Claveles
Esta semana ha habido jornadas memorables. Al margen de otros acontecimientos institucionales de hondo calado, hemos disfrutado del D¨ªa del Libro, el de la Rosa, el de Cervantes y Shakespeare. Para rematar la gozada, hoy, radiante domingo, es el D¨ªa de la Revoluci¨®n de los Claveles. Hace justamente 30 a?os, el 25 de abril de 1974, en Portugal los Kal¨¢shnikov se convirtieron en floreros rematados por un clavel. Y as¨ª acabaron los lusos con 42 a?os de dictadura. En Madrid nos quedamos boquiabiertos en los primeros momentos, pero antes de media hora ya estaba la calle bailando la jota, y los veh¨ªculos hac¨ªan sonar los cl¨¢xones por Arg¨¹elles, y los esp¨ªritus iban embriagados de fado y euforia, y se acab¨® el oporto en los bares, y Xos¨¦ Afonso sonaba en las emisoras y en las casetes, y muchos farfullaban: "Mal se nos tiene que dar para no acabar enseguida con lo nuestro. Grandola, vila morena, tu nombre me sabe a libertad. Las morenas siempre fueron as¨ª de valerosas".
Todav¨ªa quedaba m¨¢s de un a?o de partes m¨¦dicos y rumores surgidos desde aquella famosa lucecita siempre encendida en el palacio del Pardo que velaba por los espa?oles junto a la mano incorrupta de santa Teresa. Pero Madrid aquel d¨ªa fue una fiest¨®n popular. Los polic¨ªas pon¨ªan cara de p¨®quer y no barruntaban por d¨®nde iban los tiros. Y as¨ª, tan ricamente, hubo muchas borracheras acompa?adas de gritos subversivos y c¨¢nticos panfletarios sin que la autoridad se atreviera a romper la magia. La magia de los claveles. Y, encima, te enteras esa misma noche de que la gran Amalia Rodrigues, utilizada por el salazarismo para propiciar el r¨¦gimen en el extranjero a base de fados, cotiz¨® secretamente durante toda su vida al Partido Comunista de Portugal.
Aquella noche fue tambi¨¦n memorable en Madrid porque ciudadanos intachables que abominan de la tuna iban por las calles cantando como locos cosas referentes a ciertos clavelitos de mi coraz¨®n y dando serenatas asilvestradas de Cascorro a Chamber¨ª. Aquel d¨ªa feliz, hace tres d¨¦cadas, pasamos mucha risa. Y aqu¨ª estamos.
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