Euskadi, poblando los nuevos discursos con t¨¦rminos como consenso, acercamiento y acuerdo. Tambi¨¦n el PP vasco siente la necesidad de adaptarse al clima reinante, mientras discute si el cambio de formas debe conllevar el relevo de quienes protagonizaron el anterior discurso.
La idea de situar a la cabeza del partido a personalidades como la comisaria europea de Transportes, Loyola de Palacio, o al ex secretario de Estado de Seguridad Ignacio Astarloa, llamadas a cubrir el hueco dejado por Jaime Mayor Oreja -tras su marcha para encabezar la candidatura del PP al Parlamento Europeo- tropieza con la resistencia de no pocos dirigentes vascos que reclaman autonom¨ªa pol¨ªtica respecto a la direcci¨®n nacional del PP y apuestan, bien por la continuidad del actual presidente del partido, Carlos Iturgaiz, o por la promoci¨®n de una figura local, como la edil donostiarra Mar¨ªa San Gil.
Mientras Zapatero abre un nuevo ciclo pol¨ªtico, Ibarretxe se aferra a su plan soberanista
En un reflejo del aparente desbarajuste que la victoria socialista ha introducido en el alineamiento pol¨ªtico, los nacionalistas vascos del PNV y EA han entreverado alianzas electorales para los comicios europeos del 13 de junio con partidos como el BNG y ERC que dieron su voto a la investidura de Zapatero.
Se dir¨ªa que la envenenada vida pol¨ªtica vasca ha empezado a oxigenarse con el desbloqueo de la tensi¨®n que el Gobierno central ha emprendido, ante la receptiva mirada del Ejecutivo aut¨®nomo. Ciertamente, la anunciada derogaci¨®n de la reforma del C¨®digo Penal que establec¨ªa penas de c¨¢rcel para el lehendakari, en el supuesto de que convocara su referendo; la renuncia a descontar los 32 millones de euros en litigio del Cupo vasco; y la misma entrevista programada entre Zapatero e Ibarretxe contribuyen a difuminar la imagen de confrontaci¨®n. El inevitable "choque de trenes", vaticinado por el lehendakari, parece alejarse del panorama por primera vez en los ¨²ltimos a?os, ahora que el Tribunal Constitucional ha autorizado la tramitaci¨®n del plan Ibarretxe en el Parlamento vasco, al rechazar el recurso de impugnaci¨®n interpuesto por el Gobierno de Aznar.
Y, sin embargo, no parece que las expectativas de acuerdo abiertas durante las ¨²ltimas semanas puedan materializarse en el horizonte pr¨®ximo. M¨¢s bien da la impresi¨®n de que lo que se avecina en Euskadi es un tiempo pol¨ªticamente muerto en el que, eso s¨ª, ser¨¢ necesario guardar las formas, aplicarse con m¨¢s tino y cuidado al enfrentamiento dial¨¦ctico para no perder la vitola de dialogante que tanto provecho le ha dado a Juan Jos¨¦ Ibarretxe. El panorama se presenta m¨¢s o menos bald¨ªo para la germinaci¨®n de un acuerdo de fondo, porque no es previsible que el PNV vaya a reconsiderar su plan soberanista, no al menos hasta que pasen las elecciones auton¨®micas del pr¨®ximo a?o.
Hay un desfase de legislaturas que dificulta enormemente el consenso, aun adjudicando a todas las partes el mismo grado de buena voluntad. Mientras el Gobierno de Zapatero inaugura un nuevo ciclo pol¨ªtico en todos los ¨®rdenes y se afana por enterrar los aspectos m¨¢s discutibles de la etapa de su antecesor, el Ejecutivo vasco y los partidos que lo conforman est¨¢n inmersos en un plan soberanista cocinado por su cuenta y riesgo, al margen de los partidos que representan a la mitad de la poblaci¨®n vasca. Frente al "folio en blanco" y el "contador a cero" que exhibe Zapatero, Ibarretxe aparece aferrado al plan rupturista que lleva su nombre, pilotando personalmente desde el Gobierno auton¨®mico la huida hacia adelante del nacionalismo. Del mismo modo, el anuncio socialista de que se dotar¨¢ de independencia profesional a los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos contrasta con el actual manejo partidista de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos vascos.
No es previsible que el PNV "rectifique", tal y como Zapatero reclam¨® por tres veces al portavoz nacionalista en el Congreso durante el debate de su investidura, porque, ni quiere, ni seguramente le interesa hacerlo. "?C¨®mo vamos a retirarlo ahora, con todos los esfuerzos que nos ha costado!", vinieron a decir algunos de sus dirigentes ante las primeras invitaciones a rectificar. Subjetivamente, el nacionalismo est¨¢ ya en la clave soberanista y, aunque la credibilidad actual del Gobierno central y la matanza de Madrid le obliguen a realizar algunos gestos y movimientos, no parece dispuesto a descender voluntariamente de la alta cota de exigencias en que se ha situado. As¨ª, paso a paso, pelda?o a pelda?o, combinando el victimismo y el oportunismo audaz, el nacionalismo vasco espera seguir labrando su camino.
A un a?o de las elecciones auton¨®micas, en las que las fuerzas del tripartito auton¨®mico se proponen alcanzar la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento de Vitoria para dotar al plan Ibarretxe de la legitimidad vasca y hacerlo irreversible, el PNV no tiene inter¨¦s en desprenderse del bander¨ªn de enganche soberanista. Viaja escoltado por un Eusko Alkartasuna (EA) que act¨²a a menudo de comisario pol¨ªtico, conjurando la posibilidad de un acercamiento al PSE-PSOE, y lleva en su seno al poderoso sector de Joseba Egibar y Xabier Arzalluz, partidarios del frente abertzale que libran hoy una nueva batalla interna en la renovaci¨®n de las ejecutivas provinciales.
Es cierto, adem¨¢s, que desde la puesta en escena del plan Ibarretxe, hace tres a?os, el PNV no ha dejado de reforzarse electoralmente, a costa, sobre todo, del desmoronado mundo de Batasuna. Lanzado en esa estrategia, el primer partido vasco -obtuvo en marzo el mejor resultado en unas elecciones generales: 417.000 votos, el 33,7%- no tiene razones para dejar la bandera soberanista.
Una salida a la situaci¨®n actual, puesto que permitir¨ªa integrar a los partidos no nacionalistas en la discusi¨®n de un proyecto com¨²n, ser¨ªa que el plan Ibarretxe dejara de ser un proyecto de Gobierno para convertirse en una propuesta de partido, sujeta al contraste y la negociaci¨®n con las de las fuerzas de la oposici¨®n. De esta manera, podr¨ªa recrearse el procedimiento de consenso catal¨¢n, suscitar un ¨¢nimo de entendimiento colectivo, pero el PNV no quiere sacar su plan de la jaula de hierro institucional, entre otras razones porque teme que sus socios de Gobierno (EA e IU) marquen, en ese caso, un perfil propio con sus propias propuestas articuladas y hagan aflorar las discrepancias. Tampoco hay noticias de que Ibarretxe se plantee adelantar los comicios auton¨®micos al pr¨®ximo oto?o, por ejemplo, para que las dos legislaturas, la espa?ola y la vasca, puedan acompasarse a la b¨²squeda de un mayor entendimiento institucional.
As¨ª las cosas, puede ocurrir que la vivificante brisa del di¨¢logo pase por Euskadi sin llegar a regenerar la vida pol¨ªtica vasca, sin construir un consenso b¨¢sico. De hecho, ya se ha entablado la disputa por el t¨ªtulo de dialogante que hasta ahora se hab¨ªa arrogado el nacionalismo institucional. La reforma estatutaria que propone el PSE-PSOE, en l¨ªnea con el proyecto catal¨¢n y con el respaldo de las iniciativas conciliadoras del Gobierno de Zapatero, interpela directamente al soberanismo sobre la sinceridad de su b¨²squeda de consenso.
Son los socialistas vascos quienes le han tomado ahora la palabra al lehendakari, quienes reclaman la apertura de un di¨¢logo incondicionado y no cosm¨¦tico sin m¨¢s l¨ªmite que el respeto al ordenamiento jur¨ªdico estatutario y constitucional. De ah¨ª que arrecien por parte soberanista los intentos de enfriar las expectativas generadas por el triunfo socialista, de descalificar al PSE-PSOE.
Puede decirse que Zapatero le ha arrebatado ya a Ibarretxe la bandera de di¨¢logo y que si las reformas estatutarias de Catalu?a y Andaluc¨ªa transcurren por la senda del acuerdo con el Gobierno central, el lehendakari y su partido corren el riesgo de quedar identificados, por contraste, en el campo de la intransigencia en una Euskadi que est¨¢ perdiendo el privilegiado protagonismo pol¨ªtico que le ha acompa?ado ininterrumpidamente desde la llegada de la democracia. La decisi¨®n nacionalista de mantener su plan inmutable, a despecho de su imposible encaje constitucional, har¨¢ imposible el acuerdo con el Gobierno central por mucho que los dirigentes peneuvistas traten estos d¨ªas de soltar lastre y hacer pie forzando paralelismos interesados con la reforma catalana.
El riesgo es quedar al margen de los acuerdos que van a tejerse en el Estado y que la ciudadan¨ªa vasca perciba intransigencia all¨ª donde se proclamaba el di¨¢logo, que el carrusel de victorias electorales del plan Ibarretxe termine conduciendo al fracaso.
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