Roberto Baggio pide una ¨²ltima oportunidad
?Qui¨¦n apostaba por Muhammad Ali? Era impensable que el viejo loco de Louisville derrotara en Kinshasa a un George Foreman mucho m¨¢s joven y mucho m¨¢s fuerte. Pero venci¨® Ali, en un combate inolvidable. ?Y la Dinamarca de 1992? Repescada a ¨²ltima hora para el Europeo de Suecia porque la guerra forzaba la ausencia yugoslava, llena de veteranos en supuesto declive, hizo un f¨²tbol excelente y gan¨®. En Italia, ahora, hay otro aspirante a lo imposible: Roberto Baggio, de 37 a?os, quiere jugar con la selecci¨®n el pr¨®ximo Europeo. Est¨¢ salvando al Brescia del descenso, marca goles (ayer otro, de falta), juega 90 minutos sin problemas y sigue siendo, Totti aparte, el italiano que mejor imagina el juego y mejor sabe tratar un bal¨®n. ?Y si Baggio fuera a Portugal? Uno se pregunta por qu¨¦ no. Aunque uno no es Giovanni Trapattoni. El seleccionador cree en los milagros o, al menos, en la protecci¨®n divina, y derrama un poco de agua bendita sobre el c¨¦sped antes de cada encuentro. Pero ah¨ª termina su fe en lo intangible. En materia de calcio, se aferra a la tradici¨®n nacional de poner un candado en la porter¨ªa, media Juve repartida por ah¨ª y a Vieri en el ¨¢rea contraria, en busca de un rebote. La hip¨®tesis Baggio le provoca dolor de est¨®mago.
A Trapattoni le da dolor de est¨®mago pensar en este tipo extra?o, hipersensible y budista
Trapattoni cre¨ªa que el asunto del futbolista pu?eteramente inmortal hab¨ªa quedado resuelto dos a?os atr¨¢s, en Jap¨®n-Corea. Robi Baggio renqueaba medio lesionado por entonces, Totti ocupaba su puesto y no hubo que discutir mucho sobre su ausencia. Ten¨ªa ya 35 a?os y resultaba inconcebible que ese tipo tan extra?o, hipersensible, budista, solitario, fan¨¢tico de la caza, siguiera trotando cuando llegaran nuevas ocasiones solemnes. Y, sin embargo, sigue.
Baggio anunci¨® hace un par de semanas que dejar¨ªa el f¨²tbol profesional cuando concluyera la presente temporada. Trapattoni consider¨® que no ten¨ªa otra opci¨®n que convocar a Robi para el amistoso de esta semana contra Espa?a, especificando que se trataba de algo honor¨ªfico, de ofrecer al ilustre futbolista una en¨¦sima ocasi¨®n de despedirse y cerrar el enojoso expediente. El problema es que Baggio no se deja. Recuerda que ha participado en tres Mundiales y en los tres ha sido eliminado sin perder un solo partido; recuerda el penalti que fall¨® el 17 de julio de 1994 y que dio a Brasil su cuarto campeonato mundial; recuerda que a su Bal¨®n de Oro de 1993 le falta el acompa?amiento de un t¨ªtulo con la selecci¨®n. Y se empe?a en pedir una oportunidad.
Lo mejor que le podr¨ªa pasar al f¨²tbol (y lo peor, seguramente, para Trapattoni) ser¨ªa que Roberto Baggio hiciera un partidazo en G¨¦nova.
Lo m¨¢s probable es que su actuaci¨®n resulte discreta. Lo m¨¢s probable es que Trapattoni no se vea en el apuro de llevarle a Portugal. Lo m¨¢s probable es que Baggio no disfrute el 4 de julio, en la final de Lisboa, de un momento de gloria. Pero tambi¨¦n era probable que el Madrid, el Milan y el Arsenal hicieran algo en la Champions. No era probable, en cambio, que Roberto Baggio siguiera dando guerra a estas alturas. Y aqu¨ª est¨¢.
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