Tentaciones estivales

En ocasi¨®n del reciente pase de Nubes de verano en el Festival de M¨¢laga, la cr¨ªtica se apresur¨® a hablar del cine de Eric Rohmer con relaci¨®n a esta pel¨ªcula, la ¨²ltima y esperada de un director que, como Felipe Vega, no se prodiga mucho en los ¨²ltimos a?os. Algo de eso hay en esta historia de entrecruzamientos afectivos entre un matrimonio que pasa un verano en la Costa Brava y dos lugare?os, un cuarteto protagonista que ocupa por entero la pantalla. Lo hay en cuestiones ciertamente aparentes: en la levedad, en la casi juvenil ligereza del tono que Vega utiliza para contar este juego de atracciones fatales, pero menos.

Lo es, igualmente, por la ¨¦poca en que transcurre la acci¨®n, ese verano que parece siempre un dulce tiempo de espera, un remanso agradable en el que se estancan las alborotadas aguas de la vida cotidiana (esos veranos que son tan importantes en el cine de Rohmer, en t¨ªtulos como Pauline en la playa, Cuento de verano, El rayo verde o La rodilla de Clara). Un tiempo que inclina a la pereza y al flirteo y, ay, tambi¨¦n a sus consecuencias, jam¨¢s inocuas. Un tiempo, en fin, en el que cualquier ser humano parece poder trasmutarse en otro, asumir la personalidad que no posee, vivir una vida diferente..., aunque luego sus propias decisiones precipiten acontecimientos cuanto menos inesperados.

Pero hay algo que tiene Nubes de verano y no, ciertamente, las pel¨ªculas de Rohmer, por mucho que puedan ser valoradas desde otros prismas: el uso de la iron¨ªa como herramienta para censurar, medir o exculpar a las criaturas que la propia funci¨®n pone a actuar. Ni Vega ni su coguionista, el periodista y escritor Manuel Hidalgo, suelen moverse c¨®modos en este registro, lo cual no es, de ning¨²n modo, un dem¨¦rito: "Ganad las profundidades", recuerda Enrique Vila-Matas que escribi¨® alguna vez Rilke, "la iron¨ªa ah¨ª no desciende".

Lecci¨®n moral

Lejos de la intenci¨®n de este cronista comparar a Hidalgo y Vega con Rilke, y menos a¨²n negarle el pan y la sal a Rohmer. Pero no cabe duda de que la iron¨ªa rohmeriana est¨¢ al servicio de una lecci¨®n moral (?qu¨¦ otra cosa es nuestro hombre, sino un escritor del XVIII que cambi¨® la pluma por una c¨¢mara?) que suele dejar en muy mal lugar a los personajes, mientras que aqu¨ª estamos ante otro tipo de operaciones. Porque si algo puede exhibir Nubes de verano es justamente un respeto por sus criaturas que, sin dejar de mostrar sus debilidades, incluso de recordar (y recordarles) la lecci¨®n de que hasta el acto m¨¢s banal suele exigir el pago de un alto precio, se transmuta en comprensi¨®n, casi en solidaridad con sus devaneos..., una operaci¨®n de humanizaci¨®n que los hace mucho m¨¢s fr¨¢giles y, al tiempo, m¨¢s cercanos.

Por lo dem¨¢s, no vamos a descubrir ahora las virtudes que suelen adornar el cine de Felipe Vega, aqu¨ª tan presentes: su inter¨¦s por transitar caminos propios, su elegancia para la puesta en escena (en ocasiones, casi musical), su profunda bonhom¨ªa. El por qu¨¦ este hombre no hace m¨¢s pel¨ªculas es algo que este cronista desconoce por entero, y por entero lamenta.