?Acabar¨¢ la televisi¨®n con Europa?
"La televisi¨®n puede destruir
la civilizaci¨®n"
Karl Popper
Al igual que la dejaci¨®n de las responsabilidades pol¨ªticas de los ciudadanos no conduce m¨¢s que al vaciado de la democracia y, a largo plazo, a la vuelta de los autoritarismos, el abandono de nuestra responsabilidad de ciudadanos en lo concerniente a la televisi¨®n conduce a dejar la televisi¨®n p¨²blica en manos del partido gobernante de turno para que la use como el instrumento privilegiado de su perpetuaci¨®n en el poder, y la privada en las manos de grupos econ¨®micos cuyos intereses en nada coinciden con los de la ciudadan¨ªa. La dictadura de la audiencia -que se nos vende como la gran conquista de la democracia, cuando no es sino la m¨¢s s¨®rdida de sus perversiones- arrastra tanto a la televisi¨®n p¨²blica como la privada a una carrera suicida y absurda, que acaba por convertirlas en un monstruo irreconocible que recuerda las m¨¢s apocal¨ªpticas profec¨ªas de la ciencia-ficci¨®n.
La vieja trinidad de "informar, educar y entretener", ha pasado a ser algo hist¨®rico y demod¨¦. Y en estos tiempos tan modernos, en los que un 80% de la poblaci¨®n s¨®lo recibe informaci¨®n a trav¨¦s de la televisi¨®n, ¨¦sta se ha convertido en el m¨¢s poderoso medio de manipulaci¨®n, desinformaci¨®n y deseducaci¨®n jam¨¢s imaginado. Y un pueblo ignorante y embrutecido es m¨¢s f¨¢cil de manipular y manejar. Pero, sobre todo, y eso es lo peor, puede llevarnos a revivir las peores pesadillas del pasado. Si la Europa que estamos construyendo, que se sue?a a s¨ª misma como un referente en humanismo, tolerancia y cultura, y que pretende haber aprendido la lecciones de su historia reciente, abandona la televisi¨®n en manos del poder pol¨ªtico y econ¨®mico, est¨¢ permitiendo la creaci¨®n de un caballo de Troya que puede convertirse en un enemigo interno de su ambicioso proyecto, y mucho peor que cualquier amenaza que pudiera venir del exterior.
Los ejemplos recientes no dejan lugar a dudas y dibujan un futuro m¨¢s negro y cercano que los peores presagios. En Francia, las ¨²ltimas elecciones nos dieron una dolorosa lecci¨®n: la habitual y l¨®gica alternancia entre izquierdas y derechas, entre progresistas y conservadores, se convirti¨® en una aterradora elecci¨®n entre derecha y extrema derecha que convoc¨® a todos los dem¨®cratas a votar, incluso en contra de sus convicciones, en un desesperado intento por salvar la democracia. Todos los analistas han coincidido en se?alar la responsabilidad de las televisiones que, durante meses y libres de cualquier tipo de control, trabajaron a favor del Frente Nacional al identificar machaconamente delincuencia e inmigraci¨®n, y a punto estuvieron de dar un vergonzoso revolc¨®n a la Rep¨²blica Francesa, evitado in extremis por los sufridos ciudadanos.
En Italia, el panorama no es m¨¢s alentador. All¨ª, ha sido directamente un magnate de la televisi¨®n privada quien, usando la ventaja que "sus" canales de televisi¨®n le dan sobre las dem¨¢s opciones pol¨ªticas, se ha hecho con el poder para, una vez instalado en ¨¦l, cambiar las leyes a su antojo y burlar sus muchas causas pendientes con la justicia.
En Espa?a, el Partido Socialista desaprovech¨® durante sus 12 a?os en el poder la oportunidad hist¨®rica de sentar las bases de una televisi¨®n p¨²blica plural e independiente, prefiriendo tenerla al servicio de sus intereses. En los a?os siguientes, el Partido Popular llev¨® esa pol¨ªtica a sus ¨²ltimas consecuencias, haci¨¦ndose adem¨¢s con el control de un considerable n¨²mero de medios de comunicaci¨®n y llevando a cabo una guerra brutal contra aquellos grupos independientes que no se le somet¨ªan y a quienes consideraba responsables de pasadas derrotas electorales antes de conquistar el poder. El nuevo Gobierno, que est¨¢ dando muestras de haber aprendido tanto de los errores ajenos como de los propios, tiene ahora una oportunidad hist¨®rica en sus manos. Nombrando a una persona proveniente del mundo de la educaci¨®n al frente de la radiotelevisi¨®n p¨²blica, Zapatero parece haber comprendido que el tema de la televisi¨®n es demasiado serio para dejarlo en manos de los "profesionales".
Si queremos salvaguardar todas aquellas cosas que nos hacen enorgullecernos de ser europeos e impedir que el proyecto com¨²n naufrague en un mar de incultura, banalidad y barbarie, debemos recordar a nuestros pol¨ªticos, pero antes que nada a nosotros mismos, que la televisi¨®n es un servicio p¨²blico. No s¨®lo la p¨²blica sino tambi¨¦n la privada. Que las ondas pertenecen a los ciudadanos y que las concesiones que se hacen a los grupos que detentan la licencias de emisi¨®n de televisi¨®n tienen no s¨®lo un car¨¢cter temporal, una caducidad, sino que se hacen a cambio de una serie de compromisos, uno tras otro incumplidos. Dichos grupos act¨²an como propietarios de los canales de los que en realidad s¨®lo son circunstanciales administradores y programadores. Ir¨®nicamente, el concepto de servicio p¨²blico contemplado en los compromisos que se adquieren junto con la concesi¨®n de un canal, no fue nunca definido por nuestros gobernantes y legisladores, tal vez para as¨ª no tener que obligar a nadie a cumplir con ¨¦l.
La nueva etapa pol¨ªtica que se abre en nuestro pa¨ªs es una oportunidad ¨²nica para la creaci¨®n de una autoridad del audiovisual independiente y profesional, que rinda cuentas ante la sociedad y exija el cumplimiento por los operadores televisivos de todas sus obligaciones. Y debe dot¨¢rsela no s¨®lo con el poder de no renovar las licencias a los que incumplan sus compromisos, sino con el de congelarlas antes de tiempo si se desoyen las recomendaciones de dicha autoridad.
Popper, quien consideraba este tema de absoluta prioridad, lleg¨® a afirmar: "Todos los que invocan la libertad, la independencia o el liberalismo para decir que no se pueden poner limitaciones a un poder tan peligroso como es la televisi¨®n son idiotas".
Si Ortega dec¨ªa que "una cultura se vac¨ªa entera por el m¨¢s imperceptible agujero", el cr¨¢ter que hemos dejado abrirse bajo nuestros pies puede engullir nuestra civilizaci¨®n, como ya ha comenzado a hacerlo con nuestra cultura.
Fernando Trueba es director de cine.
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